Libro de Ejercicios – Tema 4 – Lección 256
Y así es, Padre nuestro, como queremos llegar a Ti por el camino que nos has señalado. No tenemos otro objetivo que oír Tu Voz y hallar el camino que Tu sagrada Palabra nos ha indicado.
Y así es, Padre nuestro, como queremos llegar a Ti por el camino que nos has señalado. No tenemos otro objetivo que oír Tu Voz y hallar el camino que Tu sagrada Palabra nos ha indicado.
El perdón no puede ser para uno y no para el otro. El que perdona se cura. Y en su curación radica la prueba de que ha perdonado verdaderamente y de que no guarda traza alguna de condenación que todavía pudiera utilizar contra sí mismo o contra cualquier ser vivo.
Así es como deseo pasar este día Contigo, Padre mío. Tu Hijo no Te ha olvidado. La paz que le otorgaste sigue estando en su mente, y es ahí donde elijo pasar este día.
El deseo de ser tratado injustamente es un intento de querer transigir combinando el ataque con la inocencia. ¿Quién podría combinar lo que es totalmente incompatible y formar una unidad con lo que jamás puede unirse? Si recorres el camino de la bondad, no tendrás miedo del mal ni de las sombras de la noche.
Padre, hoy quiero oír sólo Tu Voz. Vengo a Ti en el más profundo de los silencios para oír Tu Voz y recibir Tu Palabra. No tengo otra oración que ésta: que me des la verdad. Y la verdad no es sino Tu Voluntad, que hoy quiero compartir Contigo.
La injusticia y el ataque son el mismo error, y están tan estrechamente vinculados que donde uno se percibe el otro se ve también. Tú no puedes ser tratado injustamente. La creencia de que puedes es sólo otra forma de la idea de que es otro, y no tú, quien te está privando de algo.
Soy el Ser que Tú creaste como Tu Hijo, el cual crea como Tú y es Uno Contigo. Mi Ser, que es señor y amo del universo, no es sino la perfecta unión de Tu Voluntad con la mía, la cual no puede sino asentir gustosamente a la Tuya, de modo que pueda extenderse hasta Sí Misma.
¡Cuán santo debes de ser, que desde ti la Voz de Dios llama amorosamente a tu hermano para que puedas despertar en él la Voz que contesta tu llamada! ¡Y cuán santo debe ser tu hermano cuando en él reside tu salvación, junto con su libertad! Por mucho que lo quieras condenar, Dios mora en él.
Padre, Tú conoces mi verdadera identidad. Revélamela ahora a mí que soy Tu Hijo para que pueda despertar a la verdad en Ti y saber que se me ha restituido el Cielo.
El único problema pendiente es que todavía ves un intervalo entre el momento en que perdonas y el momento en que recibes los beneficios que se derivan de confiar en tu hermano. Esto tan sólo refleja la pequeña distancia que aún deseas interponer entre vosotros para que os mantenga un poco separados.
No necesito nada más que la verdad. Y por esa paz, Padre nuestro, te damos gracias. Lo que nos negamos a nosotros mismos, Tú nos lo has restituido, y eso es lo único que en verdad queremos.
Toda enfermedad tiene su origen en la separación. Cuando se niega la separación, la enfermedad desaparece. Pues desaparece tan pronto como la idea que la produjo es sanada y reemplazada por la cordura.