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Capítulo 8 – Parte 1

Todo sobre el Amor

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Capítulo 8 – Parte 1

Capítulo 8 - Parte 1

Transcripción

Comunidad: una comunión de afectos

La comunidad no puede echar raíces en una vida dividida. Mucho antes de que adquiera una forma externa, la comunidad debe hallarse en estado embrionario en el yo indiviso; solo si estamos en armonía con nosotros mismos podemos entrar en comunión con los demás.

PARKER PALMER

En todas partes del mundo, para asegurar la supervivencia de la especie humana, hombres y mujeres se organizan en forma de comunidad. Son las comunidades las que permiten que la vida continúe, no las familias nucleares o la «pareja», por no hablar del rígido individualismo. No hay mejor lugar que la comunidad para aprender el arte del amor. M. Scott Peck comienza su libro The Different Drum con esta profunda sentencia: «La salvación del mundo está en la comunidad, pasa a través de ella». Peck define la comunidad como una agregación de individuos «que han aprendido a comunicarse sinceramente entre sí, cuyas relaciones van más allá de las máscaras del decoro, y que han adoptado una especie de compromiso para “regocijarse juntos, llorar juntos” y “vivir en armonía y asumir los problemas de los demás”». Todos nacemos en el seno de una comunidad. Es muy raro que un niño venga al mundo en estado de aislamiento y que solamente tenga uno o dos adultos encargados de su cuidado. Los niños nacen en un mundo lleno de comunidades posibles. Familiares, médicos, enfermeras, comadronas e incluso los desconocidos que muestran su admiración por el neonato forman parte de este entramado de vínculos más o menos íntimos.

Cuando hablamos de la importancia de los «valores de la familia» en la sociedad actual, generalmente nos referimos a las familias nucleares compuestas por el padre, la madre y no más de uno o dos hijos. En Estados Unidos se considera que esta es la forma más eficaz de criar a los niños, la única capaz de dar a todos el máximo bienestar. Pero es una imagen que no se corresponde con la realidad. En nuestra sociedad, nadie vive en esa clase de entorno. Incluso los que crecen en una familia nuclear la perciben como una pequeña unidad insertada en un todo mayor, creado por los lazos de parentesco. El capitalismo y el patriarcado, como estructuras de poder, han socavado y destruido la unidad más amplia de la familia extendida. La sustitución de la comunidad familiar por una pequeña unidad autocrática y más privatizada ha contribuido a aumentar el distanciamiento emocional y ha facilitado el abuso de autoridad, porque se ha dado al padre un poder absoluto en la familia y a la madre un poder secundario sobre sus hijos. La segregación de la familia nuclear de la familia ampliada ha obligado a las mujeres a depender más de un solo hombre y a los niños a depender más de una sola mujer. Esta dependencia se ha convertido en el terreno más fértil para los abusos de poder, y sigue siendo así hoy en día.

El fracaso de la familia nuclear patriarcal está ampliamente documentado. Ha sido objeto de todo tipo de críticas: se la ha acusado de ser casi siempre disfuncional, un lugar de caos emocional, abandono y abuso. Solo los que niegan las pruebas siguen afirmando que es la mejor manera de criar a los niños. No estoy sugiriendo que, simplemente por su tamaño y por el hecho de que incluyan a personas que no están vinculadas por la sangre, las familias extendidas no tienen la misma probabilidad de ser disfuncionales, pero al estar más diversificadas es más probable que puedan contar con individuos que sean a la vez equilibrados y capaces de amar.

Cuando empecé a decir públicamente que mi familia era disfuncional, mi madre se puso echa una furia. Para ella, mis éxitos eran la prueba de que no sufrí «tanto» en el seno de nuestra familia. Y, sin embargo, sé que sobreviví y logré superar el sufrimiento de mi infancia precisamente porque en nuestra familia extendida hay personas capaces de amar, personas que me apoyaron y que me dieron un sentido de esperanza y de posibilidad. Fueron ellas las que me hicieron comprender que las formas de relación de nuestra familia no eran la norma, que había pautas y modelos de comportamiento distintos a los adoptados por mis padres. Es una historia bastante frecuente. La supervivencia y el triunfo sobre un núcleo familiar disfuncional pueden depender de la presencia de lo que la psicoanalista Alice Miller llama «testigos iniciados». Casi todos los adultos que en su infancia han conocido un sufrimiento que seguramente podría haberse evitado cuentan historias sobre personas que, con su amabilidad, ternura y cuidado, les han permitido tener esperanza de nuevo. Y eso solo es posible porque las familias son parte de comunidades más amplias.

La familia nuclear patriarcal es relativamente reciente en la organización social de nuestra especie. La mayoría de los seres humanos no tienen, y nunca tendrán, los recursos materiales para vivir en pequeñas unidades segregadas de las comunidades familiares. Los estudios realizados en Estados Unidos muestran que los factores económicos (elevado coste de la vivienda, desempleo, etc.) están creando una situación en la que los chicos se van tarde de casa, o no se marchan nunca, y muchas veces regresan al hogar de la familia. Las investigaciones de antropólogos y sociólogos revelan que las pequeñas unidades privatizadas, sobre todo cuando se organizan según el pensamiento patriarcal, constituyen un entorno poco saludable. Los niños son criados de una manera más equilibrada donde existen redes comunitarias y familias extendidas.

La experiencia de la familia extensa permite entender cuánta fuerza tiene una comunidad. Pero la familia extendida solo puede convertirse en una comunidad si hay una comunicación sincera entre sus miembros. Al igual que los pequeños núcleos familiares, las familias extendidas disfuncionales suelen caracterizarse por una comunicación ambigua. A menudo, los secretos familiares impiden que un grupo extenso forme una comunidad. Recuerdo un anuncio que usaba este eslogan: «La familia que reza unida permanece unida». Y es cierto que, al ser propiamente una forma de comunicarse, la oración ayuda a los miembros de la familia a mantener una relación. Solían repetirme aquel eslogan cuando era niña, normalmente por los que representaban la autoridad, y recuerdo que lo convertí en «la familia que habla junta, permanece junta». Hablar es una forma de hacer comunidad.

Si no recibes amor en la familia extendida en la que naciste (nuestra primera oportunidad de vivir en una comunidad), es la amistad la que ofrece la oportunidad, especialmente a los niños, de crear una comunidad y aprender qué es el amor. Como los amigos son personas a las que uno elige, muchas veces se busca en ellos, tanto en la infancia como en la edad adulta, el afecto, el respeto, el conocimiento y el interés en nuestra evolución personal que no hemos encontrado en la familia. Como apunta Susan Miller en Never Let Me Down, una conmovedora memoir:

No podía dejar de decirme a mí misma que el amor tenía que estar ahí, en alguna parte. Pero por más que buscaba en mi interior, no era capaz de encontrarlo. Sabía lo que era el amor, eso sí. Era el sentimiento que tenía por mis muñecas, por las cosas bonitas, por ciertos amigos. Más adelante, cuando conocí a Debbie, mi mejor amiga, estuve aún más segura de que el amor es algo que te hace sentir bien. No te hacía sentir mal, no te hacía odiarte a ti misma. Era algo que te reconfortaba, que te liberaba por dentro, que te hacía reír. A veces Debbie y yo nos peleábamos, pero era algo distinto, porque estábamos unidas por un vínculo íntimo y profundo.

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