Texto – 6.I. El mensaje de la crucifixión
Aunque antes sólo hice hincapié en la resurrección, no aclaré entonces el propósito de la crucifixión y la manera en que ésta, de hecho, condujo a la resurrección.
Aunque antes sólo hice hincapié en la resurrección, no aclaré entonces el propósito de la crucifixión y la manera en que ésta, de hecho, condujo a la resurrección.
Tal vez aún no esté completamente claro para ti el hecho de que en cada decisión que tomas estás eligiendo entre un resentimiento y un milagro. Cada resentimiento se alza cual tenebroso escudo de odio ante el milagro que pretende ocultar.
La ira siempre entraña la proyección de la separación, lo cual tenemos que aceptar en última instancia como nuestra propia responsabilidad en vez de culpar a otros por ello. No te puedes enfadar a no ser que creas que has sido atacado, que está justificado contraatacar y que no eres responsable de ello en absoluto.
Tu derecho a los milagros no se basa en las ilusiones que tienes acerca de ti mismo. No depende de ningún poder mágico que te hayas atribuido ni de ninguno de los rituales que has ingeniado. Es inherente a la verdad de lo que eres. Está implícito en lo que Dios, tu Padre, es.
Siempre que no te sientes completamente dichoso es porque has reaccionado sin amor ante una de las Creaciones de Dios. Al percibir eso como un “pecado” te pones a la defensiva porque prevés un ataque. Tú eres el que toma la decisión de reaccionar de esa manera, por lo tanto, la puedes revocar.
El cuerpo se ve amenazado por la mente que se hace daño a sí misma. El cuerpo sufre sólo para que la mente no pueda darse cuenta de que es la víctima de sí misma. El sufrimiento corporal es una máscara de la que la mente se vale para ocultar lo que realmente sufre.
Los sentimientos de culpabilidad son los que perpetúan el tiempo. Inducen miedo a las represalias o al abandono, garantizando así que el futuro sea igual que el pasado. En esto consiste la continuidad del ego, la cual le proporciona una falsa sensación de seguridad al creer que tú no puedes escaparte de ella.
No te entretengas hoy con el pasado. Mantén tu mente completamente receptiva, libre de todas las ideas del pasado y de todo concepto que hayas inventado. Hoy has perdonado al mundo. Puedes contemplarlo ahora como si nunca antes lo hubieras visto.
Si el ego es el símbolo de la separación, es también el símbolo de la culpabilidad. La culpabilidad es más que simplemente algo ajeno a Dios. Es el símbolo del ataque contra Dios. Este concepto no tiene ningún sentido, excepto para el ego, pero no subestimes el poder que el ego le aporta al creer en él. Ésta es la creencia de donde procede toda culpabilidad.
La paz se caracteriza por la dicha. Cuando experimentes dicha sabrás que has alcanzado la paz. Si tienes la sensación de estar cayendo en el ensimismamiento, repite la idea de hoy de inmediato y luego vuelve al ejercicio.
Cada pensamiento amoroso que cualquier parte de la Filiación abriga es patrimonio de todas sus partes. Se puede compartir porque es amoroso. Dios crea compartiendo, y así es como tú creas también. El ego puede mantenerte exiliado del Reino, pero en el Reino en sí el ego no tiene ningún poder.
La voluntad que compartes con Dios encierra dentro de sí todo el poder de la Creación. Los vanos deseos del ego no se pueden compartir y, por lo tanto, no tienen poder alguno.