¡Un Curso de Milagros!

(abreviado como ucdm)

Lucrecia Gamboa

Audio – Texto – Capítulo 17

17.VII. La invocación a la fe

Colaboran

Colabora

Dalcy Solís

Colabora

Sindy Pessoa

Colabora

Hazel Solís

Colabora

Mike Maher

Transcripción Audio

Un Curso de Milagros
UCDM – Texto – Capítulo 17

VII. La invocación a la fe

Capítulo 17 – El perdón y la relación santa

La invocación a la fe

1. Los substitutos de cualquier aspecto de una situación son los testigos de tu falta de fe. Demuestran que no creíste que la situación y el problema estuviesen en el mismo lugar. El problema era la falta de fe, y esto es lo que demuestras cuando lo separas de su fuente y lo pones en otro lugar. Y por consiguiente, no lo puedes ver. De no haberte faltado la fe de que podía ser resuelto, el problema habría desaparecido. Y la situación habría tenido sentido para ti porque se habría eliminado cualquier interferencia que hubiese impedido que la entendieras. Trasladar el problema a otro lugar es perpetuarlo, pues te desentiendes de él y haces que sea irresoluble.

2. No hay ningún problema que la fe no pueda resolver. Si trasladas cualquier aspecto de un problema a otro lugar, harás que sea imposible solventarlo. Pues si trasladas parte del problema a otro lugar, el significado del problema inevitablemente se pierde, y la solución del problema radica en su significado. ¿No es posible acaso que todos tus problemas ya se hayan resuelto, pero que tú te hayas excluido a ti mismo de la solución? La fe, no obstante, tiene que estar donde algo se ha consumado, y donde tú ves que se consumó.

3. Una situación es una relación, pues es una confluencia de pensamientos. Si se perciben problemas, es porque se cree que los pensamientos están en conflicto. Mas si el objetivo es la verdad, eso es imposible. Alguna idea relacionada con el cuerpo tuvo que haberse inmiscuido, ya que las mentes no pueden atacar. Pensar en cuerpos indica falta de fe, pues los cuerpos no pueden solventar nada. El que se inmiscuyan en la relación—lo cual es un error acerca de lo que piensas de la situación—es lo que entonces se convierte en la justificación de tu falta de fe. Cometerás este error, pero no dejes que ello sea motivo de preocupación para ti. El error no importa. La falta de fe que se lleva ante la fe nunca será un escollo para la verdad. Pero usar la falta de fe contra la verdad siempre destruirá la fe. Si te falta fe, pide que se te restituya allí donde se perdió, y no intentes que se te indemnice por ella en otra parte, como si se te hubiese privado injustamente de ella.

4. Únicamente lo que tú no has dado es lo que puede faltar en cualquier situación. Pero recuerda esto: la santidad fue la meta que se fijó para tu relación, y no fuiste tú quien lo hizo. No fuiste tú quien la fijó porque la santidad no se puede ver excepto mediante la fe, y tu relación no era santa por razón de la limitada y reducida fe que tenías en tu hermano. Tu fe tiene que aumentar para poder alcanzar la meta que se ha fijado. La realidad de la meta facilitará eso, pues te permitirá ver que la paz y la fe no vienen por separado. ¿Cómo podrías estar en una situación sin tener fe y al mismo tiempo serle fiel a tu hermano?

5. Cada situación en la que te encuentras no es más que un medio para satisfacer el propósito que se estableció para tu relación. Si la ves como algo diferente, es que te falta fe. No hagas uso de esa falta de fe. Deja que se presente y obsérvala con calma, pero no hagas uso de ella. La falta de fe es la sierva de lo ilusorio y es totalmente fiel a su amo. Haz uso de ella, y te llevará directamente a las ilusiones. No te sientas tentado por lo que te ofrece. La falta de fe no supone ningún obstáculo para el objetivo, sino sólo para el valor que éste tiene para ti. No aceptes la ilusión de paz que te ofrece, sino que, por el contrario, contempla su ofrecimiento y reconoce que es una ilusión.

6. El objetivo de la ilusión está tan estrechamente vinculado a la falta de fe como la fe lo está a la verdad. Si pones en duda que alguien pueda desempeñar su papel, y desempeñarlo perfectamente en cualquier situación entregada de antemano a la verdad, es que la entrega no fue absoluta. Esto significa que no has tenido fe en tu hermano y que has usado tu falta de fe contra él. Ninguna relación es santa a menos que su santidad la acompañe a todas partes. De la misma manera en que la santidad y la fe van de la mano, así su fe tiene también que acompañarla a todas partes. La realidad del objetivo inspirará y obrará cualquier milagro que sea necesario para su logro. Cualquier cosa, tanto si es demasiado grande como demasiado pequeña, demasiado débil o demasiado apremiante, será puesta dulcemente a su servicio para apoyar su propósito. El universo la servirá gustosamente, tal como ella sirve al universo. Pero no interfieras.

7. El poder que se ha depositado en ti, en quien se ha establecido el objetivo del Espíritu Santo, transciende tanto tu limitada concepción de lo infinito, que no tienes idea de la magnitud de la fuerza que te acompaña. Y puedes usar esta fuerza con perfecta seguridad. No obstante, a pesar de su extraordinario poder, tan grande que se extiende allende las estrellas hasta el universo que se encuentra aún más allá, tu insignificante falta de fe la puede neutralizar, si prefieres valerte de ella en lugar de la fuerza que te acompaña.

8. Considera, no obstante, lo que sigue a continuación, y descubre la causa de tu falta de fe: crees que la razón por la que tienes algo contra tu hermano es por lo que él te hizo a ti. Mas por lo que realmente lo culpas es por lo que tú le hiciste a él. No le guardas rencor por su pasado, sino por el tuyo. Y no tienes fe en él debido a lo que tú fuiste. Tú eres, sin embargo, tan inocente de ello como lo es él. Lo que nunca existió no tiene causa ni está ahí para obstruir a la verdad. La falta de fe no tiene causa; la fe, en cambio, sí tiene Causa. Esa Causa ha entrado a formar parte de toda situación que comparta Su propósito. La luz de la verdad brilla desde el centro de la situación y ejerce influencia sobre todos aquellos a quienes el propósito de la situación llama. Y llama a todo el mundo. No hay situación que no incluya toda tu relación, todos sus aspectos y todas sus partes. No puedes excluir ningún aspecto de ti mismo y esperar que la situación siga siendo santa. Pues ese aspecto comparte el propósito de tu relación en su totalidad y deriva su significado de ella.

9. A menos que la fe que tienes en tu hermano te acompañe en toda situación, serás infiel a tu relación. Tu fe exhortará a los demás a que compartan tu propósito, tal como el propósito en sí invocó la fe en ti. Y verás los medios que una vez empleaste para que te condujeran a las ilusiones, transformados en medios que te conducen a la verdad. La verdad invoca la fe, y la fe le hace sitio a la verdad. Cuando el Espíritu Santo cambió el propósito de tu relación al intercambiar el tuyo por el Suyo, el objetivo que estableció en ella se extendió a toda situación en la que alguna vez puedas verte envuelto. Y así liberó del pasado todas las situaciones que éste habría desprovisto de significado.

10. Invocas la fe por razón de Aquel que te acompaña en toda situación. Ya no estás completamente loco ni tampoco solo. Pues la idea de que en Dios puede haber soledad no puede sino ser un sueño. Tú, cuya relación comparte el objetivo del Espíritu Santo, has sido alejado de la soledad porque la verdad ha llegado. Su invocación a la fe es poderosa. No uses tu falta de fe contra la verdad, pues ésta te exhorta a que te salves y a que estés en paz.

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