¡Un Curso de Milagros!

(abreviado como ucdm)

Lucrecia Gamboa

Audio – El Canto de la Oración

1. Introducción – I. La verdadera oración

Colaboran

Colabora

Dalcy Solís

Colabora

Sindy Pessoa

Colabora

Hazel Solís

Colabora

Mike Maher

Transcripción Audio

Un Curso de Milagros
UCDM – El Canto de la Oración – 1. La Oración

Introducción – I. La verdadera oración

1. LA ORACIÓN

Introducción

1. La oración es el mayor regalo con el que Dios bendijo a Su Hijo cuando lo creó. Ya era entonces aquello que habría de llegar a ser: la única voz que el Creador y la Creación comparten; el canto que el Hijo le entona al Padre, Quien le devuelve las gracias que el canto Le brinda. La armonía es perpetua, y perpetua es también la gozosa concordia de amor que eternamente se profesan el Uno al Otro. Y de este modo se extiende la Creación. Dios da gracias a Su extensión en Su Hijo. El Hijo da gracias por su creación en el canto que entona mientras crea en Nombre de su Padre. El amor que comparten es lo que toda oración habrá de ser por toda la eternidad, cuando al tiempo le llegue su fin, porque así era antes de que el tiempo pareciera existir.

2. Para ti que te encuentras brevemente en el tiempo, la oración toma la forma que mejor satisfaga tu necesidad. Sólo tienes una. Lo que Dios creó uno debe reconocer su unidad y alegrarse de que lo que las ilusiones parecían separar es por siempre uno en la Mente de Dios. La oración debe ser ahora el medio por el que el Hijo de Dios abandona sus metas e intereses separados, y se dirige en santo júbilo a la verdad de la unión con su Padre y consigo mismo.

3. Abandona tus sueños, santo Hijo de Dios, y elevándote tal como Dios te creó, prescinde de los ídolos y acuérdate de Él. La oración te sostendrá ahora y te bendecirá según alzas tu corazón a Él en un canto ascendente que se eleva muy alto, y luego más alto aún, hasta que tanto lo alto como lo bajo desaparecen. La fe en tu objetivo crecerá y te apoyará según asciendas por la luminosa escalera que te lleva a las praderas celestiales y al umbral de la paz. Pues esto es la oración, y ahí se encuentra la salvación. Éste es el camino. Éste es el regalo que Dios te hace.

 

La verdadera oración

1. La oración es una manera de llegar a Dios que el Espíritu Santo te ofrece. No es simplemente una petición o una súplica. No tendrá éxito hasta que te des cuenta de que no pide nada. ¿De qué otra manera sino podría cumplir su propósito? Es imposible orar por ídolos y esperar llegar a Dios. La verdadera oración debe evitar la trampa de convertirse en una súplica. Pide, más bien, recibir lo que ya ha sido dado, aceptar lo que ya está ahí.

2. Se te ha dicho que le pidas al Espíritu Santo la respuesta a cualquier problema específico, y que recibirás una respuesta específica si tal es tu necesidad. Se te ha dicho también que sólo hay un problema y sólo una solución. En lo que respecta a la oración, esto no es contradictorio. En este mundo hay que tomar decisiones, y hay que tomarlas tanto si son ilusorias como si no. No se te puede pedir que aceptes respuestas que se encuentran más allá del nivel de necesidad que puedes reconocer. Por lo tanto, no es la forma de la petición lo que importa ni tampoco cómo se hace. La forma de la respuesta, si es que procede de Dios, satisfará tu necesidad tal como la percibas. Mas ello es simplemente un eco de la respuesta de Su Voz. El verdadero sonido es siempre un canto de acción de gracias y de amor.

3. No puedes, por lo tanto, pedir el eco. El canto es lo que constituye el regalo. Con él vienen las resonancias, las armonías, los ecos, mas todo esto es secundario. En la verdadera oración sólo escuchas el canto. El resto simplemente se agrega. Has buscado primero el Reino de los Cielos, y todo lo demás ciertamente se te ha dado por añadidura.

4. El secreto de la verdadera oración es olvidarte de las cosas que crees que necesitas. Pedir algo específico es igual que ver el pecado primero y luego perdonarlo. Del mismo modo, al orar pasas por alto tus necesidades específicas tal como las ves, y las dejas en Manos de Dios. Ahí se convierten en los regalos que Le haces, pues Le dicen que no antepondrás otros dioses a Él y que no quieres otro amor que el Suyo. ¿Cuál podría ser Su respuesta sino tu recuerdo de Él? ¿Puede esto cambiarse por un insignificante consejillo para un problema de apenas un instante de duración? La respuesta de Dios es para toda la eternidad. Sin embargo, todas las pequeñas respuestas están contenidas en ella.

5. Orar es hacerse a un lado; un abandonarse, un tiempo de sosegada escucha y de amor. No debe confundirse con súplicas de ninguna clase, ya que es una manera de recordar tu santidad. ¿Por qué habría de suplicar la santidad cuando tiene pleno derecho a todo lo que el Amor ofrece? Y es al Amor adónde vas cuando oras. La oración es una ofrenda; un renunciar a ti mismo para ser uno con el Amor. No hay nada que pedir porque ya no hay nada que desear. Esa nada se convierte en el altar de Dios. Y desaparece en Él.

6. Éste no es un nivel de oración que todo el mundo pueda alcanzar por ahora. Aquellos que aún no lo han conseguido necesitan que los ayudes con tus oraciones porque su pedir no se basa todavía en la aceptación. El que alguien ayude con sus oraciones no significa que otro medie entre tú y Dios. Pero sí significa que otro está a tu lado y te ayuda a elevarte hasta Él. El que se ha dado cuenta de la Bondad de Dios, ora sin temor. Y el que ora sin temor no puede sino llegar a Él. Por lo tanto, Él también puede llegar hasta Su Hijo, dondequiera que éste se encuentre y cualquiera que sea la forma que parezca adoptar.

7. Orar al Cristo en cualquiera es una verdadera oración porque constituye un regalo de agradecimiento a Su Pedir que Cristo no sea sino Él Mismo no es una súplica. Es un canto de gratitud por lo que eres. En esto radica el poder de la oración. No pide nada y lo recibe todo. Esta oración puede ser compartida porque recibe por todos. Orar con alguien que sabe que esto es verdad es haber recibido respuesta. Tal vez la forma concreta de la solución a un problema específico se le ocurra a uno de vosotros, no importa a quién de los dos sea. Tal vez os llegue a ambos, si estáis en una genuina armonía el uno con el otro. Mas vendrá porque os habéis dado cuenta de que Cristo habita en los dos. Ésa es su única verdad.

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