(abreviado como ucdm)
Lucrecia Gamboa
Dalcy Solís
Sindy Pessoa
Hazel Solís
Mike Maher
Un Curso de Milagros
UCDM – Texto – Capítulo 25
II. El que te salva de las tinieblas
Capítulo 25 – La justicia de Dios
El que te salva de las tinieblas
1. ¿No es evidente que lo que perciben los ojos te infunde miedo? Tal vez pienses que aún puedes encontrar en ello alguna esperanza de satisfacción. Tal vez tengas fantasías de poder alcanzar cierta paz y satisfacción en el mundo tal como lo percibes. Mas ya te debe resultar evidente que el desenlace es siempre el mismo. A pesar de tus esperanzas y fantasías, el resultado final es siempre la desesperación. Y en esto no hay excepciones ni nunca las habrá. Lo único de valor que el pasado te puede ofrecer es que aprendas que jamás te dio ninguna recompensa que quisieras conservar. Pues sólo así estarás dispuesto a renunciar a él y a que desaparezca para siempre.
2. ¿No es extraño que aún abrigues esperanzas de hallar satisfacción en el mundo que ves? Pues se mire como se mire, tu recompensa, en todo momento y situación, no ha sido sino miedo y culpabilidad. ¿Cuánto tiempo necesitas para darte cuenta de que la posibilidad de que esto cambie no justifica el que sigas posponiendo el cambio que puede dar lugar a algo mejor? Pues una cosa es segura: la manera en que ves y has estado viendo por largo tiempo, no te ofrece nada en que basar tus esperanzas acerca del futuro ni indicación alguna de que vayas a tener éxito. Poner tus esperanzas en algo que no te ofrece ninguna esperanza no puede sino hacerte sentir desesperanzado. No obstante, esta desesperanza es tu elección, y persistirá mientras sigas buscando esperanzas allí donde jamás puede haber ninguna.
3. Mas ¿no es cierto también que aparte de esto has encontrado alguna esperanza, un cierto vislumbre— inconstante y variable, aunque levemente visible—de que está justificado tener esperanzas basándote en razones que no son de este mundo? Sin embargo, tu esperanza de que puedes encontrar satisfacción en este mundo te impide abandonar la infructuosa e imposible tarea que te impusiste a ti mismo. ¿Cómo iba a tener sentido albergar la creencia fija de que hay razones para seguir buscando lo que nunca dio resultado, basándose en la idea de que de repente tendrá éxito y te proporcionará lo que nunca antes te había dado?
4. En el pasado siempre fracasó. Alégrate de que haya desaparecido de tu mente y de que ya no nuble lo que se encuentra allí. No confundas la forma con el contenido, pues la forma no es más que un medio para el contenido. Y el marco no es sino el medio para sostener el cuadro de manera que éste se pueda ver. Pero el marco que oculta al cuadro no sirve para nada. No puede ser un marco si es eso lo que ves. Sin el cuadro, el marco no tiene sentido, pues su propósito es realzar el cuadro, no realzarse a sí mismo.
5. ¿Quién colgaría un marco vacío en la pared y se pararía delante de él contemplándolo con la más profunda reverencia, como si de una obra maestra se tratase? Mas si ves a tu hermano como un cuerpo, eso es lo que estás haciendo. La obra maestra que Dios ha situado dentro de este marco es lo único que se puede ver. El cuerpo la contiene por un tiempo, pero no la empaña en absoluto. Mas lo que Dios ha creado no necesita marco, pues lo que Él ha creado, Él lo apoya y lo enmarca dentro de Sí Mismo. Él te ofrece Su obra maestra para que la veas. ¿Preferirías ver el marco en su lugar y no ver el cuadro?
6. El Espíritu Santo es el marco que Dios ha puesto alrededor de aquella parte de Él que tú quisieras ver como algo separado. Ese marco, no obstante, está unido a su Creador y es uno con Él y con Su obra maestra. Ése es su propósito, y tú no puedes convertir el marco en un cuadro sólo porque elijas ver el marco en su lugar. El marco que Dios le ha proporcionado apoya únicamente Su propósito, no el tuyo separado del Suyo. Es ese otro propósito que tienes lo que empaña el cuadro y lo que, en lugar de éste, tiene al marco en gran estima. Mas Dios ha ubicado Su obra maestra en un marco que durará para siempre, después de que el tuyo se haya desmoronado y convertido en polvo. No creas, no obstante, que el cuadro será destruido en modo alguno. Lo que Dios crea está a salvo de toda corrupción y permanece inmutable y perfecto en la eternidad.
7. Acepta el marco de Dios en vez del tuyo y verás la obra maestra. Contempla su belleza y entiende la Mente que la concibió, no en carne y hueso, sino en un marco tan bello como ella misma. Su santidad ilumina la impecabilidad que el marco de las tinieblas oculta, y arroja un velo de luz sobre la faz del cuadro que no hace sino reflejar la luz que desde ella se irradia hacia su Creador. No creas que por haberla visto en un marco de muerte esta faz estuvo alguna vez nublada. Dios la mantuvo a salvo para que pudieras contemplarla y ver la santidad que Él le otorgó.
8. Vislumbra dentro de la obscuridad al que te salva de las tinieblas, y entiende a tu hermano tal como te lo muestra la Mente de tu Padre. Al contemplarlo, él emergerá de las tinieblas y ya nunca más verás la obscuridad. Las tinieblas no lo afectaron, como tampoco te afectaron a ti que lo extrajiste de ellas para poderlo contemplar. Su impecabilidad no hace sino reflejar la tuya. Su mansedumbre se vuelve tu fortaleza, y ambos miraréis en vuestro interior gustosamente y veréis la santidad que debe estar ahí por razón de lo que viste en él. Él es el marco en el que está montada tu santidad, y lo que Dios le dio a él tuvo que habérsete dado a ti. Por mucho que él pase por alto la obra maestra en sí mismo y vea sólo un marco de tinieblas, tu única función sigue siendo ver en él lo que él no ve. Y al hacer esto, compartes la visión que contempla a Cristo en lugar de a la muerte.
9. ¿Cómo no iba a complacer al Señor de los Cielos que aprecies Su obra maestra? ¿Qué otra cosa podría hacer sino darte las gracias a ti que amas a Su Hijo como Él lo ama? ¿No te daría a conocer Su Amor sólo con que te unieras a Él para alabar lo que Él ama? Dios ama la Creación como el perfecto Padre que es. Y de esta manera, Su Júbilo es total cuando cualquier parte de Él se une a Sus alabanzas para compartirlo con Él. Este hermano es el perfecto regalo que te hace. Y Dios se siente feliz y agradecido cuando le das las gracias a Su perfecto Hijo por razón de lo que es. Y todo Su agradecimiento y regocijo refulgen sobre ti que haces que Su Júbilo sea total, junto con él. Y así, el tuyo se vuelve total. Aquellos cuya voluntad es que la felicidad del Padre sea absoluta y la suya propia junto con la de Él, no pueden ver ni un solo rayo de obscuridad. Dios Mismo ofrece Su gratitud libremente a todo aquel que comparte Su Propósito. Su Voluntad no es estar solo. Ni la tuya tampoco.
10. Perdona a tu hermano, y no podrás separarte de él ni de su Padre. No necesitas perdón, pues los que son totalmente puros jamás han pecado. Da, entonces, lo que Él te ha dado para que puedas ver que Su Hijo es uno, y dale gracias a su Padre como Él te las da a ti. No creas que Sus alabanzas no son para ti también. Pues lo que tú das es Suyo, y al darlo, comienzas a entender el don que te dio. Dale al Espíritu Santo lo que Él le ofrece al Padre y al Hijo por igual. Nada tiene poder sobre ti excepto Su Voluntad y la tuya, la cual no hace sino extender la Suya. Para eso fuiste creado, al igual que tu hermano, quien es uno contigo.
11. Sois lo mismo, tal como Dios Mismo es Uno, al no estar Su Voluntad dividida. Y no podéis sino tener un solo propósito, puesto que Él os dio el mismo a ambos. Su Voluntad se unifica a medida que unes tu voluntad a la de tu hermano, a fin de que se restaure tu plenitud al ofrecerle a él la suya. No veas en él la pecaminosidad que él ve, antes bien, hónrale para que puedas apreciarte a ti mismo así como a él. Se os ha otorgado a cada uno de vosotros el poder de salvar para que escapar de las tinieblas a la luz sea algo que podáis compartir y para que podáis ver como uno lo que nunca ha estado separado ni excluido de todo el Amor de Dios, el cual Él da a todos por igual.
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