(abreviado como ucdm)
Lucrecia Gamboa
Dalcy Solís
Sindy Pessoa
Hazel Solís
Mike Maher
Un Curso de Milagros
UCDM – Texto – Capítulo 25
I. El vínculo con la Verdad
Capítulo 25 – La justicia de Dios
El vínculo con la Verdad
1. No puede ser difícil llevar a cabo la tarea que Cristo te encomendó, pues es Él Quien la desempeña. Y a medida que la llevas a cabo, aprendes que el cuerpo sólo aparenta ser el medio para ejecutarla. Pues la Mente es Suya. Por lo tanto, tiene que ser tuya. Su santidad dirige el cuerpo por medio de la mente que es una con Él. Y tú te pones de manifiesto ante tu santo hermano tal como él lo hace ante ti. He aquí el encuentro del santo Cristo Consigo Mismo, donde no se percibe ninguna diferencia que se interponga entre ninguno de los aspectos de Su santidad, los cuales se encuentran, se funden y elevan a Cristo hasta Su Padre, íntegro, puro y digno de Su Amor eterno.
2. ¿De qué otra manera podrías poner de manifiesto al Cristo en ti sino contemplando la santidad y viéndolo a Él en ella? La percepción te dice que tú te pones de manifiesto en lo que ves. Si contemplas el cuerpo, creerás que ahí es donde te encuentras tú. Y todo cuerpo que veas te recordará a ti mismo: tu pecaminosidad, tu maldad, pero sobre todo, tu muerte. ¿No aborrecerías e incluso intentarías matar a quien te dijese algo así? El mensaje y el mensajero son uno. Y no puedes sino ver a tu hermano como te ves a ti mismo. Enmarcado en su cuerpo, verás su pecaminosidad, en la que tú te alzas condenado. En su santidad, el Cristo en él se proclama a Sí Mismo como lo que eres tú.
3. La percepción es la elección de lo que quieres ser, del mundo en el que quieres vivir y del estado en el que crees que tu mente se encontrará contenta y satisfecha. La percepción elige dónde crees que reside tu seguridad, de acuerdo con tu decisión. Te revela lo que eres tal como tú quieres ser. Y es siempre fiel a tu propósito, del que nunca se aparta, y no da el más mínimo testimonio de nada que no esté de acuerdo con el propósito de tu mente. Lo que percibes es parte de lo que tienes como propósito contemplar, pues los medios y el fin no están nunca separados. Y así aprendes que lo que parece tener una vida aparte en realidad no tiene vida en absoluto.
4. Tú eres el medio para llegar a Dios; no algo separado, ni con una vida aparte de la Suya. Su Vida se pone de manifiesto en ti que eres Su Hijo. Cada uno de Sus aspectos está enmarcado en santidad y pureza perfectas, y en un amor celestial tan absoluto que sólo anhela liberar todo lo que contempla para que se una a él. Su resplandor brilla a través de cada cuerpo que contempla, y lleva toda la obscuridad de éstos ante la luz al mirar simplemente más allá de ella hacia la luz. El velo se descorre mediante su ternura y nada oculta la faz de Cristo de los que la contemplan. Tu hermano y tú os encontráis ante Él ahora, para dejar que Él descorra el velo que parece manteneros separados y aparte.
5. Puesto que crees estar separado, el Cielo se presenta ante ti como algo separado también. No es que lo esté realmente, sino que se presenta así a fin de que el vínculo que se te ha dado para que te unas a la verdad pueda llegar hasta ti a través de lo que entiendes. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Uno, de la misma manera en que todos tus hermanos están unidos en la verdad cual uno solo. Cristo y Su Padre jamás han estado separados; y Cristo mora en tu entendimiento, en aquella parte de ti que comparte la Voluntad de Su Padre. El Espíritu Santo es el vínculo entre la otra parte—el diminuto y demente deseo de estar separado, de ser diferente y especial—y el Cristo, para hacer que la unicidad le resulte clara a lo que es realmente uno. En este mundo esto no se entiende, pero se puede enseñar.
6. El Espíritu Santo apoya el propósito de Cristo en tu mente, de forma que tu deseo de ser especial pueda ser corregido allí donde se encuentra el error. Debido a que Su propósito sigue siendo el mismo que el del Padre y el del Hijo, Él conoce la Voluntad de Dios, así como lo que tú realmente quieres. Pero esto sólo lo puede comprender la mente que se percibe a sí misma como una y que, consciente de que es una, así lo experimenta. La función del Espíritu Santo es enseñarte cómo experimentar esta unicidad, qué tienes que hacer para conseguirlo y adónde debes dirigirte para lograrlo.
7. De acuerdo con esto, se considera al tiempo y al espacio como si fueran distintos, pues mientras pienses que una parte de ti está separada, el concepto de una unicidad unida cual una sola no tendrá sentido. Es obvio que una mente así de dividida jamás podría ser el Maestro de la Unicidad que une a todas las cosas dentro de Sí. Por lo tanto, lo que está dentro de esta mente, y en efecto une a todas las cosas, no puede sino ser su Maestro. Él necesita, no obstante, utilizar el idioma que dicha mente entiende, debido a la condición en que cree encontrarse. Y tiene que valerse de todo lo que esta mente ha aprendido para transformar las ilusiones en verdad y eliminar todas tus falsas ideas acerca de lo que eres, a fin de conducirte hasta la verdad que se encuentra más allá de ellas. Todo lo cual puede resumirse muy simplemente de la siguiente manera:
Lo que es lo mismo no puede ser diferente y lo que es uno no puede tener partes separadas.
Búsqueda por términos o palabras, ejemplo: lección 137