¡Un Curso de Milagros!

(abreviado como ucdm)

Lucrecia Gamboa

Audio – Repaso 4 – Lección 161

UCDM – Repaso 4 – Lección 161

Colaboran

Colabora

Dalcy Solís

Colabora

Sindy Pessoa

Colabora

Hazel Solís

Colabora

Mike Maher

Transcripción Audio

Un Curso de Milagros
UCDM – Repaso 4 – Lección 161

Lección 161

Dame tu bendición, santo Hijo de Dios.

1. Hoy vamos a practicar de manera diferente y a pronunciarnos en contra de nuestra ira de modo que nuestros temores puedan desaparecer y den cabida al amor. He aquí la salvación, en las simples palabras con las que practicamos la idea de hoy. He aquí la respuesta a toda tentación, que no puede dejar de darle la bienvenida al Cristo allí donde antes imperaban la ira y el miedo. Aquí se completa la Expiación, el mundo se transpone sin riesgo alguno y el Cielo queda restaurado. He aquí la respuesta de la Voz que habla por Dios.

2. La condición natural de la mente es una de abstracción total. Pero ahora parte de ella se ha vuelto antinatural. No ve todo como si fuese uno solo, sino que ve únicamente fragmentos del todo, pues sólo de esa manera puede forjar el mundo parcial que tú ves. El propósito de la vista es mostrarte aquello que deseas ver. Todo lo que oyes no hace sino traer a la mente los sonidos que ésta desea oír.

3. Así fue como surgió lo concreto. Y ahora son las cosas concretas las que tenemos que usar en nuestras prácticas. Se las entregamos al Espíritu Santo, de manera que Él las pueda utilizar para un propósito diferente del que nosotros les conferimos. Para instruirnos, Él sólo se puede valer de lo que nosotros hicimos, pero desde una perspectiva diferente a fin de que podamos ver otro propósito en todo.

4. Un hermano es todos los hermanos. Y en cada mente se encuentran todas las mentes, pues todas las mentes son una. Ésta es la verdad. No obstante, ¿aclaran estos pensamientos el significado de la Creación? ¿Te brindan estas palabras perfecta claridad? ¿Qué parecen ser sino sonidos huecos, bellos tal vez, correctos en el sentimiento que expresan, pero fundamentalmente incomprendidos e incomprensibles? La mente que se enseñó a sí misma a pensar de manera concreta ya no puede captar la abstracción en el sentido del abarcamiento total que ésta representa. Necesitamos poder ver un poco para poder aprender mucho.

5. Nos parece que es el cuerpo el que coarta nuestra libertad, el que nos hace sufrir y el que finalmente acaba con nuestra vida. Sin embargo, los cuerpos no son sino símbolos de una forma concreta de miedo. El miedo desprovisto de símbolos no suscita respuesta alguna, pues los símbolos pueden representar lo que no tiene sentido. El amor, al ser verdad, no tiene necesidad de símbolos. Pero el miedo, al ser falso, se aferra a lo concreto.

6. Los cuerpos atacan; las mentes no. Este pensamiento nos hace pensar sin duda en el texto, en el que se subraya con frecuencia. Ésta es la razón por la que los cuerpos se convierten tan fácilmente en símbolos del miedo. Se te ha instado en innumerables ocasiones a que mires más allá del cuerpo, pues lo que éste ve es el símbolo del “enemigo” del amor que la visión de Cristo no ve. El cuerpo es el blanco del ataque, ya que nadie piensa que lo que odia sea una mente. Sin embargo, ¿qué otra cosa sino la mente le ordena al cuerpo que ataque? ¿Qué otra cosa podría ser la sede del miedo sino lo que piensa en el miedo?

7. El odio es algo concreto. Tiene que tener un blanco. Tiene que percibir un enemigo de tal forma que éste se pueda tocar, ver, oír y finalmente matar. Cuando el odio se posa sobre algo, exige su muerte tan inequívocamente como la Voz que habla por Dios proclama que la muerte no existe. El miedo es insaciable y consume todo cuanto sus ojos contemplan, y al verse a sí mismo en todo, se siente impulsado a volverse contra sí mismo y a destruirse.

8. Quien ve a un hermano como un cuerpo lo está viendo como el símbolo del miedo. Y lo atacará, pues lo que contempla es su propio miedo proyectado fuera de sí mismo, listo para atacar, y pidiendo a gritos volver a unirse a él. No subestimes la intensidad de la furia que puede generar el miedo que ha sido proyectado. Chilla de rabia y da zarpazos al aire deseando frenéticamente echarle mano a su hacedor y devorarlo.

9. Esto es lo que contemplan los ojos del cuerpo en uno que el Cielo tiene en gran estima, los ángeles aman y Dios creó perfecto. Ésta es su realidad. Y en la visión de Cristo su hermosura se ve reflejada de una manera tan santa y tan bella que apenas podrías contener el impulso de arrodillarte a sus pies. Mas en lugar de eso tomarás su mano, pues en la visión que lo ve así eres semejante a él. El ataque que lanzas contra él es lo que es tu enemigo, pues te impide percibir que en sus manos está tu salvación. Pídele únicamente eso y él te la dará. No le pidas que sea el símbolo de tu miedo. ¿Pedirías acaso que el amor se destruyera a sí mismo? ¿O preferirías que te fuese revelado y que te liberara?

10. Hoy vamos a practicar de una manera que ya hemos intentado antes. Ya estás más preparado, y hoy te acercarás más a la visión de Cristo. Si te propones alcanzarla, hoy lo lograrás. Y una vez que lo logres, no estarás dispuesto a aceptar los testigos que convocan los ojos del cuerpo. Lo que verás te traerá con su cántico el recuerdo de melodías ancestrales. El Cielo no se ha olvidado de ti. ¿No te gustaría acordarte de él?

11. Escoge un hermano —como símbolo de los demás— y pídele la salvación. Visualízalo primero tan claramente como puedas, de la misma manera en que estás acostumbrado a verlo. Observa su rostro, sus manos, sus pies, su ropa. Obsérvalo sonreír, y ve los gestos que le has visto hacer tan a menudo que ya te resultan familiares. Luego piensa en esto: lo que estás viendo ahora te impide ver a aquel que te puede perdonar todos tus pecados, arrancar con sus sagradas manos los clavos que atraviesan las tuyas y quitar de tu ensangrentada frente la corona de espinas que tú mismo te pusiste. Pídele lo que sigue para que pueda liberarte:

Dame tu bendición, santo Hijo de Dios. Quiero contemplarte con los ojos de Cristo y ver en ti mi perfecta impecabilidad.

12. Y Aquel a Quien has invocado te responderá. Pues oirá en ti la Voz que habla por Dios y te responderá con la tuya. Contempla ahora a aquel que tan sólo habías visto como carne y hueso, y reconoce que Cristo ha venido a ti. La idea de hoy es la manera de escaparte del miedo y de la ira. Cerciórate de repetirla inmediatamente en caso de sentir la tentación de atacar a un hermano y de percibir en él el símbolo de tu miedo. Y lo verás cambiar súbitamente de enemigo a salvador; de demonio a Cristo.

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Se publicará una lección por día. Los audios se agruparán en orden consecutivo según día.

 

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