(abreviado como ucdm)
Lucrecia Gamboa
Dalcy Solís
Sindy Pessoa
Hazel Solís
Mike Maher
Un Curso de Milagros
UCDM – Manual para el Maestro
5. ¿Cómo se logra la Curación?
¿Cómo se logra la Curación?
1. La curación implica entender el propósito de la ilusión de la enfermedad. Sin ese entendimiento la curación es imposible.
¤ I. El propósito de la enfermedad
1. La curación se logra en el instante en que el que sufre deja de atribuirle valor al dolor. ¿Quién elegiría sufrir a menos que pensase que ello le va a aportar algo, y algo que tiene valor para él? Indudablemente cree que está pagando un precio módico por algo de mayor valor, pues la enfermedad es una elección, una decisión. Es decidirse por la debilidad, debido a la equivocada convicción de que es fuerza. Cuando esto sucede, se ve a la verdadera fuerza como una amenaza y a la salud como algo peligroso. La enfermedad es un método, concebido en la locura, para sentar al Hijo de Dios en el trono de su Padre. A Dios se le ve como algo externo, poderoso y feroz, ávido por quedarse con todo el poder sólo para Sí Mismo. Únicamente con Su muerte puede Su Hijo conquistarle.
2. ¿Y qué representa la curación dentro de esta loca convicción? Simboliza la derrota del Hijo de Dios y el triunfo de su Padre sobre él. Representa, directamente, el máximo desafío que el Hijo se ve forzado a aceptar. Representa todo lo que él se ocultaría a sí mismo para proteger su “vida”. Si se cura, él es responsable de sus pensamientos. Y si es responsable de sus pensamientos, será destruido a fin de demostrarle cuán débil y miserable es. Pero si él mismo elige la muerte, su debilidad se convierte en su fuerza. Ahora se ha infligido a sí mismo lo que Dios le habría impuesto, y de esta forma ha usurpado completamente el trono de su Creador.
¤ II. Un cambio de percepción
1. La curación es directamente proporcional al grado de reconocimiento alcanzado con respecto a la falta de valor de la enfermedad. Sólo con decir: “Con esto no gano nada” uno se curaría. Pero antes de poder decir esto, es preciso reconocer ciertos hechos. En primer lugar, resulta obvio que las decisiones son algo propio de la mente, no del cuerpo. Si la enfermedad no es más que un enfoque defectuoso de solventar problemas, tiene que ser entonces una decisión. Y si es una decisión, es la mente, y no el cuerpo, quien la toma. La resistencia a reconocer este hecho es enorme, ya que la existencia del mundo tal como lo percibes depende de que sea el cuerpo el que toma las decisiones. Términos tales como “instintos”, “reflejos” y otros similares, representan intentos de dotar al cuerpo con motivadores no mentales. En realidad, tales términos no hacen más que enunciar o describir el problema, pero no lo resuelven.
2. La base fundamental de la curación es la aceptación del hecho de que la enfermedad es una decisión que la mente ha tomado a fin de lograr un propósito para el cual se vale del cuerpo. Y esto es cierto con respecto a cualquier clase de curación. El paciente que acepta esto se recupera. Si se decide en contra de la recuperación, no sanará. ¿Quién es el médico entonces? La mente del propio paciente. El resultado acabará siendo el que él decida. Agentes especiales parecen atenderle, sin embargo, no hacen otra cosa que dar forma a su decisión. Los escoge con vistas a dar forma tangible a sus deseos. Y eso es lo único que hacen. En realidad, no son necesarios en absoluto. El paciente podría sencillamente levantarse sin su ayuda y decir: “No tengo ninguna necesidad de esto”. No hay ninguna enfermedad que no se curase de inmediato.
3. ¿Qué es lo único que se necesita para que este cambio de percepción tenga lugar? Simplemente esto: el reconocimiento de que la enfermedad es algo propio de la mente y de que no tiene nada que ver con el cuerpo. ¿Qué te “cuesta” este reconocimiento? Te cuesta el mundo que ves, pues ya nunca más te parecerá que es el mundo el que gobierna a la mente. Con este reconocimiento se le atribuye la responsabilidad a quien verdaderamente la tiene: no al mundo, sino a aquel que contempla el mundo y lo ve como no es. Pues ve únicamente lo que elige ver. Ni más ni menos. El mundo no le hace nada. Pero él pensaba que le hacía algo. ÉI tampoco le hace nada al mundo, ya que estaba equivocado con respecto a lo que éste era. En esto radica tu liberación de la culpa y de la enfermedad, pues ambas son una misma cosa. Sin embargo, para aceptar esta liberación, la insignificancia del cuerpo tiene que ser una idea aceptable.
4. Con esta idea, el dolor desaparece para siempre. Y con esta idea desaparece también cualquier confusión acerca de la Creación. ¿Cómo podría ser de otra manera? Basta con poner causa y efecto en su verdadera secuencia con respecto a algo para que el aprendizaje se generalice y transforme al mundo. El valor de la transferencia de una idea verdadera no tiene límites ni final. El resultado final de esta lección es el recuerdo de Dios. ¿Qué significado tienen ahora la culpa, la enfermedad, el dolor, los desastres y todo sufrimiento? Al no tener ningún propósito, no pueden sino desaparecer. Y con ellos desaparecen también todos los efectos que parecían tener. Causa y efecto no son sino una réplica de la Creación. Vistos en su verdadera perspectiva, sin distorsiones y sin miedo, restablecen el Cielo.
¤ III. La función del maestro de Dios
1. Si el paciente tiene que cambiar de mentalidad para poderse curar, ¿qué puede hacer el maestro de Dios? ¿Puede cambiar la mentalidad del paciente por él? Desde luego que no. Para aquellos que ya están dispuestos a cambiar de mentalidad, la función del maestro de Dios no es otra que la de regocijarse con ellos, pues se han convertido en maestros de Dios junto con él. No obstante, tiene una función más específica con aquellos que no entienden lo que es la curación. Estos pacientes no se dan cuenta de que ellos mismos han elegido la enfermedad. Por el contrario, creen que la enfermedad los eligió a ellos. No tienen tampoco una mentalidad abierta al respecto. El cuerpo les dice lo que tienen que hacer y ellos obedecen. No tienen idea de cuán demente es este concepto. Sólo con que lo sospecharan, se curarían. Pero no sospechan nada. Para ellos la separación es absolutamente real.
2. Los maestros de Dios acuden a estos pacientes representando una alternativa que ellos habían olvidado. La simple presencia del maestro de Dios les sirve de recordatorio. Su manera de pensar reclama el derecho de cuestionar lo que el paciente ha aceptado como verdadero. En cuanto que mensajeros de Dios, los maestros de Dios son los símbolos de la salvación. Le piden al paciente que perdone al Hijo de Dios en su propio Nombre. Representan la Alternativa. Con la Palabra de Dios en sus mentes, vienen como una bendición, no para curar a los enfermos sino para recordarles que hay un remedio que Dios les ha dado ya. No son sus manos las que curan. No son sus voces las que pronuncian la Palabra de Dios, sino que sencillamente dan lo que se les ha dado. Exhortan dulcemente a sus hermanos a que se aparten de la muerte: “¡He aquí, Hijo de Dios, lo que la vida te puede ofrecer! ¿Preferirías la enfermedad en su lugar?”
3. Los maestros de Dios avanzados no toman en consideración ni por un instante las formas de enfermedad en las que sus hermanos creen. Hacerlo sería olvidar que todas ellas tienen el mismo propósito y que, por lo tanto, no son en modo alguno diferentes. Los maestros de Dios tratan de oír la Voz de Dios en ese hermano que se engaña a sí mismo hasta el punto de creer que el Hijo de Dios puede sufrir. Y le recuerdan que él no se hizo a sí mismo y que, por consiguiente, aún es tal como Dios lo creó. Los maestros de Dios reconocen que las ilusiones no tienen efectos. La verdad que se encuentra en sus mentes se extiende hasta la verdad que se encuentra en las mentes de sus hermanos, y de este modo no refuerzan sus ilusiones. De manera que éstas se llevan ante la verdad; la verdad no se lleva ante ellas. Y de esta forma se disipan, no por medio de la voluntad de otro, sino por medio de la única Voluntad que existe en unión Consigo Misma. Ésta es la función de los maestros de Dios: no ver voluntad alguna separada de la de ellos ni la suya separada de la de Dios.
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