¡Un Curso de Milagros!

(abreviado como ucdm)

Lucrecia Gamboa

Audio – El Canto de la Oración

1.III. Orar por otros

Colaboran

Colabora

Dalcy Solís

Colabora

Sindy Pessoa

Colabora

Hazel Solís

Colabora

Mike Maher

Transcripción Audio

Un Curso de Milagros
UCDM – El Canto de la Oración – 1. La Oración

III. Orar por otros

1. LA ORACIÓN

Orar por otros

1. Dijimos que siempre oras por ti mismo, y así es. ¿Por qué, entonces, debes orar por otros? Y si debes hacerlo, ¿cómo lo debes hacer? Si se ha entendido correctamente, orar por otros se convierte en el medio para eliminar la culpa que has proyectado sobre tu hermano y poder reconocer que no es él quien te está haciendo daño. Antes de que se te pueda salvar de la culpa, debes renunciar al pensamiento venenoso de que él es tu enemigo, tu malvada contraparte, tu némesis. El medio para alcanzar esto es la oración, de un poder creciente y metas ascendentes, hasta que finalmente llega a Dios.

2. Las formas iniciales de la oración, en los primeros peldaños de la escalera, no están libres de envidia y malicia. Claman venganza, no amor. Tampoco proceden de alguien que entiende que son peticiones de muerte, hechas con miedo por quienes atesoran la culpa. Invocan a un dios vengativo, y es él quien parece Nadie puede pedir el infierno para otro, y él mismo librarse de él. Sólo aquellos que están en el infierno pueden pedir el infierno. Pero aquellos que han sido perdonados y han aceptado el perdón, jamás podrían orar de esa manera.

3. Así pues, en estos niveles la meta del aprendizaje no es otra que reconocer que la respuesta a cualquier oración será idéntica a la forma en que la oración se hizo. Eso es suficiente. A partir de ahí el paso a los siguientes niveles será fácil. El próximo ascenso comienza con esto:

Lo que he pedido para mi hermano no lo querría para mí. Por lo tanto, lo he convertido en mi enemigo.

Es evidente que este paso no lo puede dar quien no ve la liberación de otros como algo ventajoso y de valor para sí mismo. Puede aplazarse por largo tiempo porque puede parecer peligroso en lugar de compasivo. Para los culpables ciertamente parece una ventaja tener enemigos, y este imaginado beneficio debe desaparecer si es que se ha de liberar a los enemigos.

4. La culpa se debe abandonar, no ocultar. Esto no se puede hacer sin cierto dolor, y tener un atisbo de la naturaleza misericordiosa de este paso puede llevar por algún tiempo a un profundo retraimiento en el miedo. Pues las defensas del temor son temibles en sí mismas, y cuando se reconocen, traen el miedo con ellas. No obstante, ¿qué ventaja le ha reportado jamás a un prisionero la ilusión de escape? Su verdadero escape de la culpa radica únicamente en el reconocimiento de que la culpa ha desaparecido. Mas ¿cómo puede reconocerse esto mientras la oculte en otro y no vea que es la suya propia? El miedo a escapar hace difícil dar la bienvenida a la libertad, y convertir a un enemigo en carcelero parece ofrecer seguridad. ¿Cómo, entonces, se le puede liberar sin que se apodere de ti un profundo miedo? Has hecho de él tu salvación y tu escape de la Tu inversión en esta forma de escape es enorme, y el miedo a renunciar a ella es grande en verdad.

5. Aquiétate por un instante ahora mismo y piensa en lo que has hecho. No olvides que fuiste tú quien lo hizo y quien puede por lo tanto dejarlo ir. Extiende la mano. Este enemigo ha venido a bendecirte. Acepta su bendición y siente tu corazón elevarse y tu miedo desaparecer. No te aferres al miedo ni a él. Él es un Hijo de Dios, al igual que tú. No es un carcelero, sino un mensajero de Cristo. Sé esto para él, para que él lo sea para ti.

6. No es fácil darse cuenta de que orar para pedir cosas, posición social, amor humano, “regalos” externos de la clase que sean, siempre se hace para establecer carceleros y ocultarse de la culpa. Estas cosas se emplean como metas que substituyen a Dios y, por lo tanto, distorsionan el propósito de la oración. Desearlas es orar por ellas. Uno no necesita pedir explícitamente. La meta de alcanzar a Dios se pierde de vista cuando se va en pos de metas menores de la clase que sean, y la oración se convierte en una petición de enemigos. Incluso en esto se puede ver claramente el poder de la oración. Nadie que desee un enemigo dejará de encontrarlo. Mas con igual seguridad perderá de vista la única meta real que se le ofrece. Piensa en el costo que ello supone, y compréndelo bien. Todas las demás metas son a costa de Dios.

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