(abreviado como ucdm)
Lucrecia Gamboa
Dalcy Solís
Sindy Pessoa
Hazel Solís
Mike Maher
Un Curso de Milagros
UCDM – Manual para el Maestro
10. ¿Cómo se deja de juzgar?
¿Cómo se deja de juzgar?
1. Juzgar, al igual que los demás mecanismos mediante los cuales el mundo de las ilusiones se mantiene vigente, es algo que el mundo no entiende en absoluto. De hecho, se le confunde con sabiduría y se usa como substituto de la verdad. Tal como el mundo usa el término, un individuo es capaz de tener “buen” juicio o “mal” juicio, y su educación tiene como objeto reforzar el primero y minimizar el segundo. Existe, no obstante, una gran confusión con respecto a lo que significan estas categorías. Lo que es “buen” juicio para uno, es un “mal” juicio” para otro. Lo que es más, una misma persona puede clasificar la misma acción como muestra de “buen” juicio en una ocasión y de “mal” juicio en otra. Tampoco puede enseñarse realmente un criterio consistente para determinar lo que son estas categorías. En cualquier momento, el estudiante puede estar en desacuerdo con lo que su posible maestro dice acerca de ellas, o el maestro mismo puede ser inconsistente en lo que cree.” Buen” juicio, en este contexto, no significa nada. “Mal” juicio tampoco.
2. Es necesario que el maestro de Dios se dé cuenta, no de que no debe juzgar, sino de que no puede. Al renunciar a los juicios, renuncia simplemente a lo que nunca tuvo. Renuncia a una ilusión; o mejor dicho, tiene la ilusión de renunciar a algo. En realidad, simplemente se ha vuelto más honesto. Al reconocer que nunca le fue posible juzgar, deja de intentarlo. Esto no es un sacrificio. Por el contrario, se pone en una posición en la que el juicio puede tener lugar a través de él en vez de ser emitido por él. Y este juicio no es ni “bueno” ni “malo”. Es el único juicio que existe y es sólo uno: “El Hijo de Dios es inocente y el pecado no existe”.
3. El objetivo de nuestro programa de estudio, a diferencia de la meta del aprendizaje del mundo, es el reconocimiento de que juzgar, en el sentido usual, es imposible. Esto no es una opinión sino un hecho. Para poder juzgar cualquier cosa correctamente, uno tendría que ser consciente de una gama inconcebiblemente vasta de cosas pasadas, presentes y por venir. Uno tendría que reconocer de antemano todos los efectos que sus juicios podrían tener sobre todas las personas y sobre todas las cosas que de alguna manera estén involucradas. Y tendría que estar seguro de que no hay distorsión alguna en su percepción para que sus juicios fuesen completamente justos con todos sobre los que han de recaer ahora o en el futuro. ¿Quién está en posición de hacer esto? ¿Quién, excepto en delirios de grandeza, pretendería ser capaz de todo esto?
4. ¿Recuerdas cuántas veces pensaste que estabas al tanto de todos los “hechos” que necesitabas para juzgar algo y cuán equivocado estabas? ¿Quién no ha tenido esta experiencia? ¿Tienes idea de cuántas veces pensaste que tenías razón, sin jamás darte cuenta de que estabas equivocado? ¿Por qué habrías de querer usar una base tan arbitraria sobre la que tomar tus decisiones? Formar juicios no es muestra de sabiduría; la renuncia a todo juicio lo es. Forma, pues, un solo juicio más: hay Alguien a tu lado Cuyo juicio es perfecto. Él conoce todos los hechos, pasados, presentes y por venir. Conoce los efectos que Sus juicios han de tener sobre todas las personas y sobre todas las cosas que de alguna manera estén involucradas. Y Él es absolutamente justo con todos, pues en Su percepción no hay distorsiones.
5. Abandona, por lo tanto, todo juicio, no con pesar sino con un suspiro de gratitud. Ahora estás libre de una carga tan pesada, que sólo podría haberte hecho tambalear y caer debajo de ella. Y todo era una ilusión. Nada más. Ahora el maestro de Dios puede levantarse aliviado y seguir adelante con paso ligero. Pero éste no es el único beneficio. Su sensación de preocupación ha desaparecido, pues no tiene ninguna razón para ello. La ha abandonado, junto con sus juicios. Se entregó a Aquel en Cuyo juicio ha elegido ahora confiar en lugar del suyo propio. Ya no comete errores. Su Guía es infalible. Y donde vino a juzgar, ahora viene a bendecir. Donde ahora ríe, antes venía a llorar.
6. No es difícil renunciar al hábito de juzgar. Lo que sí es difícil es aferrarse a él. El maestro de Dios lo abandona gustosamente en el instante en que reconoce su costo. Toda la fealdad que ve a su alrededor es el resultado de sus juicios, al igual que todo el dolor que contempla. De ellos se deriva toda soledad y sensación de pérdida; el paso del tiempo y el creciente desaliento; la desesperación enfermiza y el miedo a la muerte. Y ahora el maestro de Dios sabe que todas esas cosas no tienen razón de ser. Ni una sola es verdad. Habiendo abandonado su causa, todas ellas se desprenden de él, ya que nunca fueron sino los efectos de su decisión equivocada. Maestro de Dios, este paso te brindará paz. ¿Cómo iba a ser difícil anhelar sólo esto?
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