Libro de Ejercicios – Repaso 5 – Lección 172
En mi indefensión radica mi seguridad. Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo. Me cuento entre los ministros de Dios. Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.
En mi indefensión radica mi seguridad. Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo. Me cuento entre los ministros de Dios. Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.
El significado del amor se pierde en cualquier relación que vaya en busca de debilidad y espere encontrar amor en ella. El poder del amor, que es su significado, radica en la Fortaleza de Dios que la arropa y la bendice silenciosamente al envolverla en sus alas sanadoras. No intervengas en esto ni trates de reemplazarlo con un “milagro” tuyo.
Todas las cosas son ecos de la Voz que habla por Dios. Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo. Tengo el poder de decidir. Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.
Mi resurrección se repite cada vez que conduzco a salvo a un hermano hasta donde la jornada termina para ya no recordarse más. Me siento renovado cada vez que un hermano aprende que hay un camino que nos libera de la aflicción y del dolor. Y renazco cada vez que la mente de un hermano se vuelve hacia la luz que mora en él y me busca.
El símbolo de la Navidad es una estrella; una luz en la obscuridad. No la veas como algo que se encuentra fuera de ti, sino como algo que refulge en el Cielo interno, y acéptala como la señal de que la hora de Cristo ha llegado. Cristo llega sin exigir nada. No le exige a nadie ningún tipo de sacrificio.
Nadie ataca sin la intención de herir. En esto no hay excepciones. Cuando piensas que atacas en defensa propia estás afirmando que ser cruel te protege; que la crueldad te mantiene a salvo. Estás afirmando tu creencia de que herir a otro te brinda libertad.
Soy tan incapaz de recibir sacrificios como lo es Dios, y todo sacrificio que te exiges a ti mismo me lo exiges a mí también. Debes reconocer que cualquier clase de sacrificio no es sino una limitación que se le impone al acto de dar. Y mediante esa limitación limitas la aceptación del regalo que yo te ofrezco.
La gracia es la aceptación del Amor de Dios en un mundo de aparente odio y miedo. Sólo mediante la gracia pueden éstos desaparecer, pues la gracia da lugar a un estado tan opuesto a todo lo que el mundo ofrece, que aquellos cuyas mentes están iluminadas por el don de la gracia no pueden creer que el mundo del miedo sea real.
Tal como el ego quiere que la percepción que tienes de tus hermanos se limite a sus cuerpos, de igual modo el Espíritu Santo quiere liberar tu visión para que puedas ver los Grandes Rayos que refulgen desde ellos, los cuales son tan ilimitados que llegan hasta Dios. Este cambio de la percepción a la visión es lo que se logra en el instante santo.
Dios nos habla. ¿No deberíamos nosotros acaso hablarle a Él? Dios no es algo distante. No trata de ocultarse de nosotros. Somos nosotros los que tratamos de ocultarnos de Él, y somos víctimas del engaño. Él siempre está enteramente accesible. Ama a Su Hijo.
El instante santo no reemplaza tu necesidad de aprender, pues el Espíritu Santo no puede dejar de ser tu Maestro hasta que el instante santo se haya extendido mucho más allá del tiempo. A fin de llevar a cabo Su tarea docente, el Espíritu Santo tiene que valerse de todo lo que hay en este mundo para tu liberación.
Lo que parece ser lo opuesto a la vida es meramente un sueño. Cuando la mente elige ser lo que no es y asumir un poder que le es ajeno y que no posee, un estado foráneo al que no puede acceder o una condición falsa que no forma parte de su Fuente, simplemente parece que se va a dormir por un rato.