¡Un Curso de Milagros!

(abreviado como ucdm)

Lucrecia Gamboa

Audio – Texto – Capítulo 24

24.I. El substituto del amor

Colaboran

Colabora

Dalcy Solís

Colabora

Sindy Pessoa

Colabora

Hazel Solís

Colabora

Mike Maher

Transcripción Audio

Un Curso de Milagros
UCDM – Texto – Capítulo 24

I. El substituto del amor

Capítulo 24 – El deseo de ser especial

El substituto del amor

1. El amor es extensión. Negarte a dar un regalo—por insignificante que sea—es no conocer el propósito del amor. El amor lo da todo eternamente. Si retienes una sola creencia, una sola ofrenda, el amor desaparece, pues has pedido que un substituto ocupe su lugar. Y ahora la pugna—el substituto de la paz—no puede sino acompañar a la única alternativa que puedes elegir en lugar del amor. El que la hayas elegido es lo que le confiere toda la realidad que parece tener.

2. Las creencias nunca se atacarán unas a otras abiertamente, ya que es imposible que se puedan producir desenlaces conflictivos. Mas una creencia que no se haya reconocido es una decisión de batallar en secreto, en la que los resultados del conflicto se mantienen ocultos y nunca se llevan ante la razón para ver si son sensatos o no. Y son muchos los resultados insensatos que se han obtenido y muchas las decisiones absurdas que se han tomado que ahora se han convertido en creencias a las que se les ha otorgado el poder de determinar las decisiones subsiguientes. No subestimes el poder que tienen estos guerreros ocultos para destruir tu paz. Pues ésta se encuentra a su merced mientras tu decisión de dejarla en sus manos siga en pie. Los enemigos secretos de la paz—tu más mínima decisión de elegir el ataque en vez del amor—se encuentran ahí por tu propia elección, sin ser reconocidos y prestos a desafiarte a combatir y a llevarte a una violencia mucho más grande de lo que te puedas imaginar. No niegues su presencia ni sus terribles resultados. Lo único que se puede negar es su realidad, no sus consecuencias.

3. La única creencia que se mantiene celosamente oculta y que se defiende aunque no se reconoce, es la fe en ser especial. Esto se manifiesta de muchas formas, pero siempre choca con la realidad de la Creación de Dios y con la grandeza con la que Él dotó a Su Hijo. ¿Qué otra cosa podría justificar el ataque? ¿Quién podría odiar a alguien cuyo Ser es el suyo propio y a Quien conoce? Sólo los que se creen especiales pueden tener enemigos, pues creen ser diferentes y no iguales. Y cualquier clase de diferencia impone diferentes órdenes de realidad y una ineludible necesidad de juzgar.

4. Lo que Dios creó no puede ser atacado, pues no hay nada en el universo que sea diferente de ello. Lo que es diferente, sin embargo, exige juicios, y éstos tienen que proceder de alguien que es “mejor”, alguien incapaz de ser como aquel a quien condena, alguien “superior” a él y, en comparación, inocente. Y así, el deseo de ser especial se convierte simultáneamente en un medio y en un fin. Pues ser especial no sólo separa, sino que también sirve como base desde la que el ataque contra los que parecen ser “inferiores”, es “natural” y “justo”. Los que se creen especiales se sienten débiles y frágiles debido a las diferencias, pues lo que los hace especiales es su enemigo. Sin embargo, ellos lo protegen y lo llaman “amigo”. Luchan por él contra todo el universo, pues no hay nada en el mundo que sea más valioso para ellos.

5. El deseo de ser especial es el gran dictador de las decisiones erróneas. He aquí la gran ilusión de lo que tú eres y de lo que tu hermano es. Y he aquí también lo que hace que se ame al cuerpo y se le considere algo que vale la pena conservar. Ser especial es una postura que requiere defensa. Las ilusiones la pueden atacar y es indudable que lo hacen. Pues aquello en lo que tu hermano se tiene que convertir para que tú puedas seguir siendo especial es una ilusión. Hay que atacar a aquel que es “peor” que tú, de forma que tu especialismo pueda perpetuarse a costa de su derrota. Pues ser especial supone un triunfo, y esa victoria constituye la derrota y humillación de tu hermano. ¿Cómo iba a poder vivir con el fardo de todos tus pecados sobre él? ¿Y quién, sino tú, es su conquistador?

6. ¿Podrías odiar a tu hermano si fueses igual que él? ¿Podrías atacarlo si te dieras cuenta de que caminas con él hacia una misma meta? ¿No harías todo lo posible por ayudarlo a alcanzarla si percibieras que su triunfo es el tuyo propio? Tu deseo de ser especial te convierte en su enemigo; pero en un propósito compartido, eres su amigo. Ser especial jamás se puede compartir, pues depende de metas que sólo tú puedes alcanzar. Y él jamás debe alcanzarlas, pues de otro modo tu meta se vería en peligro. ¿Qué significado puede tener el amor allí donde el objetivo es triunfar? ¿Y qué decisión puede tomarse en favor de ese objetivo que no acabe perjudicándote?

7. Tu hermano es tu amigo porque su Padre lo creó semejante a ti. No hay diferencia alguna entre vosotros. Se te ha dado tu hermano para que el amor se pueda extender, no para que se lo niegues. Lo que no das, lo pierdes. Dios se dio a Sí Mismo a vosotros dos, y recordar esto es el único propósito que compartís ahora. Por lo tanto, es el único propósito que tenéis. ¿Podríais atacaros el uno al otro si decidieseis no permitir que el deseo de ser especial se interpusiera entre vosotros? Observa imparcialmente qué es lo que hace que no aceptes a tu hermano del todo o lo que te lleva a pensar que quizá os convendría más estar separados. ¿No es siempre acaso tu creencia de que tu sensación de ser especial se ve menoscabada por vuestra relación? ¿Y no es éste el “enemigo” que hace que cada uno de vosotros sea una ilusión para el otro?

8. Tu temor a Dios y a tu hermano procede de cada creencia de ser especial que aún no has reconocido. Pues exiges que tu hermano se postre ante ella en contra de su voluntad. Y Dios Mismo tiene que honrarla o pagar las consecuencias. Todo vestigio de malicia, toda punzada de odio y todo deseo de perpetuar la separación nace ahí. Pues en este punto el propósito que compartes con tu hermano queda velado de vuestras conciencias. Te resistes a aceptar este curso porque te enseña que tú y tu hermano sois iguales. No tenéis ningún propósito que no sea el mismo ni ninguno que vuestro Padre no comparta con vosotros. Pues se ha eliminado de vuestra relación todo objetivo de ser especial. ¿Destruirías ahora el objetivo de santidad que el Cielo le confirió? ¿Qué perspectiva puede tener el que se cree especial que no cambie con cada aparente golpe, con cada afrenta o con cada juicio que se imagina ha sido emitido contra él?

9. Los que se creen especiales se ven obligados a defender las ilusiones contra la Verdad, pues ¿qué otra cosa es el deseo de ser especial sino un ataque contra la Voluntad de Dios? No amas a tu hermano mientras eso sea lo que defiendes en su contra. Esto es lo que él ataca y lo que tú proteges. He aquí el motivo de la batalla que libras contra él. Ahí él no puede sino ser tu enemigo, no tu amigo. Jamás podrá haber paz entre los que son diferentes. Mas él es tu amigo precisamente porque sois lo mismo.

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