(abreviado como ucdm)
Lucrecia Gamboa
Dalcy Solís
Sindy Pessoa
Hazel Solís
Mike Maher
Un Curso de Milagros
UCDM – Texto – Capítulo 18
IV. La pequeña dosis de buena voluntad
Capítulo 18 – El final del sueño
La pequeña dosis de buena voluntad
1. El instante santo es el resultado de tu decisión de ser santo. Es la respuesta. Desearlo y estar dispuesto a que llegue precede su llegada. Preparas tu mente para él en la medida en que reconoces que lo deseas por encima de todas las cosas. No es necesario que hagas nada más; de hecho, es necesario que comprendas que no puedes hacer nada más. No te empeñes en darle al Espíritu Santo lo que Él no te pide o, de lo contrario, creerás que el ego forma parte de Él y confundirás a uno con el otro. El Espíritu Santo pide muy poco. Él es Quien aporta la grandeza y el poder. Él se une a ti para hacer que el instante santo sobrepase con mucho tu entendimiento. Darte cuenta de lo poco que tienes que hacer es lo que le permite a Él dar tanto.
2. No confíes en tus buenas intenciones, pues tener buenas intenciones no es suficiente. Pero confía implícitamente en tu buena voluntad, independientemente de lo que pueda presentarse. Concéntrate sólo en ella y no dejes que el hecho de que esté rodeada de sombras te perturbe. Ésa es la razón por la que viniste. Si hubieses podido venir sin ellas no tendrías necesidad del instante santo. No vengas a él con arrogancia, dando por sentado que tienes que alcanzar de antemano el estado que sólo su llegada produce. El milagro del instante santo reside en que estés dispuesto a dejarlo ser lo que es. Y en esa muestra de buena voluntad reside también tu aceptación de ti mismo tal como Dios dispuso que fueras.
3. La humildad jamás te pedirá que te conformes con la pequeñez. Pero sí requiere que no te conformes con nada que no sea la grandeza que no procede de ti. La dificultad que tienes con el instante santo procede de tu arraigada convicción de que no eres digno de él. ¿Y qué es eso sino la decisión de ser lo que tú quisieras hacer de ti mismo? Dios no creó Su morada indigna de Él. Y si crees que no puede entrar allí donde desea estar, debes estar oponiéndote a Su Voluntad. No es necesario que la fuerza de tu buena voluntad proceda de ti, sino únicamente de Su Voluntad.
4. El instante santo no procede únicamente de tu pequeña dosis de buena voluntad. Es siempre el resultado de combinar tu buena voluntad con el poder ilimitado de la Voluntad de Dios. Estabas equivocado al pensar que era necesario que te preparases para Él. Es imposible hacer arrogantes preparativos para la santidad sin creer que es a ti a quien le corresponde establecer las condiciones de la paz. Dios las ha establecido ya, y para ser lo que son no dependen de tu buena voluntad. Ésta es necesaria sólo para poder enseñarte lo que son. Si sostienes que no eres digno de aprender esto, estarás interfiriendo en la lección al creer que tienes que hacer que el alumno sea diferente. Tú no lo creaste ni tampoco puedes cambiarlo. ¿Cómo ibas a obrar primero un milagro por tu cuenta, y luego esperar a que se haga uno por ti?
5. Limítate simplemente a hacer la pregunta. La respuesta se te dará. No trates de contestarla; trata simplemente de recibir la respuesta tal como se te dé. Al prepararte para el instante santo, no intentes hacerte santo de antemano a fin de estar listo para él. Eso sería confundir tu papel con el de Dios. La Expiación no puede llegarles a los que piensan que primero tienen que expiar, sino sólo a aquellos que simplemente le ofrecen su buena voluntad para de este modo hacer posible su llegada. La purificación es algo que es únicamente propio de Dios y, por lo tanto, es para ti. En vez de tratar de prepararte para Él, trata de pensar de esta manera:
Yo que soy anfitrión de Dios, soy digno de Él.
Aquel que estableció Su morada en mí la creó como Él quiso que fuera.
No es necesario que la prepare para Él, sino tan sólo que no interfiera en Su plan para restaurar en mí la conciencia de que estoy listo, estado éste que es eterno.
No tengo que añadir nada a Su plan.
Mas para aceptarlo, tengo que estar dispuesto a no substituirlo por el mío.
6. Y eso es todo. Añade algo más, y estarás simplemente desvirtuando lo poco que se te pide. Recuerda que fuiste tú quien inventó la culpa, y que tu plan para escapar consiste en llevar la Expiación ante ella y hacer que la salvación parezca temible. Y si intentas prepararte a ti mismo para el amor, lo único que harás será incrementar tu miedo. La preparación para el instante santo le corresponde a Aquel que lo da. Entrégate a Aquel Cuya función es la liberación. No usurpes Su función. Dale sólo lo que te pide, para que puedas aprender cuán ínfimo es tu papel y cuán grande el Suyo.
7. Esto es lo que hace que el instante santo sea algo tan fácil y natural. Haces que sea difícil porque insistes en que debe haber algo más que tú tienes que hacer. Te resulta difícil aceptar la idea de que sólo necesitas dar un poco para recibir mucho. Y te resulta muy difícil entender que no es un insulto personal el que haya tal desproporción entre tu aportación y la del Espíritu Santo. Todavía estás convencido de que tu entendimiento constituye una poderosa aportación a la verdad y de que hace que ésta sea lo que es. Mas hemos subrayado que no tienes que comprender nada. La salvación es fácil de alcanzar precisamente porque no te pide nada que no puedas dar ahora mismo.
8. No te olvides de que fue tu decisión hacer que todo lo que es natural y fácil, para ti fuese imposible. Si crees que el instante santo es algo difícil, es porque te has erigido en árbitro de lo que es posible y aún no estás dispuesto a cederle el lugar a Uno que sabe. La creencia según la cual hay grados de dificultad en los milagros se basa en eso. Todo lo que Dios dispone no sólo es posible, sino que ya ha tenido lugar. Por eso es por lo que el pasado ha desaparecido. En realidad nunca tuvo lugar. Lo único que es necesario es deshacerlo en tu mente, que sí creyó que tuvo lugar.
Búsqueda por términos o palabras, ejemplo: lección 137