Capítulo 13 – Parte 2
Las heridas no deben ser una fuente de vergüenza, ya que son necesarias para el crecimiento y el despertar espiritual.
Las heridas no deben ser una fuente de vergüenza, ya que son necesarias para el crecimiento y el despertar espiritual.
Al medirse a sí mismo por su experiencia espiritual y psicológica, por oscura y espantosa que sea, se niega a dejarla pasar hasta que descubra su significado.
Una compasión profunda y auténtica pone en marcha un proceso de perdón y reconocimiento de uno mismo que permite dejar atrás todo lo que dificulta la curación.
El crecimiento, es el proceso en que aprendemos a asumir la responsabilidad de nuestros actos. Crecer, entonces, es incorporar a la vida un amor que cure.
El amor nos hace experimentar el dolor de otra manera, ya que nos ayuda a superar el miedo y, por tanto, nos guía en el sufrimiento.
La muerte está entre nosotros. Verla siempre como algo negativo es no ser consciente de su capacidad para dar más sentido a cada momento de la vida.
El amor nos hace sentir vivos. La vida sin amor nos hace pensar que podríamos estar muertos, porque sin amor todo en nosotros es inmovilidad y silencio.
Decidir ser plenamente sincero, mostrarse sin máscaras, es arriesgado. La experiencia del verdadero amor nos da valor para asumir riesgos.
A menudo las fantasías románticas alimentan la creencia de que los momentos difíciles son un indicio de falta de amor y no parte del proceso.
Mujeres y hombres quieren relaciones eróticas satisfactorias, pero en el fondo prefieren que la satisfacción erótica vaya acompañada de amor y confianza.
Seguimos invirtiendo recursos emocionales en la fantasía de una unión que se produce sin ningún esfuerzo por nuestra parte.
Hay muchas concepciones erróneas sobre el amor, que lo presentan, por ejemplo, como un estado de constante felicidad en el que está proscrito el sufrimiento.