(abreviado como ucdm)
Lucrecia Gamboa
Dalcy Solís
Sindy Pessoa
Hazel Solís
Mike Maher
Un Curso de Milagros
UCDM – Texto – Capítulo 27
IV. La callada respuesta
Capítulo 27 – La curación del sueño
La callada respuesta
1. En la quietud todas las cosas reciben respuesta y todo problema queda resuelto serenamente. Pero en medio del conflicto no puede haber respuesta ni se puede resolver nada, pues su propósito es asegurarse de que no haya solución y de que ninguna respuesta sea simple. Ningún problema puede resolverse dentro del conflicto, pues se le ve de diferentes maneras. Y lo que sería una solución desde un punto de vista, no lo es desde otro. Tú estás en conflicto. Por lo tanto, es evidente que no puedes resolver nada en absoluto, pues los efectos del conflicto no son parciales. No obstante, si Dios dio una solución, de alguna manera tus problemas tienen que haberse resuelto, pues lo que Su Voluntad dispone ya se ha hecho.
2. Por eso es por lo que el tiempo no está involucrado en la solución de ningún problema, ya que cualquiera de ellos se puede resolver ahora mismo. Y por eso es también por lo que, en tu estado mental, ninguna solución es posible. Dios tiene que haberte dado, por lo tanto, una manera de alcanzar otro estado mental en el que se encuentra la solución. Tal es el instante santo. Ahí es donde debes llevar y dejar todos tus problemas. Ahí es donde les corresponde estar, pues ahí se encuentra su solución. Y si su solución se encuentra ahí, el problema tiene que ser simple y fácil de resolver. No tiene objeto tratar de resolver un problema donde es imposible que se encuentre su solución. Mas es igualmente seguro que se resolverá si se lleva donde ésta se
3. No intentes resolver ningún problema excepto desde la seguridad del instante santo. Pues ahí el problema tiene solución y queda resuelto. Fuera de él no habrá solución, pues fuera de él no puede hallarse respuesta alguna. No hay lugar fuera de él donde jamás se pueda plantear ni una sola pregunta sencilla. El mundo sólo puede hacer preguntas que se componen de dos partes. Una pregunta con muchas respuestas no tiene respuesta. Ninguna de ellas sería válida. El mundo no hace preguntas con la intención de que sean contestadas, sino sólo para reiterar su propio punto de vista.
4. Las preguntas que se hacen en este mundo no son realmente preguntas, sino sólo una manera de ver las cosas. Ninguna pregunta que se haga con odio puede ser contestada porque de por sí ya es una respuesta. Una pregunta que se compone de dos partes, pregunta y responde simultáneamente, y ambas cosas dan testimonio de lo mismo aunque de forma diferente. El mundo tan sólo hace una pregunta y es ésta: “De todas estas ilusiones, ¿cuál es verdad? ¿Cuáles proclaman paz y ofrecen dicha? ¿Y cuál puede ayudarte a escapar de todo el dolor del que este mundo está hecho?” Independientemente de la forma que adopte la pregunta, su propósito es siempre el mismo: pregunta sólo para establecer que el pecado es real y responde en forma de ”¿Qué pecado prefieres? Éste es el que debes elegir. Los otros no son verdad. ¿Qué quieres que el cuerpo obtenga para ti que tú deseas por encima de todo? Él es tu siervo y también tu amigo. Dile simplemente lo que quieres y te servirá amorosa y diligentemente.” Esto no es una pregunta, pues te dice lo que quieres y a donde debes ir para encontrarlo. No da lugar a que sus creencias se puedan poner en tela de juicio. a Lo único que hace es exponer lo que afirma en forma de pregunta.
5. Una pseudopregunta carece de respuesta, pues dicta la respuesta al mismo tiempo que hace la pregunta. Toda pregunta que se hace en el mundo es, por lo tanto, una forma de propaganda a favor de él. Y así como los testigos del cuerpo son sus propios sentidos, así también las respuestas a las preguntas que el mundo plantea están implícitas en las preguntas que hace. Cuando la respuesta es lo mismo que la pregunta, no aporta nada nuevo ni se aprende nada de ella. Una pregunta honesta es un medio de aprendizaje que inquiere sobre algo que tú desconoces. No establece los parámetros a los que se debe ajustar la respuesta, sino que simplemente pregunta cuál es la respuesta. Mas nadie que se encuentre en un estado conflictivo es libre de hacer esta clase de pregunta, pues no desea una respuesta honesta que ponga fin a su conflicto.
6. Sólo dentro del instante santo se puede plantear honestamente una pregunta honesta. Y del significado de la pregunta se derivará todo el significado que pueda tener la respuesta. Es posible entonces separar tus deseos de la respuesta, para que ésta se te pueda dar y también para que la puedas aceptar. La respuesta se ofrece por Mas sólo se puede oír en el instante santo. Una respuesta honesta no exige sacrificios porque sólo contesta preguntas verdaderas. Las preguntas que hace el mundo tan sólo quieren saber a quién se le debe exigir sacrificio y no si el sacrificio tiene sentido o no. Y así, a menos que la respuesta indique “a quién se le debe exigir el sacrificio”, no se reconocerá ni será escuchada, y de este modo la pregunta seguirá en pie, ya que se contestó a sí misma. El instante santo es aquel en el que la mente está lo suficientemente serena para poder escuchar una respuesta que no está implícita en la pregunta; una que ofrece algo nuevo y distinto. ¿Cómo iba a poderse contestar una pregunta que no hace sino repetirse a sí misma?
7. No trates, por lo tanto, de solventar problemas en un mundo del que se ha excluido la solución. Lleva más bien el problema al único lugar en el que se halla la respuesta y en el que se te ofrece amorosamente. En él se encuentran las respuestas que solventarán tus problemas, pues no forman parte de ellos y toman en cuenta lo que puede ser contestado: lo que la pregunta realmente es. Las respuestas que el mundo ofrece no hacen sino suscitar otra pregunta, si bien dejan la primera sin contestar. En el instante santo puedes llevar la pregunta a la respuesta y recibir la respuesta que fue formulada expresamente para ti.
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