(abreviado como ucdm)
Lucrecia Gamboa
Dalcy Solís
Sindy Pessoa
Hazel Solís
Mike Maher
Un Curso de Milagros
UCDM – Texto – Capítulo 30
VIII. La realidad inmutable
Capítulo 30 – El nuevo comienzo
La realidad inmutable
1. Las apariencias engañan, pero pueden cambiar. La realidad, en cambio, es inmutable. No engaña en absoluto, y si tú no puedes ver más allá de las apariencias, te estás dejando engañar. Pues todo lo que ves cambiará; sin embargo, antes pensabas que era real y ahora crees que es real nuevamente. De este modo, la realidad se ve reducida a formas y se la considera susceptible de cambiar. La realidad, no obstante, es inmutable. Esto es lo que hace que sea real y lo que la distingue de todas las apariencias. Tiene que estar más allá de toda forma para poder ser ella misma. No puede cambiar.
2. El milagro es un medio para demostrar que todas las apariencias pueden cambiar precisamente porque son apariencias y porque carecen del atributo de inmutabilidad que la realidad entraña. El milagro da fe de que te puedes salvar de las apariencias al demostrar que éstas pueden cambiar. En tu hermano reside una inmutabilidad que está más allá de cualquier apariencia o engaño. Mas se ve nublada por tus cambiantes ideas acerca de él, que tú percibes como su realidad. Lo que constituiría un sueño feliz con respecto a él adopta la forma de una apariencia en la que goza de perfecta salud, se encuentra completamente inmune a cualquier clase de carencia y está perfectamente a salvo de cualquier clase de desastre. El milagro es la prueba de que no está limitado por ninguna clase de pérdida o sufrimiento, ya que todo ello puede cambiar tan fácilmente. Esto demuestra que nunca fueron reales y que no pudieron haber surgido de su realidad. Pues ésta es inmutable y no hay nada en el Cielo o en la tierra que pueda jamás alterar sus efectos. Es evidente, en cambio, que las apariencias son irreales precisamente porque pueden cambiar.
3. ¿Qué es la tentación sino el deseo de hacer que las ilusiones sean reales? No parece ser el deseo de hacer que lo que es real no lo sea. Sin embargo, es la afirmación de que algunas clases de ídolos ejercen una poderosa atracción que los hace más difíciles de resistir que aquellos que tú preferirías que no fueran reales. Toda tentación, por lo tanto, no es más que esto: una plegaria para que el milagro no ejerza influencia sobre algunos sueños, y para que, en vez de ello, mantenga su irrealidad oculta y les otorgue realidad. El Cielo no responde a tal oración ni tampoco se te puede conceder un milagro para sanar las apariencias que no te gustan. Has establecido límites. Lo que pides se te concede, pero no por el Dios que no conoce límites. Sólo tú te has limitado a ti mismo.
4. La realidad es inmutable. Los milagros no hacen sino demostrar que lo que tú has interpuesto entre la realidad y tu conciencia es ilusorio y que no es en modo alguno una interferencia. El costo de la creencia de que algunas apariencias están más allá de cualquier esperanza de cambio es que el milagro no se obra a través de ti de manera consistente. Pues has pedido que no tenga el poder de sanar todos los sueños. No hay milagro que no se te pueda conceder si realmente deseas la curación. Pero no se te puede conceder ninguno a menos que la desees. Elige lo que quieres sanar, y a Aquel que otorga todos los milagros se le niega la libertad de concederle Sus dones al Hijo de Dios. Cuando el Hijo de Dios cae en la tentación, niega la realidad. Y de este modo, se convierte voluntariamente en esclavo de lo que eligió a cambio.
5. Precisamente porque la realidad es inmutable, existe en ella un milagro que sana todas las cosas cambiantes y te las ofrece para que las veas de una forma que te brinda felicidad y que está libre de temor. Se te concederá poder ver a tu hermano de esta forma. Pero no mientras quieras que sea de otra manera con respecto a ciertas cosas. Pues eso sólo significaría que no lo quieres ver curado e íntegro. El Cristo en él es perfecto. ¿Es esto lo que quieres contemplar? No dejes entonces que haya sueños acerca de él que tú prefieras ver en lugar del Cristo en él. Y verás al Cristo en él porque permitiste que Él viniera a ti. Y cuando se te haya aparecido, tendrás la certeza de que eres como Él, pues Él es lo inmutable en tu hermano y en ti.
6. Eso es lo que contemplarás cuando decidas que no hay ninguna apariencia que prefieras conservar en lugar de lo que tu hermano realmente es. No dejes que la tentación de preferir un sueño permita que la incertidumbre se presente ahí. No te sientas culpable y temeroso cuando un sueño acerca de lo que él es te tiente. Pero no le atribuyas a ese sueño el poder de reemplazar lo inmutable en tu hermano en la percepción que tienes de él. No hay falsa apariencia que no desaparezca, si en lugar de ella pides un milagro. No hay dolor del que él no se pueda liberar, sólo con que desees que él sea lo que no puede sino ser. ¿Por qué habrías de temer ver a Cristo en él? Pues en todo lo que ves no haces sino contemplarte a ti mismo. Y conforme él sana, tú te liberas de la culpa, pues lo que él aparenta ser es la imagen que tienes de ti mismo.
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