¡Un Curso de Milagros!

(abreviado como ucdm)

Lucrecia Gamboa

Audio – Texto – Capítulo 11

11.VI. El despertar a la redención

Colaboran

Colabora

Dalcy Solís

Colabora

Sindy Pessoa

Colabora

Hazel Solís

Colabora

Mike Maher

Transcripción Audio

Un Curso de Milagros
UCDM – Texto – Capítulo 11

VI. El despertar a la redención

Capítulo 11 – Dios o el ego

El despertar a la redención

1. Es imposible no creer en lo que ves, pero es igualmente imposible ver lo que no crees. La percepción se construye sobre la base de la experiencia, y la experiencia conduce a las creencias. La percepción no se estabiliza hasta que las creencias se cimientan. De hecho, pues, lo que ves es lo que crees. Eso es lo que quise decir con: “Dichosos los que sin ver creyeron”, pues aquellos que creen en la resurrección la verán. La resurrección es el triunfo definitivo de Cristo sobre el ego, no atacándolo, sino transcendiéndolo. Pues Cristo ciertamente se eleva por encima del ego y de todas sus “obras”, y asciende hasta el Padre y Su Reino.

2. ¿Qué prefieres, unirte a la resurrección o a la crucifixión? ¿Condenar a tus hermanos o liberarlos? ¿Te gustaría trascender tu prisión y ascender hasta el Padre? Estas preguntas son todas la misma y se contestan al unísono. Ha habido mucha confusión con respecto a lo que significa la percepción, debido a que la palabra se usa con el significado de “conciencia” y también con el de “interpretación de la conciencia”. No obstante, no puedes ser consciente sin interpretar, pues lo que percibes es tu propia interpretación.

3. Este curso es muy claro. Si no lo ves así, es porque estás haciendo interpretaciones contra él y, por lo tanto, no crees lo que dice. Y puesto que lo que crees determina tu percepción, no percibes el significado del curso y, consecuentemente, no lo aceptas. Con todo, diferentes experiencias conducen a diferentes creencias, y a través de éstas, a diferentes percepciones. Pues las percepciones se aprenden mediante creencias, y la experiencia ciertamente enseña. Te estoy conduciendo a una nueva clase de experiencia que cada vez estarás menos dispuesto a negar. Aprender de Cristo es fácil, pues percibir con Él no entraña ningún esfuerzo. Sus percepciones son tu conciencia natural, y lo único que te fatiga son las distorsiones que tú mismo introduces. Deja que sea el Cristo en ti Quien interprete por ti, y no trates de limitar lo que ves con creencias pueriles indignas del Hijo de Dios. Pues hasta que Cristo no sea aceptado completamente, el Hijo de Dios se considerará a sí mismo huérfano.

4. Yo soy tu resurrección y tu vida. Vives en mí porque vives en Dios. Y todos tus hermanos viven en ti, tal como tú vives en cada uno de ellos. ¿Cómo ibas a poder, entonces, percibir indignidad en un hermano sin percibirla en ti mismo? ¿Y cómo ibas a poder percibirla en ti mismo sin percibirla en Dios? Cree en la resurrección porque ésta se ha consumado, y se ha consumado en ti. Esto es tan cierto ahora como lo será siempre, pues la resurrección es la Voluntad de Dios, Quien no sabe de tiempo ni de excepciones. Pero no hagas excepciones o, de lo contrario, no percibirás lo que se ha consumado para ti. Pues ascendemos hasta el Padre juntos, como fue en un principio, como es ahora y como será siempre, pues ésa es la naturaleza del Hijo de Dios tal como su Padre lo creó.

5. No subestimes el poder de la devoción del Hijo de Dios ni el poder que el dios al que venera ejerce sobre él, pues el Hijo de Dios se postra ante el altar de su dios, tanto si es el dios que él inventó como si es el Dios que lo creó a él. Por eso es por lo que su esclavitud es tan total como su libertad, pues obedecerá únicamente al dios que acepte. El dios de la crucifixión exige que él crucifique, y sus devotos le obedecen. Se crucifican a sí mismos en su nombre, creyendo que el poder del Hijo de Dios emana del sacrificio y del dolor. El Dios de la resurrección no exige nada, pues no es Su Voluntad quitarte nada. No exige obediencia, pues la obediencia implica sumisión. Lo único que quiere es que te des cuenta de cuál es tu voluntad y que la hagas, no con un espíritu de sacrificio y sumisión, sino con la alegría de la libertad.

6. La resurrección no puede sino atraerte irresistiblemente a que le ofrezcas tu lealtad con agrado porque es el símbolo de la dicha. Su irresistible poder reside en el hecho de que representa lo que tú quieres ser. La libertad de abandonar todo aquello que te hiere, te humilla y te atemoriza no se te puede imponer, pero se te puede ofrecer a través de la Gracia de Dios. Y tú puedes aceptarla mediante Su Gracia, pues Dios es misericordioso con Su Hijo y lo acepta sin reservas como Suyo. ¿Quién es, entonces, tuyo? El Padre te ha dado todo lo que es Suyo, y Él Mismo es tuyo junto con todos tus hermanos. Protégelos en su resurrección, pues, de lo contrario, no podrás despertar en Dios, rodeado de la seguridad de lo que es tuyo para siempre.

7. No hallarás paz hasta que hayas extraído los clavos de las manos del Hijo de Dios y sacado la última espina de su frente. El Amor de Dios rodea a Su Hijo, a quien el dios de la crucifixión condena. No enseñes que mi muerte fue en vano. Más bien, enseña que no morí, demostrando que vivo en ti. Pues poner fin a la crucifixión del Hijo de Dios es la tarea de la redención, en la cual todo el mundo desempeña un papel igualmente importante. Dios no juzga a Su inocente Hijo. Habiéndose dado a Sí Mismo a él, ¿cómo podría juzgarlo?

8. Te has crucificado a ti mismo y te has puesto una corona de espinas sobre la cabeza. Aun así, no puedes crucificar al Hijo de Dios, pues la Voluntad de Dios no puede morir. Su Hijo ha sido redimido de su propia crucifixión y tú no puedes condenar a muerte a quien Dios ha dado vida eterna. El sueño de la crucifixión aún descansa pesadamente sobre tus ojos, pero lo que ves en sueños no es la realidad. Mientras sigas percibiendo al Hijo de Dios como crucificado, significa que estás dormido. Y mientras creas que puedes crucificarle estarás simplemente teniendo pesadillas. Tú que estás comenzando a despertar, aún eres consciente de tus sueños y todavía no los has olvidado. Te olvidarás de ellos y cobrarás conciencia de Cristo cuando otros despierten para compartir contigo tu redención.

9. Despertarás a tu propia llamada, pues la Llamada a despertar se encuentra dentro de ti. Si vivo en ti, tú estás despierto. No obstante, tienes que ver las obras que llevo a cabo a través de ti o, de lo contrario, no percibirás que las he llevado a cabo en ti. No pongas límites a lo que crees que puedo hacer a través de ti o no aceptarás lo que puedo hacer por ti. Esto, no obstante, ya ha tenido lugar, y a menos que des todo lo que has recibido, no sabrás que tu redentor vive y que has despertado con él. La redención se reconoce únicamente compartiéndola.

10. El Hijo de Dios está a salvo. Lleva únicamente esta conciencia a la Filiación, y tu papel en la redención será tan importante como el mío. Pues tu papel tiene que ser como el mío si lo aprendes de mí. Si crees que el tuyo es limitado, no haces sino limitar el mío. No hay grados de dificultad en los milagros porque todos los Hijos de Dios tienen el mismo valor, y su igualdad es su unicidad. Todo el Poder de Dios reside en cada parte de Él, y nada que contradiga Su Voluntad es grande o pequeño. Lo que no existe no tiene tamaño ni medida. Para Dios todo es posible. Y a Cristo le es dado ser como el Padre.

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