Y aún eres tal como Dios te creó. No puedes atenuar la luz de tu perfección. En tu corazón se encuentra el Corazón de Dios Mismo. Él te aprecia porque tú eres Él. Eres digno de toda gratitud por razón de lo que eres.
El Hijo de Dios puede estar equivocado, engañarse a sí mismo e incluso usar el poder de su mente contra sí mismo. Pero no puede pecar. No puede hacer nada que en modo alguno altere su realidad o que haga que realmente sea culpable. Eso es lo que el pecado quisiera hacer, pues ése es su propósito.
No hay un solo Pensamiento de Dios que no vaya contigo para ayudarte a alcanzar ese instante e ir más allá de él velozmente, con certeza y para siempre. Cuando el temor a Dios desaparece, no queda obstáculo alguno entre la santa Paz de Dios y tú.
Aquel a quien Dios creó como Su Hijo no es esclavo de nada, pues es señor de todo, junto con su Creador. Puedes esclavizar a un cuerpo, pero las ideas son libres y no pueden ser aprisionadas o limitadas en algún modo, excepto por la mente que las concibió.
Tu gratitud hacia Él es la misma que la Suya hacia ti. Pues el amor no puede recorrer ningún camino que no sea el de la gratitud, y ése es el camino que recorremos los que nos encaminamos hacia Dios.
El perdón des-hace únicamente lo que no es verdad, despejando las sombras del mundo y conduciéndolo—sano y salvo dentro de su dulzura—al mundo luminoso de la nueva y diáfana percepción. Allí se encuentra tu propósito ahora. Y es allí donde te aguarda la paz.
Tu futuro está en Manos de Dios, así como tu pasado y tu presente. Para Él son lo mismo y, por lo tanto, deberían ser lo mismo para ti también. Sin embargo, en este mundo la progresión temporal todavía parece ser algo real.
El cuerpo es incapaz de saber nada. Y mientras limites tu conciencia a sus insignificantes sentidos, no podrás ver la grandeza que te rodea. Dios no puede hacer acto de presencia en un cuerpo, ni tú puedes unirte a Él ahí.
Ésta es la lección que Dios quiere que aprendas: Hay una manera de contemplar todo que te acerca más a Él y a la salvación del mundo. A todo lo que habla de terror, responde de esta manera: Perdonaré y esto desaparecerá.
Tu camino será diferente, no en cuanto a su propósito, sino en cuanto a los medios. La relación santa es un medio de ahorrar tiempo. Un instante que tú y tu hermano paséis juntos os restituye el universo a ambos. Ya estás listo. Ahora sólo tienes que recordar que no tienes que hacer nada.
Sé misericordioso hoy. El Hijo de Dios es digno de tu misericordia. Él es quien te pide que aceptes ahora el camino de la libertad. No te niegues a ello. El Amor que su Padre le profesa te lo profesa a ti también. Tu única función aquí en la tierra es perdonarlo, para que puedas volver a aceptarlo como tu Identidad. Él es tal como Dios lo creó.
No hay nada externo a ti. Esto es lo que finalmente tienes que aprender, pues es el reconocimiento de que el Reino de los Cielos te ha sido restaurado. Pues eso fue lo único que Dios creó, y Él no lo abandonó ni se separó a Sí Mismo de él.