¡Un Curso de Milagros!

(abreviado como ucdm)

Lucrecia Gamboa

Audio – Texto – Capítulo 31

31.VII. La visión del salvador

Colaboran

Colabora

Dalcy Solís

Colabora

Sindy Pessoa

Colabora

Hazel Solís

Colabora

Mike Maher

Transcripción Audio

Un Curso de Milagros
UCDM – Texto – Capítulo 31

VII. La visión del salvador

Capítulo 31 – La visión final

La visión del salvador

 1. Aprender significa cambiar. La salvación no intenta valerse de medios que todavía sean tan ajenos a tu modo de pensar que no te sirvan de nada, ni tampoco es su intención producir cambios que no puedas reconocer. Mientras perdure la percepción habrá necesidad de conceptos, y la tarea de la salvación es cambiarlos. Y lo hace valiéndose de contrastes, no de la Verdad, la cual no tiene opuestos ni puede cambiar. De acuerdo con los conceptos del mundo, los culpables son “malos” y los inocentes “buenos”. Y no hay nadie aquí que no tenga un concepto de sí mismo que cuente con lo “bueno” para que le perdone lo “malo”. No puede tampoco confiar en el aspecto ”bueno” de nadie, pues cree que el “malo” anda por ahí al acecho. Este concepto hace hincapié en la traición, de modo que resulta imposible tener confianza. Nada de esto puede cambiar mientras percibas lo “malo” en ti.

2. Mientras le atribuyas valor al ataque no podrás ver tus “malos” pensamientos. Puede que algunas veces los percibas, pero no te darás cuenta de que no significan nada. Y así, se presentarán en formas temibles, ocultando su contenido, a fin de quebrantar el pobre concepto que tienes de ti mismo y ennegrecerlo con otro “crimen” más. No puedes concederte a ti mismo tu inocencia, pues estás demasiado confundido con respecto a Quien eres. Mas sólo con que considerases a un solo hermano como completamente digno de perdón, tu concepto de ti mismo cambiaría por completo. Tus “malos” pensamientos quedarían perdonados junto con los suyos, al no haber permitido que ninguno de ellos te afectara. Abandonarías tu empeño de querer ser el símbolo de su maldad y culpa. Y al depositar tu confianza en lo que es bueno en él, la depositarías en lo que es bueno en ti.

3. Desde un punto de vista conceptual, ésa es la manera de verlo como algo más que un cuerpo, pues el cuerpo nunca parece ser lo que es bueno. Las acciones del cuerpo se perciben como procedentes de lo más “bajo” en ti y, por ende, de lo más “bajo” en él. Al concentrarte únicamente en lo bueno en él, ves el cuerpo cada vez menos y a la larga tan sólo se verá como una sombra que circunda lo bueno. Y cuando hayas llegado al mundo que se encuentra más allá de lo que sólo se puede ver con los ojos del cuerpo, ése será el concepto que tendrás de ti mismo. Pues no interpretarás nada de lo que veas sin la Ayuda que Dios te proveyó. Y en Su visión yace otro mundo.

4. Vives en ese mundo tanto como en éste, pues los dos son conceptos de ti mismo que se pueden intercambiar, pero que jamás pueden albergarse simultánea-mente. El contraste es mucho mayor de lo que te imaginas, pues amarás ese otro concepto de ti mismo porque no se concibió sólo para ti. Aunque nació como un regalo para alguien a quien no percibías como tu propio ser, se te ha dado a ti. Pues el perdón que le concediste a él ha sido aceptado ahora para los dos.

5. Ten fe en aquel que camina a tu lado para que el temeroso concepto que tienes de ti mismo pueda cambiar. Y contempla lo bueno en él para que tus “malos” pensamientos no te asusten al no poder nublar la manera en que lo ves. Lo único que se requiere es que estés dispuesto a que este feliz intercambio tenga lugar. No se te pide nada más. En apoyo de ese intercambio, recuerda lo que el concepto de ti mismo que ahora abrigas te trajo en su estela, y dale la bienvenida al grato contraste que se te ofrece. Extiende la mano y recibe el regalo de dulce perdón que le ofreces a aquel que tiene tanta necesidad de él como tú. Y permite que el cruel concepto que tienes de ti sea intercambiado por otro que te brinda la Paz de Dios.

6. El concepto que ahora tienes de ti mismo garantiza que tu función aquí sea por siempre irrealizable e imposible de llevar a cabo. Y así, te condena a una amarga y profunda sensación de depresión y futilidad. Dicho concepto, sin embargo, no tiene por qué ser fijo e inalterable, a menos que decidas que no hay esperanza de que pueda cambiar y lo mantengas estático y oculto en tu mente. En lugar de ello, entrégaselo a Aquel que entiende cuáles son las modificaciones que necesita para que pueda serle útil a la función que se te encomendó a fin de brindarte paz, de modo que puedas ofrecer paz para así gozar de ella. Las alternativas están en tu mente para que las uses, y tú puedes verte a ti mismo de otra manera. ¿No preferirías considerarte como alguien que es necesario para la salvación del mundo, en vez de un enemigo de ella?

7. El concepto del yo se alza como un escudo, como una silenciosa barricada contra la Verdad, ocultándola de tu vista. Todas las cosas que ves son imágenes porque las contemplas a través de una barrera que te empaña la vista y deforma tu visión, de manera que no puedes ver nada con claridad. La luz está ausente de todo lo que ves. Como máximo, vislumbras una sombra de lo que se encuentra más allá. Como mínimo, ves simplemente la obscuridad y percibes las aterradoras imaginaciones procedentes de pensamientos de culpa y de conceptos nacidos del miedo. Y lo que ves es el infierno, pues eso es lo que es el miedo. Mas todo lo que se te da es para tu liberación, y la vista, la visión y el Guía interno te sacarán del infierno junto con aquellos que amas a tu lado y al universo junto con ellos.

8. ¡Mirad el papel que se os ha encomendado en el universo! El Señor del Amor y de la Vida le ha encomendado a cada aspecto de la verdadera creación que salve a todo el mundo de la aflicción del infierno. Y a cada uno le ha concedido la gracia de ser el salvador de los santos hermanos que se le confiaron especialmente. Y esto es lo que aprende cuando primero ve a otro tal como se ve a sí mismo y contempla su propio reflejo en él. Así es como deja a un lado el concepto que tiene de sí mismo, pues nada viene a interponerse entre su visión y lo que contempla, para juzgar lo que él ve. Y en esta única visión, ve la faz de Cristo y se da cuenta de que contempla a todo el mundo según contempla a este hermano. Pues ahora hay luz donde antes había obscuridad, y el velo que cubría su vista ha sido descorrido.

9. El velo que cubre la faz de Cristo, el temor a Dios y a la salvación, así como el amor a la culpa y a la muerte no son sino diferentes nombres de un mismo error: que hay un espacio entre tu hermano y tú que os mantiene aparte debido a una ilusión de ti mismo que lo mantiene a él separado de ti y a ti alejado de él. La espada del juicio es el arma que le entregas a esta ilusión de ti mismo, para que pueda luchar e impedir que el amor llene el espacio que mantiene a tu hermano separado de ti. Mientras empuñes esa espada, no obstante, no podrás sino percibirte a ti mismo como un cuerpo, pues te habrás condenado a estar separado de aquel que sostiene el espejo que refleja otra imagen de lo que él es y, por ende, de lo que tú no puedes sino ser también.

10. ¿Qué es la tentación sino el deseo de permanecer en el infierno y en la aflicción? ¿Y a qué puede dar lugar esto sino a una imagen de ti que puede estar afligida y permanecer atormentada y en el infierno? El que ha aprendido a no ver a su hermano de esta manera, se ha salvado a sí mismo y, por ende, se ha convertido en el salvador de todos los demás. Dios ha encomendado a todos a cada uno, pues un salvador parcial es uno que sólo se ha salvado parcialmente. Los santos hermanos que Dios te ha encomendado para que los salves son todos aquellos con quienes te encuentras o a quienes contemplas sin saber Quién son; los que viste por un instante y luego olvidaste; los que conociste hace mucho; los que conocerás algún día; aquellos de los que ya no te acuerdas y los que aún no han nacido. Pues Dios te ha dado Su Hijo para que lo salves de cualquier concepto que él haya abrigado jamás.

11. Mas ¿cómo podrías ser el salvador del Hijo de Dios mientras todavía desees permanecer en el infierno? ¿Cómo ibas a ser consciente de su santidad mientras lo veas separado de la tuya? Pues la santidad se ve a través de ojos santos que ven la inocencia en su interior y, consecuentemente, esperan verla en todas partes. De esta manera, la invocan en todo aquel que contemplan para que pueda ser lo que ellos esperan de él. Esta es la visión del salvador: él ve su inocencia en todo lo que contempla, y su propia salvación en todas partes. No tiene un concepto de sí mismo que se interponga entre sus ojos despejados y serenos y lo que ve. De este modo, lleva la luz a todo lo que contempla para así poder verlo como realmente es.

12. Sea cual sea la forma en que la tentación parezca manifestarse, no es más que un reflejo de tu deseo de ser algo que no eres. De ese deseo surge un concepto que te enseña que eres aquello que deseas ser. Y hasta que no dejes de atribuirle valor al deseo que lo engendró, ése será el concepto que tendrás de ti mismo. Y mientras lo tengas en gran estima, verás a tu hermano como la imagen de ti que dicho deseo engendró. Pues ver es tan sólo la representación de un deseo, ya que no tiene el poder de crear. Puede, no obstante, contemplar con amor o con odio, dependiendo sencillamente de si eliges unirte a lo que ves o mantenerte aparte y separado de ello.

13. Así como la visión del salvador está desprovista de cualquier juicio acerca de ti, del mismo modo es inocente con respecto a lo que tu hermano es. No ve el pasado de nadie en absoluto. Y así, sirve a una mente completamente receptiva, libre de viejos conceptos y dispuesta a contemplar sólo lo que el presente contiene. No puede juzgar porque no sabe nada. Y al haber reconocido esto, simplemente pregunta: “¿Cuál es el significado de lo que contemplo”? Entonces se le da la respuesta. Y la puerta se abre para que la faz de Cristo refulja sobre aquel que con inocencia pide ver más allá del velo de las viejas ideas y de los conceptos ancestrales que por tanto tiempo abrigó contra la visión de Cristo en ti.

14. Así pues, mantente alerta contra la tentación, recordando que no es más que un deseo demente e insensato de convertirte en algo que no eres. Y piensa también en esa cosa que querrías ser en cambio. Pues de lo que esa cosa se compone es de locura, dolor y muerte; de traición y de profunda desesperación, así como de sueños fallidos y de haber perdido toda esperanza, salvo la de morir para así poner fin al sueño de miedo. Eso es todo lo que es la tentación; nada más. ¿Cómo iba a ser difícil elegir contra ello? Examina lo que es la tentación y reconoce cuáles son las verdaderas alternativas entre las que eliges. Pues sólo hay dos. No te dejes engañar por el hecho de que aparentan ser muchas. Las alternativas son el infierno o el Cielo, y de éstas, sólo puedes elegir una.

15. No dejes que la luz del mundo, la cual te ha sido concedida, permanezca oculta de él. Pues el mundo necesita la luz, ya que ciertamente es un lugar sombrío, y los hombres se desesperan porque la visión del salvador está velada y lo que ven es la muerte. Su salvador se encuentra ahí, desconocidamente y desconocido, y los contempla con los ojos cerrados. Y ellos no podrán ver hasta que él los contemple con ojos videntes y les ofrezca el perdón que se ofrece a sí mismo. ¿Podrías tú a quien Dios exhorta: “¡Libera a mi Hijo!” caer en la tentación de no escuchar, una vez que te has dado cuenta de que es tu propia liberación la que Él pide? ¿Y qué otra cosa sino ésta pretende enseñar este curso? ¿Y qué otra cosa sino ésta tienes que aprender?

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