Texto – 29.II. La llegada del Invitado
¿Cómo no ibas a percibir como una liberación del sufrimiento darte cuenta de que eres libre? ¿Por qué no habrías de aclamar a la verdad en vez de considerarla un enemigo?
¿Cómo no ibas a percibir como una liberación del sufrimiento darte cuenta de que eres libre? ¿Por qué no habrías de aclamar a la verdad en vez de considerarla un enemigo?
No hay tiempo, lugar ni estado del que Dios esté ausente. No hay nada que temer. Es imposible que se pudiera concebir una brecha en la Plenitud de Dios. La transigencia que la más insignificante y diminuta de las brechas representaría en Su Amor eterno es completamente imposible.
Dios no pide nada, y Su Hijo, al igual que Él, no necesita pedir nada, pues no le falta nada. Un espacio vacío o una diminuta brecha, supondría una insuficiencia. Y sólo en esa condición podría él querer tener algo que no tiene. Un espacio donde Dios no se encuentra o una brecha entre Padre e Hijo no es la Voluntad de ninguno de Ellos, que prometieron ser Uno.
Lo que odias y temes, deseas y detestas el cuerpo no lo conoce. Lo envías a buscar separación y a que sea algo separado. Luego lo odias, no por lo que es, sino por el uso que has hecho de él. Te desvinculas de lo que ve y oye, y odias su debilidad y pequeñez. Detestas sus actos, pero no los tuyos. Mas el cuerpo ve y actúa por ti. Oye tu voz. Y es frágil e insignificante porque ése es tu deseo.
Recuerda que si compartes un sueño de maldad, creerás ser ese sueño que compartes. Y al tener miedo de él, no desearás conocer tu verdadera identidad porque pensarás que es temible. Y negarás tu Ser y caminarás por tierras extrañas que tu Creador no creó, donde parecerás ser algo que no eres.
No te unas a los sueños de tu hermano, sino a él, y ahí donde te unes a Su Hijo, ahí está el Padre. ¿Quién iría en busca de substitutos si se diese cuenta de que no ha perdido nada? ¿Quién querría disfrutar de los “beneficios” de la enfermedad cuando ha recibido la simple bendición de la salud? Lo que Dios ha dado no puede suponer pérdida alguna y lo que no procede de Él no tiene efectos.
Unirte a la mente de un hermano bloquea la causa de la enfermedad y sus percibidos efectos. La curación es el efecto de mentes que se unen, tal como la enfermedad es la consecuencia de mentes que se separan.
La paternidad es creación. El amor tiene que extenderse. La pureza no está limitada en modo alguno. La naturaleza del inocente es ser eternamente libre, sin barreras ni limitaciones. La pureza, por lo tanto, no es algo propio del cuerpo, ni tampoco puede hallarse allí donde hay limitaciones.
Todos los efectos de la culpabilidad han desaparecido, pues ya no existe. Con su partida desaparecieron sus consecuencias, pues se quedaron sin causa. ¿Por qué querrías conservarla en tu memoria, a no ser que desearas sus efectos? Recordar es un proceso tan selectivo como percibir, al ser su tiempo pasado.
El mundo no hace sino demostrar una verdad ancestral: creerás que otros te hacen a ti exactamente lo que tú crees haberles hecho a ellos. Y una vez que te hayas engañado a ti mismo culpándolos, no verás la causa de sus actos porque desearás que la culpa recaiga sobre ellos.
Sueña con la bondad de tu hermano en vez de concentrarte en sus errores. Elige soñar con todas las atenciones que ha tenido contigo, en vez de contar todo el dolor que te ha ocasionado. Perdónale sus ilusiones y dale gracias por toda la ayuda que te ha prestado. Y no desprecies los muchos regalos que te ha hecho sólo porque en tus sueños él no sea perfecto.
De la misma manera en que el miedo es el testigo de la muerte, el milagro es el testigo de la vida. Es un testigo que nadie puede refutar, pues los efectos que trae consigo son los de la vida. Gracias a él los moribundos se recuperan, los muertos resucitan y todo dolor desaparece. Un milagro, no obstante, no habla en nombre propio, sino sólo en Nombre de lo que representa.