¡Un Curso de Milagros!

(abreviado como ucdm)

Lucrecia Gamboa

Audio – Texto – Capítulo 13

13.V. Las dos emociones

Colaboran

Colabora

Dalcy Solís

Colabora

Sindy Pessoa

Colabora

Hazel Solís

Colabora

Mike Maher

Transcripción Audio

Un Curso de Milagros
UCDM – Texto – Capítulo 13

V. Las dos emociones

Capítulo 13 – El mundo inocente

Las dos emociones

1. Dije anteriormente que sólo puedes experimentar dos emociones: amor y miedo. Una de ellas es inmutable aunque se intercambia continuamente, al ser ofrecida por lo Eterno a lo eterno. Por medio de este intercambio es como se extiende, pues aumenta al darse. La otra adopta muchas formas, ya que el contenido de las fantasías individuales difiere enormemente. Mas todas ellas tienen algo en común: son todas dementes. Están compuestas de imágenes que no se pueden ver y de sonidos que no se pueden oír. Constituyen un mundo privado que no se puede compartir. Pues únicamente tienen sentido para su hacedor y, por consiguiente, no tienen sentido en absoluto. En este mundo su hacedor ronda solo, ya que únicamente él las percibe.

2. Cada cual puebla su mundo de figuras procedentes de su pasado individual, y ésa es la razón de que los mundos privados difieran tanto entre sí. No obstante, las imágenes que cada cual ve jamás han sido reales, pues están compuestas únicamente de sus reacciones hacia sus hermanos y no incluyen las reacciones de éstos hacia él. No se da cuenta, por lo tanto, de que él mismo las forjó y de que están incompletas. Pues dichas figuras no tienen testigos, al ser percibidas únicamente por una mente separada.

3. A través de estas extrañas y sombrías figuras es como los que no están cuerdos se relacionan con su mundo demente. Pues sólo ven a aquellos que les recuerdan esas imágenes, y es con ellas con las que se relacionan. Por lo tanto, se comunican con los que no están ahí y son éstos quienes les contestan. Mas nadie oye su respuesta, excepto aquel que los invocó, y sólo él cree que le contestaron. La proyección da lugar a la percepción, y no puedes ver más allá de ella. Has atacado a tu hermano una y otra vez porque viste en él una sombría figura de tu mundo privado. Y así, no puedes sino atacarte a ti mismo primero, pues lo que atacas no está en los demás. La única realidad de lo que atacas se encuentra en tu mente, de modo que, al atacar a otros, estás literalmente atacando algo que no está ahí.

4. Los que viven engañados pueden ser muy destructivos, pues no se dan cuenta de que se han condenado a sí mismos. No desean morir, sin embargo no dejan de condenar. De esta manera, cada uno se aísla en su propio mundo, en el que reina el desorden y en el que lo que está dentro aparenta estar fuera. Mas no ven lo que está dentro, pues no pueden reconocer la realidad de sus hermanos.

5. Sólo puedes experimentar dos emociones, pero en tu mundo privado reaccionas ante cada una de ellas como si se tratara de la otra. El amor no puede residir en un mundo aparte, donde no se le reconoce cuando hace acto de presencia. Si lo que ves en tu hermano es tu propio odio, no lo estás viendo a él. Todo el mundo se acerca a lo que ama y se aleja de lo que teme. Y tú reaccionas con miedo ante el amor y te alejas de él. Sin embargo, el miedo te atrae, y tomándolo por amor, lo invitas a que venga a ti. Tu mundo privado está lleno de figuras tétricas que tú mismo has invitado, por lo tanto, no puedes ver todo el amor que tus hermanos te ofrecen.

6. Al contemplar con claridad el mundo que te rodea, no puedes sino darte cuenta de que estás sumergido en la demencia. Ves lo que no está ahí y oyes lo que no emite sonido. Las emociones que expresas reflejan lo opuesto de lo que sientes. No te comunicas con nadie, y te encuentras tan aislado de la realidad como si tú fueras lo único que existe en todo el universo. En tu demencia pasas por alto la realidad completamente, y dondequiera que tu mirada se posa no ves más que tu mente dividida. Dios te llama, mas tú no lo oyes, pues estás embebido en tu propia voz. Y no puedes ver la visión de Cristo, pues sólo te ves a ti mismo.

7. Criatura de Dios, ¿es eso lo que le quieres ofrecer a tu Padre? Pues si te lo ofreces a ti mismo, se lo ofreces a Él. Mas Él no te lo devolverá, pues no es digno de ti porque no es digno de Él. Aun así, Él quiere librarte de ello y ponerte en libertad. Su Respuesta cuerda te dice que lo que te has ofrecido a ti mismo no es verdad, pero que el ofrecimiento que Él te hizo sigue en pie. Tú que no sabes lo que haces, puedes aprender lo que es la demencia y mirar más allá de ella. Se te ha concedido poder aprender a negarla y a escapar de tu mundo privado en paz. Verás todo lo que negaste en tus hermanos al haberlo negado en ti mismo. Pues los amarás y, al acercarte a ellos, los atraerás a ti al percibirlos como los testigos de la realidad que compartes con Dios. Yo estoy con ellos tal como estoy contigo, y juntos los extraeremos de sus mundos privados, pues tal como nosotros estamos unidos, así nos uniremos a ellos. El Padre nos da la bienvenida a todos con alegría, y alegría es lo que le debemos ofrecer. Pues a ti a quien Dios se dio a Sí Mismo se te han encomendado todos Sus Hijos. Y es Dios lo que les debes ofrecer, para que puedas reconocer el regalo que te hizo.

8. La visión depende de la luz. En la obscuridad no puedes ver. Mas en la obscuridad—el mundo privado que habitas cuando duermes—ves en sueños a pesar de que tus ojos están cerrados. Ahí es donde lo que ves es obra tuya. Con todo, si abandonas la obscuridad dejarás de ver todo lo que hiciste, pues verlo depende de negar la visión. Sin embargo, negar la visión no quiere decir que no puedas ver. Mas eso es lo que hace la negación, pues mediante ella aceptas la demencia, al creer que puedes construir un mundo privado y gobernar tu propia percepción. Mas para esto, la luz tiene que ser excluida. Cuando ésta llega, no obstante, los sueños se desvanecen y entonces puedes ver.

9. No intentes alcanzar la visión valiéndote de los ojos, pues tú mismo inventaste tu manera de ver para así poder ver en la obscuridad, y en eso te engañas. Más allá de esta obscuridad, pero todavía dentro de ti, se encuentra la visión de Cristo, Quien contempla todo en la luz. Tu “visión” emana del miedo, tal como la Suya emana del amor. Él ve por ti, al ser tu testigo del mundo real. Él es la manifestación del Espíritu Santo, y lo único que hace es contemplar el mundo real, invocar a sus testigos y acercártelos. Cristo ama lo que ve en ti y Su deseo es extenderlo. Y no retornará al Padre hasta que no haya extendido tu percepción de forma que incluya al Padre. Y allí acaba la percepción, pues Él te habrá llevado Consigo de vuelta al Padre.

10. Sólo puedes experimentar dos emociones. Una la inventaste tú y la otra se te dio. Cada una de ellas representa una manera diferente de ver las cosas, y de sus correspondientes perspectivas emanan dos mundos distintos. Ve a través de la visión que se te ha dado, pues a través de la visión de Cristo Él se contempla a Sí Mismo. Y al ver lo que Él es, conoce a Su Padre. Más allá de tus sueños más tenebrosos Él ve en ti al inocente Hijo de Dios, resplandeciendo con un fulgor perfecto que tus sueños no pueden atenuar. Y esto es lo que verás a medida que veas todo a través de Su visión, pues Su visión es el regalo de amor que Él te hace, que el Padre le dio para ti.

11. El Espíritu Santo es la Luz en la que Cristo se alza revelado. Y todos los que desean contemplarlo lo pueden ver, pues han pedido luz. No lo verán a Él solo, pues tal como ellos no están solos, Él tampoco lo está. Al ver al Hijo en Él, ascendieron con Él hasta el Padre. Y todo esto lo entenderán porque miraron en su interior, más allá de la obscuridad, y al ver el Cristo en ellos lo reconocieron. En la cordura de Su visión se contemplaron a sí mismos con amor y se vieron tal como el Espíritu Santo los ve. Y con esta visión de la verdad que en ellos mora, toda la belleza del mundo vino a resplandecer sobre ellos.

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