(abreviado como ucdm)
Lucrecia Gamboa
Dalcy Solís
Sindy Pessoa
Hazel Solís
Mike Maher
Un Curso de Milagros
UCDM – El Canto de la Oración – 3. La Curación
III. La separación en contraposición a la unión
3. LA CURACIÓN
La separación en contraposición a la unión
1. La falsa curación sana al cuerpo en parte, pero no completamente. Sus metas separadas se pueden apreciar claramente en esto, pues la falsa curación no elimina la maldición del pecado que yace sobre el cuerpo. Por consiguiente, todavía engaña. No es realizada por uno que comprende que el otro es exactamente igual que él, que es lo que hace posible la verdadera curación. Cuando es falsa, hay un poder que uno de ellos posee, que no ha sido otorgado a ambos por igual. Con esto se corrobora la separación. Y con esto se pierde el significado de la verdadera curación, y surgen ídolos para opacar la unidad que es el Hijo de Dios.
2. Curar-para-separar puede parecer una idea extraña. Sin embargo, lo mismo se puede decir de toda forma de curación basada en cualquier tipo de desigualdad. Esas formas pueden sanar el cuerpo y, de hecho, generalmente se limitan a eso. Alguien sabe más, se ha adiestrado mejor o es quizá más talentoso y sabio. Por lo tanto, puede curar a alguien que se encuentra por debajo de él y bajo su amparo. El cuerpo se puede sanar de esta manera porque, en sueños, la igualdad no es permanente. El sueño se compone de modificaciones y cambios. Curarse parece consistir en encontrar a alguien más sabio, quien, mediante sus artificios y conocimientos, lo consiga.
3. Alguien sabe más: ésta es la frase mágica por medio de la cual el cuerpo parece ser el objeto de la curación tal como el mundo la concibe. Y a este alguien más sabio el otro se dirige para beneficiarse de su conocimiento y habilidad; para encontrar en él remedio para su dolor. ¿Cómo puede ser eso? La verdadera curación no puede proceder de una asumida desigualdad, que posteriormente se acepta como la verdad, y luego se usa para ayudar a sanar a los heridos y calmar la mente que sufre de la agonía de la duda.
4. ¿Existe, entonces, un papel que uno pueda desempeñar en la curación para ofrecer ayuda a otro? Desde la arrogancia la respuesta tiene que ser “no”. Pero desde la humildad ciertamente hay un lugar para los que quieren ayudar. Es como el papel del que ayuda en la oración, que deja que el perdón sea aquello para lo que se concibió. No te consideras el portador del don especial que da lugar a la curación. Lo único que haces es reconocer tu unidad con el que está pidiendo ayuda. Pues en esta unidad desaparece su sentido de separación que es lo que lo enfermó. No tiene sentido administrar remedio alguno excepto allí donde radica la fuente de la enfermedad, pues de otra manera ésta nunca podría curarse verdaderamente.
5. Sanadores los hay, pues son Hijos de Dios que reconocen su Fuente y comprenden que todo lo que su Fuente crea es uno con ellos. Ése es el remedio que brinda alivio infalible. Ése es el remedio que seguirá bendiciendo por toda la eternidad. No cura sólo en parte, sino completamente y para siempre. Ahora la causa de toda dolencia se ha puesto al descubierto exactamente como es. Y en ese lugar se halla ahora escrita la santa Palabra de Dios. La enfermedad y la separación deben curarse mediante el amor y la unión. Nada más puede curar tal como Dios estableció lo que es la curación. Sin Él no hay curación, pues sin Él no hay
6. Sólo la Voz de Dios puede decirte cómo curar. Escucha, y nunca dejarás de ofrecer Su amoroso remedio a quienes Él te envía, de permitir que Él los sane ni de bendecir a todos aquellos que colaboran con Él en nombre de la curación. El cuerpo sanará porque la causa de su enfermedad ha desaparecido. Y ahora, al no tener causa alguna, no puede volver a presentarse en otra forma. Tampoco se le temerá a la muerte porque se ha comprendido lo que es. Aquel que verdaderamente se ha curado no tiene miedo, pues el amor ha entrado allí donde antes estaban los ídolos y el miedo ha cedido finalmente ante Dios.
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