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Capítulo 13 – Parte 1

Todo sobre el Amor

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Capítulo 13 – Parte 1

Capítulo 13 - Parte 1

Transcripción

Destino: cuando los ángeles hablan de amor

El amor es nuestro verdadero destino. El sentido de la vida no se encuentra en soledad, sino en compañía de otras personas.

THOMAS MERTON

La fe en el amor divino fue un consuelo para mí cuando en la niñez me sentía abrumada por la soledad y la tristeza. Saber que podía abrir mi corazón a Dios y a los ángeles me hizo sentirme menos sola. Ellos estuvieron conmigo en las terribles y oscuras noches del alma, cuando nadie me entendía. Permanecieron a mi lado, prestando oídos a mi dolor y a mi sufrimiento. No podía verlos, pero sabía que estaban ahí. Me dijeron que encontraría el amor que tanto anhelaba, me dijeron que mi alma encontraría consuelo, me hablaron al corazón en la lengua secreta de la divinidad.

Los ángeles son nuestros testigos. Son los espíritus guardianes que nos vigilan, nos protegen y nos guían a través de la vida. A veces toman forma humana. Otras veces pueden ser espíritus, invisibles, inimaginables, pero siempre están presentes. Nuestra cultura parece obsesionada con los ángeles, lo cual me parece un signo de despertar religioso. Los ángeles están en todas partes, en películas, libros y calendarios, en cortinas y tapices. Los ángeles, inmaculados y desvergonzados, son la imagen de la inocencia. Ya los imaginemos con los rostros oscuros y redondos de la tradición copta, o con la apariencia más usual de los querubines rubios y alados, son siempre mensajeros de lo divino: siempre traen noticias que alivian el corazón.

La pasión por los ángeles que impregna nuestra cultura expresa el deseo de volver a encontrar el paraíso; de regresar, en la tierra, a una época perdida de comunión y buena voluntad, cuando el corazón del hombre aún estaba intacto. Aunque las imágenes más comunes muestran a los ángeles como brillantes figuras infantiles de una dicha indecible, como mensajeros llevan el peso de nuestros sufrimientos y alegrías. A menudo se representan con rostro de niño para recordarnos que la iluminación solo llega cuando se vuelve a un estado infantil y se renace.

En nuestra imaginación, los ángeles son criaturas de luz que vuelan rápidamente hacia los cielos. Su ser, el peso de su conocimiento nunca es estático. Siempre en constante cambio, saben ver más allá de nuestro falso yo. Como poseen capacidad de penetración psíquica e intuición, ricas en la sabiduría del corazón, representan la promesa de una vida que se realiza a través de la unión del conocimiento y la responsabilidad. Guardianes del bienestar del alma, se quedan a nuestro lado y nos cuidan. La recuperación de lo angélico revela que anhelamos tomar el camino del crecimiento espiritual y volver al amor.

Fue en la iglesia donde oí de niña mis primeras historias de ángeles. En la catequesis aprendí que los ángeles, en tanto mensajeros de lo divino, son para nosotros sabios consejeros que pueden ayudarnos en nuestro camino de crecimiento. Enamorados sin reservas del espíritu humano, están ahí para ayudarnos a afrontar la realidad sin miedo. Una historia de ángeles que me impresionó entonces profundamente, y que me sigue impresionando, es la de la lucha de Jacob con el ángel cuando volvía a casa. Jacob no solo es un viejo héroe bíblico; es un hombre capaz de un amor intenso y apasionado. Tras dejar la tierra en la que se refugió cuando niño para escapar de los conflictos familiares, regresa al país donde viven sus parientes y conoce a su alma gemela, Raquel. Aunque se da cuenta inmediatamente del amor que siente por ella, solo puede unirse a ella después de un largo periodo de duro trabajo, esfuerzo y sufrimiento.

En el Génesis leemos que Jacob pasó siete años al servicio de Raquel, pero que le parecieron solo unos pocos días, pues «tanto era el amor que le profesaba». Como apunta John Sanford en El hombre que luchó contra Dios:

El hecho de que Jacob fuera capaz de enamorarse prueba que durante el viaje a través del desierto se había producido en él un crecimiento psicológico. Hasta entonces, la única mujer importante en su vida había sido su madre. Mientras el individuo permanezca en la etapa de desarrollo psicológico donde la única figura femenina que cuenta es la madre, no puede madurar y convertirse en un hombre. El eros de un hombre, su capacidad de amor y de relación debe estar libre de apego a su madre y ser capaz de dirigirse a una mujer de su edad; de lo contrario, sigue siendo un individuo caprichoso, dependiente e infantil.

Aquí Sanford habla de la dependencia negativa, que no tiene nada que ver con el apego saludable. Si un hombre está positivamente unido a su madre, es capaz de establecer un vínculo equilibrado con ella, dosificando la adicción y la autonomía, y puede establecer una relación emocional similar con otras mujeres. Muchas mujeres saben que un hombre que está unido a su madre por un afecto sincero tiene más posibilidades de ser un buen amigo, un buen compañero o un buen marido que el hombre que depende claramente de su madre, de quien espera la satisfacción incondicional de todas sus necesidades. Dado que el amor sincero requiere el reconocimiento de la autonomía propia y ajena, el hombre que ha amado en la infancia ya conoce las prácticas de la sana identificación. Mientras trabaja para Raquel, tomando decisiones equivocadas y difíciles, Jacob crece y madura. Al final, cuando se unen en matrimonio, es capaz de amar a su pareja.

El encuentro con el alma gemela no significa, sin embargo, para Jacob, el final del viaje hacia la plenitud y la verdadera realización de sí mismo. Cuando Dios le dice que debe regresar a la casa de la que huyó una vez, se ve obligado a reanudar su viaje por el desierto. Los maestros espirituales suelen decir que el camino de la autorrealización y el crecimiento espiritual es arduo, que está lleno de desafíos. Normalmente lo es, pero también es muy accidentado. Muchos de nosotros creemos que nuestras dificultades terminarán cuando encontremos a nuestra alma gemela. El amor no acaba con las dificultades, sino que proporciona las herramientas para afrontarlas de forma que se fomente el crecimiento. Habiendo trabajado y esperado por amor, Jacob se ha vuelto fuerte psicológicamente y es a esa fuerza a la que recurre cuando tiene que volver al desierto para regresar a casa.

Una voz divina le dice a Jacob que debe regresar a la tierra de sus ancestros. Como hombre que ha aprendido a amar, Jacob busca instintivamente una guía. Escucha a su corazón y, cuando la respuesta llega, actúa. Como había dejado su casa, principalmente por los conflictos con su hermano Esaú, la perspectiva de regresar le asusta. Pero si quiere alcanzar la paz interior y la plena madurez, debe enfrentarse al pasado y tratar de reconciliarse con su hermano. En el largo viaje de regreso a casa Jacob está en continuo diálogo con Dios. Reza. Medita. Buscando alivio en la soledad, se levanta en mitad de la noche y llega hasta un arroyo. Allí, un ser que no sabe reconocer comienza a luchar con él. Jacob, sin saberlo, recibió un regalo: se encontró cara a cara con un ángel.

Enfrentando sus propios miedos, sus propios demonios, su propia zona gris, Jacob renunció a su deseo de seguridad. Psicológicamente entra en una noche fundamental y regresa a un espacio psíquico donde aún no está completamente despierto. Es como si hubiera vuelto al vientre de su madre y luchara por nacer de nuevo. El ángel no es un adversario que trata de quitarle la vida, sino que viene como testigo para que pueda entender que hay alegría en la lucha. Un sentimiento de calma toma el lugar del miedo. En Néctar para el alma, Jack Kornfield y Christina Feldman escriben que podemos elegir la serenidad en medio de la lucha:

En este estado de calma empezamos a entender que la paz no es lo contrario de la tensión y el conflicto. Es importante que la luz no nazca donde muere la oscuridad. La paz no se encuentra en la ausencia de desafíos, sino en la capacidad de vivir las dificultades sin juicios, sin prejuicios y sin tomar posiciones. Descubrimos que tenemos la energía y la fe para curarnos a nosotros mismos y al mundo moviéndonos con corazones abiertos y dispuestos.

Abrazando a su adversario, Jacob pasa de la oscuridad a la luz. Cuando amanece, Jacob, en lugar de dejar marchar al ángel, pide y obtiene su bendición. Es significativo que no pueda recibir la bendición a menos que primero venza al miedo y abra su corazón a la gracia. Según Sanford:

Jacob se negó a despedirse de esta experiencia hasta que supo su significado, y eso lo convirtió en un hombre de gran estatura espiritual. Aquel que se mide a sí mismo por su experiencia espiritual y psicológica y, por muy oscura y espantosa que sea, se niega a dejarla pasar hasta que descubra su significado, sigue un camino similar al de Jacob. Puede salir de esta oscura lucha y llegar al otro lado renacido, mientras que aquellos que se retiran o evaden el encuentro con la realidad espiritual no pueden ser transformados.

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