¡Un Curso de Milagros!

(abreviado como ucdm)

Lucrecia Gamboa

Audio – Texto – Capítulo 16

16.VI. El puente que conduce al mundo real

Colaboran

Colabora

Dalcy Solís

Colabora

Sindy Pessoa

Colabora

Hazel Solís

Colabora

Mike Maher

Transcripción Audio

Un Curso de Milagros
UCDM – Texto – Capítulo 16

VI. El puente que conduce al mundo real

Capítulo 16- El perdón de las ilusiones

El puente que conduce al mundo real

1. Ir en busca de una relación especial es señal de que te equiparas con el ego y no con Dios, pues la relación especial sólo tiene valor para el ego. Para él, a no ser que una relación tenga valor especial, no tiene ningún significado, pues para el ego todo amor es especial. Esto, sin embargo, no puede ser natural, pues es diferente de la relación que Dios tiene con Su Hijo, y toda relación que no sea como ésa es necesariamente antinatural. Pues Dios creó el amor tal como Él quería que fuera, y lo dio tal como es. El amor no tiene ningún significado excepto el que su Creador le otorgó mediante Su Voluntad. Es imposible definirlo de otra manera y entenderlo.

2. El amor es libertad. Ir en su busca encadenándote a ti mismo es separarte de él. ¡Por el Amor de Dios, no sigas buscando la unión en la separación ni la libertad en el cautiverio! Según concedas libertad, serás liberado. No te olvides de esto o, de lo contrario, el amor será incapaz de encontrarte y ofrecerte consuelo.

3. Hay una manera en que el Espíritu Santo te pide que le prestes tu ayuda si quieres disponer de la Suya. El instante santo es el recurso más útil de que Él dispone para protegerte de la atracción de la culpabilidad, que es el verdadero señuelo de la relación especial. No te das cuenta de que ése es el verdadero atractivo de la relación especial, debido a que el ego te ha enseñado que la libertad reside en ella. Sin embargo, mientras más detenidamente examines la relación especial, más claro te resultará que no puede sino fomentar la culpabilidad y que, por lo tanto, no puede sino aprisionar.

4. La relación especial no significa nada sin un cuerpo. Si le atribuyes valor a la relación especial, tienes que atribuírselo también al cuerpo. Y no podrás sino conservar aquello a lo que atribuyas valor. La relación especial es un recurso para limitar tu Ser a un cuerpo, y para limitar la percepción que tienes de los demás a los suyos. Si pudieses ver los Grandes Rayos, éstos te demostrarían que la relación especial no tiene absolutamente ningún valor. Pues al verlos, el cuerpo desaparecería, ya que perdería su valor. Y de este modo, perderías todo tu interés en verlo.

5. Ves el mundo al que atribuyes valor. A este lado del puente ves un mundo de cuerpos separados que buscan unirse unos con otros en uniones exclusivas, y convertirse en uno solo a costa de la pérdida que ambos sufren. Cuando dos individuos intentan convertirse en uno solo están tratando de reducir su grandeza. Cada uno quiere negar su poder, pues una unión exclusiva excluye al universo. Se deja afuera mucho más de lo que se admite adentro, pues se deja a Dios afuera y no se admite nada adentro. Si una sola de esas uniones se estableciera con perfecta fe, el universo entraría a formar parte de ella. Mas la relación especial que el ego persigue no incluye ni siquiera un solo individuo en su totalidad. El ego sólo quiere parte de él, y ve sólo esa parte y nada más.

6. ¡Qué diferentes son las cosas al otro lado del puente! Durante algún tiempo se sigue viendo el cuerpo, pero ya no es lo único que se ve, como ocurre aquí. La pequeña chispa que contiene los Grandes Rayos también es visible, y no puede ser confinada a la pequeñez por mucho más tiempo. Una vez que hayas cruzado el puente, el valor del cuerpo disminuirá tanto ante tus ojos, que ya no tendrás ninguna necesidad de enaltecerlo. Pues te darás cuenta de que su único valor es el de permitirte llevar a tus hermanos contigo hasta el puente, para allí ser liberados juntos.

7. El puente en sí no es más que una transición en la perspectiva que se tiene de la realidad. A este lado ves todo sumamente distorsionado y desde una perspectiva errónea. Lo que es pequeño e insignificante se enaltece, y a lo que es fuerte y poderoso no se le concede ningún valor. Durante la transición hay un período de confusión en el que es posible experimentar una sensación muy real de desorientación. No tengas miedo de esto, pues lo único que significa es que has estado dispuesto a abandonar el marco de referencia distorsionado que parecía mantener a tu mundo intacto. Este marco de referencia está construido en torno a la relación especial. Sin esta ilusión, no seguirías buscando ningún significado aquí.

8. No temas que se te vaya a elevar y a arrojar abruptamente a la realidad. El tiempo es benévolo, y si lo usas en beneficio de la realidad se ajustará al ritmo de tu transición. Lo único que es urgente es desencajar a tu mente de la posición fija que ha adoptado aquí. Ello no te dejará desamparado ni desprovisto de un marco de referencia. El período de desorientación, que precede a la transición en sí, es mucho más corto que el tiempo que tardaste en fijar tu mente tan firmemente en las ilusiones. Cualquier demora te hará ahora más daño que antes, debido únicamente a que te das cuenta de que es una demora y de que realmente es posible escapar del dolor. En lugar de desesperación, halla esperanza y consuelo en esto: muy pronto ya no podrás encontrar en ninguna relación especial aquí ni siquiera la ilusión de amor, pues ya no estás completamente loco y no tardarás mucho en reconocer la culpabilidad que te produce traicionarte a ti mismo.

9. Nada que procures fortalecer en la relación especial es realmente parte de ti. Y no puedes conservar parte del sistema de pensamiento que te enseñó que la relación especial es real, y entender el Pensamiento que sabe lo que eres. Le has permitido al Pensamiento de tu realidad entrar en tu mente, y puesto que lo invitaste, morará contigo. Tu amor por él no permitirá que te traiciones a ti mismo, y no podrás entablar ninguna relación en la que dicho pensamiento no te acompañe, pues no desearás estar separado de él.

10. Alégrate de haber escapado de la parodia de salvación que el ego te ofrecía, y no mires atrás con nostalgia a la farsa que hacía de tus relaciones. Ahora nadie tiene que sufrir, pues has llegado demasiado lejos como para sucumbir a la ilusión de que la culpa es algo bello y santo. Sólo los que son completamente dementes podrían contemplar la muerte y el sufrimiento, la enfermedad y la desesperanza, y considerarlos bellos y santos. Lo que la culpa ha forjado es feo, temible y muy peligroso. No veas ninguna ilusión de verdad y belleza en ello. Y siéntete agradecido de que haya un lugar donde la verdad y la belleza te aguardan. Ve gustosamente a su encuentro y descubre lo mucho que te espera por el simple hecho de estar dispuesto a abandonar lo que no es nada precisamente porque no es nada.

11. La nueva perspectiva que adquirirás al cruzar el puente será el entendimiento de dónde se encuentra el Cielo. Desde este lado parece encontrarse fuera de ti y al otro lado del puente. Pero al cruzarlo para unirte al Cielo, éste se unirá a ti y os volveréis uno. Y pensarás, con feliz asombro, que a cambio de todo esto renunciaste a lo que no era nada. El júbilo del Cielo, que no tiene límites, aumenta con cada luz que regresa a ocupar el lugar que le corresponde en él. ¡Por el Amor de Dios y por el tuyo propio, no te demores más! ¡Y qué el instante santo te acelere en tu camino, como indudablemente lo hará sólo con que lo dejes llegar a ti!

12. El Espíritu Santo sólo te pide este pequeño favor: que cada vez que tus pensamientos se desvíen hacia una relación especial que todavía te atraiga, te unas a Él en un instante santo y ahí le permitas liberarte. Lo único que necesita es que estés dispuesto a compartir Su perspectiva para que Él te la conceda en su totalidad. Y no tienes que estar completamente dispuesto porque Él lo está. Su tarea es expiar tu renuencia mediante Su perfecta fe, y es Su fe la que tú compartes con Él en el instante santo. Como resultado de reconocer que no estás dispuesto a ser liberado, se te ofrece la perfecta buena voluntad de la que Él goza. lnvócale, pues el Cielo responde a Su llamada. Y permite que Él invoque al Cielo por ti.

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