¡Un Curso de Milagros!

(abreviado como ucdm)

Lucrecia Gamboa

Audio – Manual para el Maestro

4b. ¿Cuáles son las Características de los Maestros de Dios?

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Dalcy Solís

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Sindy Pessoa

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Hazel Solís

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Mike Maher

Transcripción Audio

Un Curso de Milagros
UCDM – Manual para el Maestro

4b. ¿Cuáles son las Características de los Maestros de Dios?

¿Cuáles son las Características de los Maestros de Dios?

¤ II Honestidad

1. Todas las demás características de los maestros de Dios se basan en la confianza. Una vez que ésta se ha alcanzado, las otras se suceden naturalmente. Sólo los que tienen confianza pueden permitirse ser honestos, pues sólo ellos pueden ver el valor de la honestidad. La honestidad no se limita únicamente a lo que dices. El verdadero significado del término es congruencia: nada de lo que dices está en contradicción con lo que piensas o haces; ningún pensamiento se opone a otro; ningún acto contradice tu palabra ni ninguna palabra está en desacuerdo con otra. Así son los verdaderamente honestos. No están en conflicto consigo mismos a ningún nivel. Por lo tanto, les es imposible estar en conflicto con nadie o con nada.

2. La paz mental que experimentan los maestros de Dios avanzados se debe en gran medida a su perfecta honestidad. Sólo el deseo de engañar da lugar a la pugna. El que es uno consigo mismo no puede ni siquiera concebir el conflicto. El conflicto es el resultado inevitable del autoengaño, y el autoengaño es deshonestidad. Para un maestro de Dios nada supone un desafío, pues ello implicaría que se abrigan dudas, y la confianza en la que los maestros de Dios descansan con absoluta seguridad hace que les sea imposible dudar. Por lo tanto, sólo pueden triunfar. En esto, como en todo, son honestos. Sólo pueden triunfar porque nunca hacen su propia voluntad. Eligen por toda la humanidad, por todo el mundo y por todas las cosas que en él habitan; por lo que es inalterable e inmutable más allá de las apariencias, y por el Hijo de Dios y su Creador. ¿Cómo no van a triunfar? Eligen con perfecta honestidad, tan seguros de sí mismos como de su elección.

¤ III Tolerancia

1. Los maestros de Dios no juzgan. Juzgar es ser deshonesto, pues es asumir un papel que no te corresponde. Es imposible juzgar sin uno engañarse a sí mismo. Juzgar implica que te has engañado con respecto a tus hermanos. ¿Cómo, entonces, no te ibas a haber engañado con respecto a ti mismo? Juzgar implica falta de confianza, y la confianza sigue siendo la piedra angular de todo el sistema de pensamiento del maestro de Dios. Si la pierde, todo su aprendizaje se malogra. Sin juicios todas las cosas son igualmente aceptables, pues, en tal caso, ¿quién podría juzgar de una manera u otra? Sin juicios todos los hombres son hermanos, pues, en tal caso, ¿podría haber alguno que fuese diferente? Juzgar destruye la honestidad y quebranta la confianza. El maestro de Dios no puede juzgar y al mismo tiempo esperar aprender.

¤ IV Mansedumbre

1. Para los maestros de Dios el daño es algo imposible. No pueden infligirlo ni sufrirlo. El daño es el resultado de juzgar. Es el acto deshonesto que sigue a un pensamiento deshonesto. Es un veredicto de culpabilidad contra un hermano y, por ende, contra uno mismo. Representa el fin de la paz y la negación del aprendizaje. Demuestra la ausencia del programa de estudios de Dios y de su substitución por la demencia. Todo maestro de Dios tiene que aprender—y bastante pronto en su proceso de formación—que hacer daño borra completamente su función de su conciencia. Hacer daño lo confundirá, le hará sentir ira y temor, así como abrigar sospechas. Hará que le resulte imposible aprender las lecciones del Espíritu Santo. Tampoco podrá oír al Maestro de Dios, Quien sólo puede ser oído por aquellos que se dan cuenta de que, de hecho, hacer daño no lleva a ninguna parte y de que nada provechoso puede proceder de ello. Los maestros de Dios, por lo tanto, son completamente mansos.

2. Necesitan la fuerza de la mansedumbre, pues gracias a ella la función de la salvación se vuelve fácil. Para los que hacen daño, llevar a cabo dicha función es imposible. Pero para quienes el daño no tiene sentido, la función de la salvación es sencillamente algo natural. ¿Qué otra elección sino ésta tiene sentido para el que está en su sano juicio? ¿Quién, de percibir un camino que conduce al Cielo, elegiría el infierno? ¿Y quién elegiría la debilidad que irremediablemente resulta de hacer daño, cuando puede elegir la fuerza infalible, todo-abarcadora e ilimitada de la mansedumbre? El poder de los maestros de Dios radica en su mansedumbre, pues han entendido que sus pensamientos de maldad no emanaban del Hijo de Dios ni de su Creador. Por lo tanto, unieron sus pensamientos a Aquel que es su Fuente. Y así, su voluntad, que siempre fue la de Dios, quedó libre para ser lo que es.

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