¡Un Curso de Milagros!

(abreviado como ucdm)

Lucrecia Gamboa

Audio – Texto – Capítulo 24

24.III. Cómo perdonar el deseo de ser especial

Colaboran

Colabora

Dalcy Solís

Colabora

Sindy Pessoa

Colabora

Hazel Solís

Colabora

Mike Maher

Transcripción Audio

Un Curso de Milagros
UCDM – Texto – Capítulo 24

III. Cómo perdonar el deseo de ser especial

Capítulo 24 – El deseo de ser especial

Cómo perdonar el deseo de ser especial

1. El perdón pone fin al deseo de ser especial. Lo único que se puede perdonar son las ilusiones, que entonces desaparecen. El perdón es lo que te libera de todas las ilusiones, y por eso es por lo que es imposible perdonar sólo parcialmente. Nadie que se aferre a una sola ilusión puede considerarse a sí mismo libre de pecado, pues, en tal caso, aún está afirmando que un error acerca de sí mismo es hermoso. Y de este modo, lo califica de “imperdonable” y lo convierte en un pecado. ¿Cómo iba a poder entonces conceder perdón de manera total cuando aún no lo quiere aceptar para sí mismo? Pues es seguro que lo recibiría completamente en el instante en que así lo concediera. Y de esta manera, la culpa que mantiene oculta desaparecería, al él mismo haberla perdonado.

2. Cualquier forma de especialismo que aún valores, la has convertido en un pecado. Se alza inviolable, y la defiendes acérrimamente con toda tu endeble fuerza contra la Voluntad de Dios. Y así, se alza contra ti, como enemiga tuya, no de Dios. De este modo, parece escindirte de Dios y hacer que estés separado de Él en cuanto que defensor de ella. Prefieres proteger lo que Dios no creó. Sin embargo, este ídolo que parece conferirte poder, en realidad te lo ha arrebatado. Pues le has dado el patrimonio de tu hermano, dejando a éste solo y condenado, y quedando tú hundido en el pecado y en el sufrimiento junto con él, ante el ídolo que no puede salvaros.

3. No eres tú el que es tan vulnerable y susceptible de ser atacado que basta una palabra, un leve susurro que no te plazca, una circunstancia adversa o un evento que no hayas previsto para trastornar todo tu mundo y precipitarlo al caos. La verdad no es algo frágil y las ilusiones no pueden afectarla ni cambiarla en absoluto. Pero ser especial no es lo que es verdad en ti. Pues cualquier cosa puede hacerle perder el equilibrio. Lo que descansa sobre lo que no es nada jamás podrá ser estable. Por muy grande y desmesurado que parezca, se tambaleará, dará vueltas y revoloteará con la más tenue brisa.

4. Sin cimientos nada es seguro. ¿Habría dejado Dios a Su Hijo en un estado en el que la seguridad no significase nada? ¡De ninguna manera! a Su Hijo permanece a salvo, descansando en Él. Tu deseo de ser especial es lo que se ve atacado por todo lo que camina o respira, se arrastra o se desliza o simplemente vive. Nada está a salvo de su ataque, y tampoco ello está a salvo de nada. Jamás estará dispuesto a perdonar, pues esto es lo que es: un voto secreto de que lo que Dios quiere para ti nunca se dé y de que por siempre te opondrás a Su Voluntad. No es posible tampoco que ambas voluntades puedan jamás ser la misma, mientras tu deseo de ser especial se alce como una llameante espada de muerte entre ellas, convirtiéndolas en enemigas.

5. Dios te pide que perdones. Él no quiere que la separación se interponga—como si de una voluntad ajena se tratase—entre lo que tanto Su Voluntad como la tuya disponen para ti. Ambas son la misma, pues ninguna dispone ser especial. ¿Cómo iban a poder disponer la muerte del Amor Mismo? Con todo, no pueden atacar a las ilusiones. No son cuerpos; y esperan como una sola Mente a que todas las ilusiones se traigan ante Ellas y se dejen ahí. La salvación no desafía ni siquiera a la muerte. Y a Dios Mismo, que sabe que la muerte no es tu voluntad, no le queda otro remedio que decir: “Hágase tu voluntad” porque tú crees que lo es.

6. Perdona al Gran Creador del universo—la Fuente de la Vida, del Amor y la Santidad, el Padre perfecto de un Hijo perfecto—por tus ilusiones de ser especial. He aquí el infierno que elegiste como tu hogar. Él no eligió eso para ti. No Le pidas que entre ahí. El camino está cerrado al amor y a la salvación. Pero si liberas a tu hermano de las profundidades del infierno, habrás perdonado a Aquel Cuya Voluntad es que descanses para siempre en los brazos de la paz, perfectamente a salvo y sin que la animosidad ni malicia de ningún pensamiento de ser especial perturbe tu descanso. Perdona al Santísimo por no haber podido concederte el especialismo que tú entonces inventaste.

7. Todos los que se consideran especiales están dormidos, rodeados por un mundo de belleza que no ven. La libertad, la paz y la dicha se encuentran ahí, junto al ataúd en el que duermen, llamándolos para que vuelvan en sí y despierten de su sueño de muerte. Mas ellos no oyen nada. Están perdidos en sueños de especialismo. Odian la llamada que los puede despertar y maldicen a Dios porque no convirtió su sueño en realidad. Maldice a Dios y muere, pero no por mandato de Aquel que no creó la muerte, sino sólo en el sueño. Mas abre los ojos ligeramente y verás al salvador que Dios te dio a fin de que pudieras contemplarlo y devolverle su patrimonio. Dicho patrimonio es también el tuyo.

8. Los esclavos del deseo de ser especial se liberarán. Tal es la Voluntad de Dios y la de Su Hijo. ¿Se condenaría Dios a Sí Mismo al infierno y a la perdición? ¿Y es eso acaso lo que dispones para tu salvador? Dios te llama a través de él a unirte a Su Voluntad para que ambos os salvéis del infierno. Observa las marcas de los clavos en las manos que te extiende pidiendo que le concedas tu perdón. Dios te pide que tengas misericordia con Su Hijo y con Él. No se la niegues a ninguno de los Dos. Lo único que te piden es que se haga tu voluntad. Buscan tu amor a fin de que tú te puedas amar a ti mismo. No ames tu deseo de ser especial en vez de amarlos a Ellos. La marca de los clavos está también en tus manos. Perdona a tu Padre el que no fuese Su Voluntad que tú fueras crucificado.

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