(abreviado como ucdm)
Lucrecia Gamboa
Dalcy Solís
Sindy Pessoa
Hazel Solís
Mike Maher
Un Curso de Milagros
UCDM – Texto – Capítulo 30
IV. La verdad que yace tras las ilusiones
Capítulo 30 – El nuevo comienzo
La verdad que yace tras las ilusiones
1. Atacarás lo que no te satisfaga y, así, no te darás cuenta de que fuiste tú mismo quien lo inventó. Tu batalla es siempre con las ilusiones. Pues la verdad que yace tras ellas es tan hermosa y tan serena en su amorosa dulzura, que si fueras consciente de ella te olvidarías por completo de tus defensas y te apresurarías a echarte en sus brazos. La verdad jamás puede ser atacada. Y sabías esto cuando inventaste los ídolos. Los concebiste precisamente para olvidarte de este hecho. Lo único que atacas son las ideas falsas, nunca las verdaderas. Los ídolos son todas las ideas que concebiste para llenar la brecha que crees se formó entre lo que es verdad y tú. Y las atacas por lo que crees que representan, pero lo que yace tras ellas no puede ser atacado.
2. Los dioses que inventaste—opresores e incapaces de satisfacerte—son como juguetes infantiles descomunales. Un niño se asusta cuando una cabeza de madera salta de una caja de resorte al ésta abrirse repentinamente o cuando un oso de felpa, suave y silencioso, emite sonidos cuando lo aprieta. Las reglas que había establecido para las cajas de resorte y para los osos de felpa le han fallado y le han hecho perder el “control” de lo que le rodea. Ahora tiene miedo, pues pensó que las reglas lo protegían. Ahora tiene que aprender que las cajas y los osos no lo engañaron ni violaron ninguna regla, y que lo ocurrido no quiere decir que su mundo se haya vuelto caótico y peligroso. Es él quien estaba equivocado. No sabía qué era lo que lo mantenía a salvo y pensó que lo había abandonado.
3. La inexistente brecha se encuentra repleta de juguetes de innumerables formas. Cada uno parece violar las reglas que estableciste para él. Sin embargo, ninguno de ellos fue jamás lo que tú pensabas que era. Y así, no pueden sino dar la impresión de que violan las reglas de seguridad que estableciste, toda vez que éstas son falsas. Mas tú no estás en peligro. Puedes reírte de los muñecos que saltan de cajas de resorte y de los juguetes que emiten sonidos, de la misma manera en que lo hace el niño que ya ha aprendido que no suponen ningún peligro para él. Sin embargo, mientras le guste jugar con ellos, seguirá percibiéndolos como si respetaran las reglas que él estableció para su propio deleite. Por lo tanto, todavía habrá reglas que dichos juguetes parecerán violar y, consecuentemente, se asustará. Mas ¿está realmente a merced de sus juguetes? ¿Y pueden éstos realmente suponer una amenaza para él?
4. La realidad obedece las Leyes de Dios y no las reglas que tú estableces. Son Sus Leyes las que garantizan tu seguridad. Las ilusiones que creas con respecto a ti mismo no obedecen ninguna ley. Parecen danzar por un rato, al compás de las leyes que promulgaste para ellas. Mas luego se desploman para no levantarse más. No son más que juguetes, hijo mío, de modo que no lamentes su pérdida. Su danza jamás te brindó felicidad alguna, pero tampoco eran cosas que pudieran asustarte o mantenerte a salvo si respetaban tus reglas. Las ilusiones no deben ni apreciarse ni atacarse, sino que simplemente se deben considerar como juguetes infantiles, sin ningún significado intrínseco. Ve significado en una sola de ellas y lo verás en todas ellas. No veas significado en ninguna, y no podrán afectarte en absoluto.
5. Las apariencias engañan precisamente porque son apariencias y no la realidad. No les prestes atención sea cual sea la forma que adopten. Lo único que hacen es distorsionar la realidad y producir temor, debido a que ocultan la verdad. No ataques lo que tú mismo hiciste a fin de ser engañado, pues eso demostraría que has sido engañado. El ataque tiene el poder de hacer que las ilusiones parezcan reales. Mas en realidad no hace nada. ¿Quién podría tener miedo de un poder que no tiene efectos reales? ¿Qué podría ser dicho poder sino una ilusión que hace que las cosas parezcan ser como él mismo? Observa calmadamente sus juguetes y comprende que no son más que ídolos que no hacen sino danzar al compás de vanos deseos. No los veneres, pues no existen. Cuando atacas, no obstante, te olvidas de esto. El Hijo de Dios no necesita defenderse de sus sueños. Sus ídolos no suponen ninguna amenaza para él. El único error que comete es creer que son reales. Mas ¿hay algo que las ilusiones puedan lograr?
6. Lo único que las apariencias pueden hacer es engañar a la mente que desea ser engañada. Pero tú puedes tomar una decisión muy simple que te situará por siempre más allá del engaño. No te preocupes por cómo se va a lograr esto, pues eso no es algo que puedas entender. Pero sí verás los grandes cambios que se producirán de inmediato una vez que hayas tomado esta simple decisión: que no deseas lo que crees que un ídolo te puede dar. Pues así es como el Hijo de Dios declara que se ha liberado de todos ellos. Y, por lo tanto, es libre.
7. ¡Qué paradójica es la salvación! ¿Qué otra cosa podría ser, sino un sueño feliz? Lo único que te pide es que perdones todas las cosas que nadie jamás hizo nunca, que pases por alto lo que no existe y que no veas lo ilusorio como si fuera real. Se te pide únicamente que permitas que se haga tu voluntad y que dejes de buscar las cosas que ya no deseas. Y se te pide también que permitas que se te libere de los sueños de lo que nunca fuiste y desistas de tu empeño en querer substituir la Voluntad de Dios por la fuerza de los deseos vanos.
8. Llegado este punto, el sueño de separación empieza a desvanecerse y a desaparecer. Pues aquí la brecha inexistente comienza a percibirse libre de los juguetes de terror que tú inventaste. Esto es lo único que se te pide. Alégrate en verdad de que la salvación no pida mucho, sino de que pida tan poco. En realidad no pide nada. Y aun en las ilusiones sólo pide que el perdón sea el substituto del miedo. Ésa es la única regla para tener sueños felices. La brecha se vacía de todos los juguetes de temor, poniéndose así de manifiesto su irrealidad. Los sueños no sirven para nada y el Hijo de Dios ya no tiene necesidad de ellos. No le ofrecen ni una sola cosa que él pudiera alguna vez desear. El Hijo de Dios se libera de las ilusiones por su propia voluntad y simplemente es restaurado a lo que es. ¿Qué podría ser el plan de Dios para su salvación sino un medio para darse a Sí Mismo Su Hijo?
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