Capítulo 6 – Parte 1
La adopción de una ética del amor transforma la vida, uno se guía por la convicción de que todas las decisiones deben basarse en la honestidad e integridad.
La adopción de una ética del amor transforma la vida, uno se guía por la convicción de que todas las decisiones deben basarse en la honestidad e integridad.
Me asalta la idea de que una retórica espiritual que concede tanta importancia a la mejora individual y tan poca al ejercicio del amor dentro de una comunidad.
La religión organizada no ha podido satisfacer la sed de espiritualidad porque se ha adaptado a las necesidades mundanas según los valores vigentes del statu quo.
Ahora que la idea de la «recta vida» se entiende mejor, notamos que el trabajo capaz de aumentar el bienestar espiritual también fortalece la capacidad de amar.
Trabajar con amor regenera el espíritu, y esta renovación es un acto de amor propio que fomenta el crecimiento. No es lo que haces, sino cómo lo haces.
Cuando somos capaces de vernos tal como realmente somos y nos aceptamos, estamos creando las premisas necesarias para amarnos a nosotros mismos.
Resulta imposible fomentar el crecimiento espiritual propio y el de los demás cuando la parte más íntima de nuestro ser está rodeada de secretismo y embustes.
En las culturas patriarcales, se suele dar por sentado que el amor puede existir incluso cuando un grupo o individuo tiene supremacía sobre los que le rodean.
La verdad, la capacidad de ver el mundo y a nuestra persona tal como son y no como nos gustaría que fuesen, son la esencia de la justicia.
Cuando hablamos con niños tenemos que utilizar definiciones precisas y bien pensadas, dejando claro que el amor nunca puede estar mancillado por el maltrato.
Sea funcional o disfuncional, caracterizada por un ambiente de felicidad o por un clima de mayor crispación, la familia es nuestra primera escuela de amor.
No debe olvidarse que el cuidado es solo una dimensión del amor y que el simple hecho de cuidar a alguien no es suficiente para decir que lo amas.