¡Un Curso de Milagros!

(abreviado como ucdm)

Lucrecia Gamboa

Audio – Texto – Capítulo 19

19.IV.C. La atracción de la muerte

Colaboran

Colabora

Dalcy Solís

Colabora

Sindy Pessoa

Colabora

Hazel Solís

Colabora

Mike Maher

Transcripción Audio

Un Curso de Milagros
UCDM – Texto – Capítulo 19

IV.C. El tercer obstáculo: La atracción de la muerte

Capítulo 19 – La consecución de la paz

Los obstáculos a la paz

El tercer obstáculo: La atracción de la muerte

1. A ti y a tu hermano, en cuya relación especial el Espíritu Santo entró a formar parte, se os ha concedido liberar —y ser liberados—del culto a la muerte. Pues esto fue lo que se os ofreció y vosotros lo aceptasteis. No obstante, tenéis que aprender más acerca de este extraño culto, pues encierra el tercer obstáculo que la paz debe superar. Nadie puede morir a menos que elija la muerte. Lo que parece ser el miedo a la muerte es realmente su atracción. La culpa es asimismo algo temido y temible. Mas no ejerce ningún poder, excepto sobre aquellos que se sienten atraídos por ella y la buscan. Y lo mismo ocurre con la muerte. Concebida por el ego, su tenebrosa sombra se extiende sobre todo ser vivo porque el ego es el “enemigo” de la vida.

2. Mas una sombra no puede matar. ¿Qué es una sombra para los que viven? Basta con que la pasen de largo para que desaparezca. ¿Y qué ocurre con aquellos cuya consagración es no vivir; los “pecadores” enlutados, el lúgubre coro del ego, quienes se arrastran penosamente en dirección contraria a la vida, tirando de sus cadenas y marchando en lenta procesión en honor de su sombrío dictador, señor y amo de la muerte?. Toca a cualquiera de ellos con las dulces manos del perdón y observa cómo desaparecen sus cadenas junto con las tuyas. Ve cómo se despoja del ropaje de luto con el que iba vestido a su propio funeral y óyele reírse de la muerte. Gracias a tu perdón puede escapar de la sentencia que el pecado quería imponerle. Esto no es arrogancia. Es la Voluntad de Dios. ¿Qué podría ser imposible para ti que elegiste que Su Voluntad fuese la tuya? ¿Qué significado podría tener la muerte para ti? Tu dedicación no es a la muerte ni a su amo. Cuando aceptaste el glorioso propósito del Espíritu Santo en vez de el del ego, renunciaste a la muerte y la substituiste por la vida. Ya sabemos que ninguna idea abandona su fuente. Y la muerte es el resultado del pensamiento al que llamamos ego, tan inequívocamente como la vida es el resultado del Pensamiento de Dios.

i. El cuerpo incorruptible

1. El pecado, la culpa y la muerte se originaron en el ego, en clara oposición a la vida, a la inocencia y a la Voluntad de Dios Mismo. ¿Dónde puede hallarse semejante oposición, sino en las mentes enfermizas de los desquiciados, que se han consagrado a la locura y se oponen firmemente a la paz del Cielo? Pero una cosa es segura: Dios, que no creó ni el pecado ni la muerte, no dispone que tú estés aprisionado por ellos. Pues Él no conoce el pecado ni sus resultados. Las figuras amortajadas que marchan en la procesión fúnebre no lo hacen en honor de su Creador, Cuya Voluntad es que vivan. No están acatando Su Voluntad, sino oponiéndose a ella.

2. ¿Y qué es ese cuerpo vestido de negro que quieren enterrar? Es un cuerpo que ellos consagraron a la muerte, un símbolo de corrupción, un sacrificio al pecado, ofrecido a éste para que se cebe en él y, de este modo, siga viviendo; algo condenado, maldecido por su hacedor y lamentado por todos los miembros de la procesión fúnebre que se identifican con él. Tú que crees haber sentenciado al Hijo de Dios a esto eres arrogante. Pero tú que quieres liberarlo no haces sino honrar la Voluntad de su Creador. La arrogancia del pecado, el orgullo de la culpa, el sepulcro de la separación son todos parte de tu consagración a la muerte, lo cual aún no has reconocido. La purpurina de culpa con la que revestiste al cuerpo no haría sino destruirlo. Pues lo que el ego ama, lo mata por haberle obedecido. Pero no puede matar a lo que no lo obedece.

3. Tienes otra consagración que puede mantener al cuerpo incorrupto y en perfectas condiciones mientras sea útil para tu santo propósito. El cuerpo es tan incapaz de morir como de sentir. No hace nada. De por sí, no es ni corruptible ni incorruptible. No es nada. Es el resultado de una insignificante y descabellada idea de corrupción que puede ser corregida. Pues Dios ha contestado a esta idea demente con una idea Suya, una Respuesta que no se ha alejado de Él y que, por lo tanto, lleva al Creador a la conciencia de toda mente que haya oído Su Respuesta y la haya aceptado.

4. A ti que estás dedicado a lo incorruptible se te ha concedido, mediante tu aceptación, el poder de liberar de la corrupción. ¿Qué mejor manera puede haber de enseñarte el primer principio fundamental de un curso de milagros, que mostrándote que el que parece ser más difícil se puede lograr primero? El cuerpo no puede hacer otra cosa que servir a tu propósito. Tal como lo consideres, eso es lo que te parecerá que es. La muerte, de ser real, supondría la ruptura final y absoluta de la comunicación, lo cual es el objetivo del ego.

5. Aquellos que tienen miedo de la muerte no ven con cuánta frecuencia y con cuánta fuerza claman por ella, implorándole que venga a salvarlos de la comunicación. Pues consideran que la muerte es un refugio: el gran salvador tenebroso que libera de la luz de la verdad, la respuesta a la Respuesta, lo que acalla la Voz que habla en favor de Dios. Sin embargo, abandonarte a la muerte no pone fin al conflicto. Sólo la Respuesta de Dios es su fin. El obstáculo que tu aparente amor por la muerte supone y que la paz debe superar parece ser muy grande. Pues en él yacen ocultos todos los secretos del ego, todas sus insólitas artimañas, todas sus ideas enfermizas y sus extrañas imaginaciones. En él radica la ruptura final de la unión, el triunfo de lo que el ego ha fabricado sobre la Creación de Dios, la victoria de lo que no tiene vida sobre la Vida Misma.

6. Bajo el polvoriento contorno de su mundo distorsionado, el ego quiere dar sepultura al Hijo de Dios, a quien ordenó asesinar y en cuya putrefacción reside la prueba de que Dios Mismo es impotente ante el poderío del ego e incapaz de proteger la vida que Él creó contra el cruel deseo de matar del ego. Hermano mío, Criatura de Dios, esto no es más que un sueño de muerte. No hay funeral ni altares tenebrosos; no hay mandamientos siniestros ni distorsionados ritos de condena a los que el cuerpo te pueda conducir. No pidas que se te libere de eso. Más bien, libera al cuerpo de las despiadadas e inexorables órdenes a las que lo sometiste y perdónalo por lo que tú le ordenaste hacer. Al exaltarlo lo condenaste a morir, pues sólo la muerte podía derrotar a la vida. ¿Y qué otra cosa, sino la demencia, podría percibir la derrota de Dios y creer que es real?

7. El miedo a la muerte desaparecerá a medida que la atracción que ejerce ceda ante la verdadera atracción del amor. El final del pecado, que anida quedamente en la seguridad de tu relación, protegido por tu unión con tu hermano y listo para convertirse en una poderosa fuerza al servicio de Dios está muy cerca. El amor protege celosamente los primeros pasos de la salvación, la resguarda de cualquier pensamiento que la pudiera atacar y la prepara silenciosamente para cumplir la imponente tarea para la que se te concedió. Los ángeles dan sustento a tu recién nacido propósito, el Espíritu Santo le da abrigo y Dios Mismo vela por él. No tiene necesidad de que lo protejas; él es tu protección. Pues es inmortal, y en él reside el final de la muerte.

8. ¿Qué peligro puede asaltar al que es completamente inocente? ¿Qué puede atacar al que está libre de culpa? ¿Qué temor podría venir a perturbar la paz de la impecabilidad * misma? Si bien lo que se te ha concedido todavía se encuentra en su infancia, está en completa comunicación con Dios y contigo. En sus diminutas manos se encuentran, perfectamente a salvo, todos los milagros que has de obrar y te los ofrece. El milagro de la vida es eterno, y aunque ha nacido en el tiempo, se le da sustento en la eternidad. Contempla a ese tierno infante, al que diste un lugar de reposo al perdonar a tu hermano, y ve en él la Voluntad de Dios. He aquí el bebé de Belén renacido. Y todo aquel que le dé abrigo lo seguirá, no a la cruz, sino a la resurrección y a la vida.

9. Cuando alguna cosa te parezca ser una fuente de miedo, cuando una situación te llene de pavor y haga que tu cuerpo se estremezca y que el frio sudor del terror lo envuelva, recuerda que siempre es por la misma razón: el ego ha percibido la situación como un símbolo de miedo; como un signo de pecado y de muerte. Recuerda entonces que ni el signo ni el símbolo se deben confundir con su fuente, pues deben representar algo distinto de ellos mismos. Su significado no puede residir en ellos, sino que se debe buscar en aquello que representan. Y así, puede que no signifiquen nada o que lo signifiquen todo, dependiendo de la verdad o falsedad de la idea que reflejan. Cuando te enfrentes con tal aparente incertidumbre con respecto al significado de algo, no juzgues la situación. Recuerda la santa Presencia de Aquel que se te dio para que fuera la Fuente del juicio. Pon la situación en Sus manos para que Él la juzgue por ti y di:

Te entrego esto para que lo examines y juzgues por mí.

Que no lo vea como un signo de pecado y de muerte ni lo use para destruir.

Enséñame a no hacer de ello un obstáculo para la paz, sino a dejar que Tú lo uses por mí para facilitar su llegada.

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