¡Un Curso de Milagros!

(abreviado como ucdm)

Lucrecia Gamboa

Audio – Texto – Capítulo 12

12.VII. Introspección

Colaboran

Colabora

Dalcy Solís

Colabora

Sindy Pessoa

Colabora

Hazel Solís

Colabora

Mike Maher

Transcripción Audio

Un Curso de Milagros
UCDM – Texto – Capítulo 12

VII. Introspección

Capítulo 12 – El programa de estudios del Espíritu Santo

Introspección

1. Los milagros demuestran que el aprendizaje ha tenido lugar bajo la debida dirección, pues el aprendizaje es invisible y lo que se ha aprendido sólo se puede reconocer por sus resultados. Su generalización se demuestra a medida que lo pones en práctica en más y más situaciones. Reconocerás que has aprendido que no hay grados de dificultad en los milagros cuando los apliques a todas las situaciones. No hay situación a la que los milagros no sean aplicables, y al aplicarlos a todas el mundo real será tuyo. En esta santa percepción te volverás íntegro, y por tu propia aceptación de la Expiación, ésta irradiará hacia todos aquellos que el Espíritu Santo te envíe para que les des tu bendición. La Bendición de Dios mora en todos Sus Hijos, y en la bendición que les das a ellos radica la bendición que Dios te da a ti.

2. Cada uno debe desempeñar el papel que le corresponde en la redención del mundo para poder reconocer que el mundo ha sido redimido. No puedes ver lo invisible. Mas si ves sus efectos sabes que tiene que estar ahí. Al percibir sus obras, reconoces su existencia. Y por lo que hace, te das cuenta de lo que es. Tú no puedes ver tus propios puntos fuertes, pero puedes tener cada vez mayor confianza en su existencia a medida que te capacitan para actuar. Y los resultados de tus acciones tú los puedes ver.

3. El Espíritu Santo es invisible, pero puedes ver los resultados de Su presencia, y por ellos te darás cuenta de que Él está ahí. Está claro que lo que Él te capacita para hacer no es de este mundo, pues los milagros violan todas las leyes de la realidad tal como este mundo la juzga. Las leyes del tiempo y del espacio, del volumen y de la masa son transcendidas, pues lo que el Espíritu Santo te capacita para hacer está claramente más allá de todas ellas. Al percibir Sus resultados, comprenderás dónde debe estar Él, y por fin sabrás lo que Él es.

4. No puedes ver al Espíritu Santo, pero puedes ver Sus manifestaciones. Y a menos que las veas no te darás cuenta de que Él está ahí. Los milagros son Sus testigos y hablan de Su Presencia. Lo que no puedes ver sólo cobra realidad para ti a través de los testigos que hablan en su favor. Puedes cobrar conciencia de lo que no ves, y puede volverse increíblemente real a medida que su presencia se ponga de manifiesto a través de ti. Lleva a cabo la labor del Espíritu Santo, pues compartes Su función. De la misma manera en que tu función en el Cielo es crear, aquí en la tierra es curar. Dios comparte Su función contigo en el Cielo, y el Espíritu Santo comparte la Suya contigo en la tierra. Mientras sigas creyendo que tienes otras funciones, seguirás teniendo necesidad de corrección, pues esta creencia supone la destrucción de la paz, objetivo éste que está en directa oposición con el propósito del Espíritu Santo.

5. Ves lo que esperas ver, y esperas ver aquello que invitas. Tu percepción es el resultado de tu invitación y llega a ti tal como la pediste. ¿De quién son las manifestaciones que quieres ver? ¿De qué presencia quieres convencerte? Pues creerás en aquello que manifiestes, y tal como contemples lo que está fuera, así mismo verás lo que está dentro. En tu mente hay dos maneras de contemplar al mundo, y tu percepción reflejará el asesoramiento que hayas elegido.

6. Yo soy la manifestación del Espíritu Santo y cuando me veas, será porque lo has invitado a Él. Pues Él te enviará Sus testigos sólo con que desees verlos. Recuerda que siempre ves lo que buscas, y lo que buscas es lo que encontrarás. El ego encuentra lo que busca y nada más. No encuentra amor porque no es eso lo que está buscando. Mas buscar es lo mismo que encontrar y si vas en pos de dos objetivos opuestos los encontrarás, pero no podrás reconocer ninguno de los dos. Creerás que son lo mismo porque deseas alcanzar ambos. La mente siempre busca su propia integración, más si está dividida y quiere conservar la división, seguirá creyendo que sólo tiene un objetivo haciendo que parezca uno solo.

7. Dije anteriormente que lo que proyectas o extiendes depende de ti, pero tienes que hacer una u otra cosa, ya que ello es una ley de la mente, y antes de mirar afuera tienes que mirar adentro. Al mirar adentro eliges al guía cuya visión deseas compartir. Y luego miras afuera y contemplas sus testigos. Por eso es por lo que siempre encuentras lo que buscas. Lo que desees para ti es lo que manifestarás, y lo aceptarás del mundo porque al desearlo lo ubicaste en él. Cuando crees que estás proyectando lo que no deseas, es porque todavía lo deseas. Esto conduce directamente a la disociación, puesto que representa la aceptación de dos objetivos, cada uno de los cuales se percibe en un lugar diferente y separado del otro porque hiciste que fueran diferentes. La mente ve entonces un mundo dividido fuera de sí misma, pero no dentro de ella. Esto le da una ilusión de integridad y le permite creer que está yendo en pos de un solo objetivo. Sin embargo, mientras sigas percibiendo un mundo dividido, no habrás sanado. Pues haber sanado es ir en pos de un solo objetivo, al haber aceptado sólo uno y no desear más que uno solo.

8. Cuando lo único que desees sea amor no verás nada más. La naturaleza contradictoria de los testigos que percibes es sencillamente el reflejo de tus invitaciones conflictivas. Has mirado en tu mente y has aceptado que en ella hay oposición al haberla buscado allí. Mas no creas entonces que los testigos de la oposición son verdaderos, ya que sólo dan testimonio de tu decisión acerca de la realidad y te devuelven los mensajes que tú les diste. El amor, asimismo, se reconoce por sus mensajeros. Si manifiestas amor, sus mensajeros vendrán a ti porque los invitaste.

9. El poder de decidir es la única libertad que te queda como prisionero de este mundo. Puedes decidir ver el mundo correctamente. Lo que hiciste de él no es su realidad, pues su realidad es sólo la que tú le confieres. No puedes realmente darle a nada ni a nadie nada que no sea amor, ni tampoco puedes realmente recibir de ellos nada que no sea amor. Si crees que has recibido cualquier otra cosa, es porque miraste dentro de ti y creíste haber visto ahí la capacidad de poder dar otra cosa. Fue únicamente esa decisión la que determinó lo que encontraste, pues dispuso lo que tenías que buscar.

10. Tienes miedo de mí porque miraste dentro de ti y lo que viste te dio miedo. Pero lo que viste no pudo haber sido la realidad, pues la realidad de tu mente es lo más bello de todas las Creaciones de Dios. Y puesto que procede únicamente de Dios, su poder y grandeza sólo habrían podido brindarte paz, si realmente la hubieses contemplado. Si tienes miedo es porque viste algo que no estaba allí. Sin embargo, en ese mismo lugar pudiste haberme visto a mí y a todos tus hermanos, en la perfecta seguridad de la Mente que nos creó a todos. Pues nos encontramos ahí, en la Paz del Padre, Cuya Voluntad es extenderla través de ti.

11. Cuando hayas aceptado tu misión de extender paz hallarás la paz, pues al manifestarla la verás. Sus santos testigos te rodearán porque los invocaste, y ellos vendrán a ti. He oído tu llamada y la he contestado, pero no has querido verme ni oír la respuesta que buscabas. Esto se debe a que eso no es todavía lo único que deseas. Sin embargo, a medida que yo me haga más real para ti, te darás cuenta de que, en efecto, eso es lo único que deseas. Y cuando mires dentro de ti me verás, y juntos contemplaremos el mundo real. A través de los ojos de Cristo, sólo el mundo real existe y es lo único que se puede ver. Tu decisión determinará lo que veas. Y lo que veas dará testimonio de tu decisión.

12. Cuando mires dentro de ti y me veas, será porque habrás decidido manifestar la Verdad. Y al manifestarla la verás tanto fuera como dentro. La verás afuera porque primero la viste dentro. Todo lo que ves afuera es el juicio de lo que viste dentro. Si es tu propio juicio, será erróneo, pues tu función no es juzgar. Si es el juicio del Espíritu Santo será correcto, pues Su función es juzgar. Compartes Su función sólo cuando juzgas tal como Él lo hace, sin juzgar nada por tu cuenta. Juzgarás contra ti mismo pero Él juzgará a tu favor.

13. Recuerda, pues, que cada vez que miras fuera de ti y no reaccionas favorablemente ante lo que ves, te has juzgado a ti mismo como indigno y te has condenado a muerte. La pena de muerte es la meta final del ego porque está convencido de que eres un criminal que merece la muerte, tal como Dios sabe que eres merecedor de la vida. La pena de muerte nunca abandona la mente del ego, pues eso es lo que siempre tiene reservado para ti al final. Deseando destruirte como expresión final de sus sentimientos hacia ti, te deja vivir sólo para que esperes la muerte. Te atormentará mientras vivas, pero su odio no quedará saciado hasta que mueras, pues tu destrucción es el único fin que anhela y el único que lo dejará satisfecho.

14. El ego no traiciona a Dios, a Quien es imposible traicionar. Pero te traiciona a ti que crees que has traicionado a tu Padre. Por eso es por lo que la erradicación de la culpa es un aspecto esencial de las enseñanzas del Espíritu Santo. Pues mientras te sientas culpable estarás escuchando la voz del ego, la cual te dice que has traicionado a Dios y que, por lo tanto, mereces la muerte. Pensarás que la muerte procede de Dios y no del ego porque, al confundirte a ti mismo con él, creerás que deseas la muerte. Y de lo que deseas, Dios no te puede salvar.

15. Cuando te sientas tentado de sucumbir ante el deseo de la muerte, recuerda que yo no morí. Te darás cuenta de que esto es cierto cuando mires dentro de ti y me veas. ¿Cómo iba yo a haber superado la muerte para mí solo? ¿Y cómo iba a haberme dado el Padre vida eterna a mí, a no ser que también te la hubiera dado a ti? Cuando aprendas a ponerme de manifiesto jamás verás la muerte, pues habrás contemplado lo inmortal en ti mismo y, así, al contemplar un mundo que no puede morir, sólo verás lo eterno.

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