¡Un Curso de Milagros!

(abreviado como ucdm)

Lucrecia Gamboa

Audio – Texto – Capítulo 18

18.III. Luz en el sueño

Colaboran

Colabora

Dalcy Solís

Colabora

Sindy Pessoa

Colabora

Hazel Solís

Colabora

Mike Maher

Transcripción Audio

Un Curso de Milagros
UCDM – Texto – Capítulo 18

III. Luz en el sueño

Capítulo 18 – El final del sueño

Luz en el sueño

1. Tú que te has pasado la vida llevando la verdad a la ilusión y la realidad a la fantasía, has estado recorriendo el camino de los sueños. Pues has pasado de la condición de estar despierto a la de estar dormido, y de ahí te has ido sumergiendo en un sueño aún más y más profundo. Cada sueño te ha llevado a otros sueños, y cada fantasía que parecía arrojar luz sobre la obscuridad no ha hecho sino hacerla aún más tenebrosa. Tu meta era la obscuridad, en la que ningún rayo de luz pudiera penetrar. Y buscabas una negrura tan absoluta, que pudiese mantenerte oculto de la verdad para siempre en un estado de completa demencia. Mas de lo que te olvidabas era de que Dios no puede destruirse a Sí Mismo. La luz se encuentra en ti. La obscuridad puede envolverla, pero no puede apagarla.

2. Según se aproxime la luz te lanzarás a la obscuridad huyendo de la verdad, refugiándote algunas veces en cosas menos temibles y otras, en el terror más absoluto. Pero avanzarás, pues tu objetivo es pasar del miedo a la verdad. La meta que aceptaste es la meta del conocimiento, y esto lo demuestra tu buena voluntad. El miedo parece habitar en la obscuridad, y cuando tienes miedo es que has retrocedido. Unámonos inmediatamente en un instante de luz y eso será suficiente para recordarte que tu meta es la Luz.

3. La verdad se lanzó a tu encuentro desde el momento en que la invocaste. Si supieras Quién camina a tu lado por la senda que has escogido, sería imposible que pudieras experimentar miedo. No lo sabes porque tu viaje hacia la obscuridad ha sido largo y penoso, y te has adentrado muy profundamente en ella. Un ligero parpadeo, después de haber tenido los ojos cerrados por tanto tiempo, no ha sido suficiente para hacer que tengas confianza en ti mismo, a quien por tanto tiempo has despreciado. Te diriges hacia el amor odiándolo todavía y terriblemente atemorizado del juicio que pueda tener de ti. Y no te das cuenta de que no es del amor de lo que tienes miedo, sino únicamente de lo que tú has hecho de él. Estás avanzando hacia el significado del amor y alejándote de todas las ilusiones con las que lo habías revestido. Cuando te refugias en lo ilusorio tu miedo se agudiza, pues no hay duda de que lo que crees que ello significa es aterrador. Mas ¿qué importancia puede tener eso para nosotros que viajamos llenos de confianza y a toda velocidad más allá del miedo?

4. Tú que tomas de la mano a tu hermano tomas también la mía, pues cuando os unisteis no estabais solos. ¿Crees acaso que yo te iba a dejar en las tinieblas que acordaste abandonar conmigo? En tu relación radica la luz de este mundo. Y el miedo no puede sino desaparecer de tu vista ahora. No caigas en la tentación de quitarle a tu hermano el regalo de fe que le ofreciste. Lo único que conseguirías con ello sería asustarte a ti mismo. El regalo se dio para siempre, pues Dios Mismo lo aceptó. No puedes quitárselo ahora. Has aceptado a Dios. La santidad de tu relación quedó establecida en el Cielo. No entiendes lo que aceptaste, pero recuerda que tu entendimiento no es necesario. Lo único que se necesitó fue simplemente tu deseo de entender. Ese deseo fue el de ser santo. La Voluntad de Dios se te concede, pues lo único que deseas es lo que siempre tuviste o lo que siempre fuiste.

5. Cada instante que pasemos juntos te enseñará que este objetivo es posible, y fortalecerá tu deseo de alcanzarlo. Y en tu deseo reside su logro. Tu deseo está ahora completamente de acuerdo con todo el poder de la voluntad del Espíritu Santo. Ningún paso corto y vacilante que des puede hacer que tu deseo se aparte de Su voluntad o de Su fortaleza. Puedes estar tan seguro de que yo te llevo de la mano como de que tú estuviste de acuerdo en llevar de la mano a tu hermano. No os separaréis, pues yo estoy con vosotros y camino con vosotros en vuestro avance hacia la verdad. Y dondequiera que vamos, llevamos a Dios con nosotros.

6. Te has unido a mí en tu relación para llevarle el Cielo al Hijo de Dios, que se ocultó en la obscuridad. Has estado dispuesto a llevar la obscuridad a la luz, y eso ha fortalecido a cada uno de los que de otro modo permanecerían en la obscuridad. Los que quieran ver verán. Y se unirán a mí para llevar su luz a la obscuridad cuando la obscuridad que hay en ellos haya sido llevada ante la luz y eliminada para siempre. La necesidad que tengo de ti que te has unido a mí en la santa luz de tu relación, es la misma que tienes tú de salvación. ¿Cómo no iba yo a darte a ti lo que tú me diste a mí? Pues en el momento en que te uniste a tu hermano, me respondiste.

7. Tú que eres ahora el portador de la salvación, tienes la función de llevar la luz a la obscuridad. La obscuridad en ti se llevó a la luz. Lleva esa luz ahora a la obscuridad, desde el instante santo a donde la llevaste. Nos completamos cuando deseamos completar. No dejes que el tiempo te preocupe, pues todo miedo que tú y tu hermano podáis experimentar procede realmente del pasado. El tiempo ha sido reajustado para ayudarnos a lograr, juntos, lo que vuestros pasados separados habrían impedido. Habéis transcendido el miedo, pues dos mentes no pueden unirse en su deseo de amor sin que el amor se una a ellas.

8. Ni una sola luz en el Cielo deja de acompañaros. Ni uno solo de los rayos que brillan para siempre en la Mente de Dios deja de iluminaros. El Cielo se ha unido a vosotros en vuestro avance hacia él. Si se han unido a vosotros luces tan potentes que infunden a la pequeña chispa de vuestro deseo el Poder de Dios Mismo, ¿cómo podríais seguir en la obscuridad? Tú y tu hermano estáis retornando a casa juntos después de un largo e insensato viaje que emprendisteis por separado y que no os condujo a ninguna parte. Has encontrado a tu hermano, y cada uno de vosotros alumbrará el camino del otro. Y partiendo de esa luz, los Grandes Rayos se extenderán hacia atrás hasta la obscuridad y hacia adelante hasta Dios para desvanecer con su resplandor el pasado, y así dar lugar a Su eterna Presencia en la que todo resplandece en la Luz.

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