Capítulo 9 – Parte 3
Para conocer el amor tenemos que desprendernos de la ideología sexista, sea cual sea la forma que adopte en nuestras vidas.
Para conocer el amor tenemos que desprendernos de la ideología sexista, sea cual sea la forma que adopte en nuestras vidas.
En el universo dominado por Marte y Venus, los hombres quieren poder y las mujeres quieren conexión emocional.
La desesperación y el escepticismo de los jóvenes proviene en gran medida de su convicción de que lo han hecho todo bien y a pesar de ello el amor no llega.
El perdón nos transforma gradualmente de víctimas indefensas de las circunstancias en personas capaces de amar, que participan en la creación de su propia realidad.
La indulgencia es un acto de generosidad, requiere apaciguar los sentimientos de ira y humillación, liberar al otro de la prisión de la culpa y la angustia.
Son las comunidades las que permiten que la vida continúe, no el individualismo. No hay mejor lugar que la comunidad para aprender el arte del amor.
Esto no es una historia de amor, es un drama público sobre la política de la codicia, una codicia tan intensa que destruye el amor.
La avaricia hace pasar a un segundo plano el amor y la compasión, mientras que una vida sencilla les proporciona espacio para expresarse.
La fijación en las necesidades y deseos, a la que el consumismo nos impulsa, promueve un estado psicológico de necesidad constante e inagotable.
En lugar de buscar la justicia en la vida pública, nos retiramos a la vida privada, buscando alivio y evasión.
Si las interacciones basadas en el amor estuvieran más representadas, el impacto en nuestra vida sería ciertamente positivo.
Una sociedad que excluye el desarrollo del amor, a la larga, ha de perecer por sus contradicciones con las necesidades fundamentales de la naturaleza humana.