(abreviado como ucdm)
Lucrecia Gamboa
Dalcy Solís
Sindy Pessoa
Hazel Solís
Mike Maher
Un Curso de Milagros
UCDM – Texto – Capítulo 30
Introducción – I. Reglas para tomar decisiones
Capítulo 30 – El nuevo comienzo
Introducción
1. El nuevo comienzo se convierte ahora en el foco central de nuestro programa de estudios. No hay duda con respecto a cuál es la meta, pero ahora se necesitan métodos específicos para alcanzarla. La rapidez con la que puedes hacerlo depende únicamente de esto: que estés dispuesto a poner en práctica cada paso. Cada uno de ellos te ayudará un poco más cada vez que lo practiques. Y todos conjuntamente te conducirán más allá de los sueños de juicios a los de perdón, liberándote así del dolor y del miedo. Ninguno de estos pasos es algo nuevo para ti, pero todavía son ideas más que reglas por las que riges tu pensamiento. Por lo tanto, necesitamos ponerlos en práctica por algún tiempo, hasta que se conviertan en las reglas por las que riges tu vida. Nuestro propósito es ahora convertirlos en hábito, de modo que estén a tu disposición en caso de necesidad.
Reglas para tomar decisiones
1. Tomar decisiones es un proceso continuo, pero no siempre te das cuenta de cuándo las estás tomando. Mas con un poco de práctica con aquellas de las que ya eres consciente, comienza a establecerse un patrón que te ayudará con las demás. No es conveniente que te preocupes por cada paso que tengas que dar. Si adoptas una perspectiva correcta al despertar, habrás ganado ya una gran ventaja. Mas si experimentas una gran resistencia y ves que tu resolución flaquea, es que todavía no estás listo. No luches contra ti mismo. Piensa más bien en la clase de día que te gustaría tener y dite a ti mismo que hay una manera muy fácil de que este mismo día pueda transcurrir así. Trata entonces una vez más de tener la clase de día que deseas.
2. (1º) Este enfoque comienza con la siguiente declaración:
Hoy no tomaré ninguna decisión por mi cuenta.
Esto quiere decir que estás eligiendo no ser el juez de lo que debes hacer. Pero quiere decir también que no juzgarás las situaciones en las que te veas llamado a tomar una decisión. Pues si las juzgas, habrás establecido las reglas que determinan cómo debes reaccionar ante ellas. Y así, una respuesta diferente no haría sino causarte confusión, incertidumbre y temor.
3. El mayor problema que tienes ahora es que todavía decides primero lo que vas a hacer y luego decides preguntar qué es lo que debes hacer. Y es posible que lo que oigas no resuelva el problema tal como lo percibiste inicialmente. Esto conduce al temor porque contradice tu percepción, de modo que te sientes atacado y, por ende, furioso. Hay ciertas reglas mediante las cuales esto se puede evitar. Pero es inevitable que ocurra al principio, mientras aún estás aprendiendo a escuchar.
4. (2º) Siempre que te acuerdes de ello a lo largo del día y dispongas de un momento de calma para reflexionar, repítete a ti mismo nuevamente la clase de día que te gustaría tener, los sentimientos que deseas abrigar, las cosas que quieres que te sucedan, así como lo que quieres experimentar y di:
Si no tomo ninguna decisión por mi cuenta, ésa es la clase de día que se me concederá.
Si practicas estos dos procedimientos debidamente, te ayudarán a dejarte guiar sin temor, pues no permitirán que primero surja la oposición para luego convertirse en un problema de por sí.
5. Mas habrá ocasiones en las que ya habrás juzgado de antemano. En esos casos la respuesta suscitará un ataque, a no ser que rectifiques tu mente de inmediato para que sólo desee una respuesta efectiva. Ten por seguro que eso es lo que ha sucedido si no estás dispuesto a detenerte por un momento y pedir que se te dé la respuesta. Pues eso quiere decir que ya has tomado una decisión por tu cuenta y que no puedes ver cuál fue la pregunta. Necesitas ahora un rápido reconstituyente antes de volver a preguntar.
6. (3º) Recuerda nuevamente la clase de día que te gustaría tener y reconoce que ha ocurrido algo que no forma parte de ello. Date cuenta entonces de que has hecho una pregunta por tu cuenta y de que debes haberla contestado de acuerdo con las condiciones que tú mismo has establecido. Di entonces:
No tengo ninguna pregunta. Me olvidé de lo que tenía que decidir.
Esto cancela las condiciones que estableciste y permite que la respuesta te muestre cuál debió haber sido la pregunta realmente.
7. Trata de observar esta regla sin demora, a pesar de tu resistencia, pues ya estás enfadado. Y tu temor de que se te vaya a dar una respuesta que no coincida con la pregunta tal como la planteaste cobrará ímpetu y acabarás creyendo que el día que deseas es uno en el que a tus preguntas se les dan tus respuestas. Y no será así, pues ello te arruinaría el día al privarte de lo que realmente deseas. Esto puede ser muy difícil de entender, una vez que has decidido por tu cuenta qué reglas te prometen un día feliz. No obstante, esa decisión todavía puede revocarse mediante métodos sencillos que puedes aceptar.
8. (4º) Si estás tan reacio a recibir que ni siquiera puedes olvidarte de tu pregunta puedes empezar a cambiar de parecer con lo siguiente:
Por lo menos puedo decidir que no me gusta cómo me estoy sintiendo ahora.
Esto por lo menos es obvio y allana el camino para el siguiente paso, que es muy sencillo.
9. (5º) Una vez que has decidido que no te gusta cómo te estás sintiendo, qué podría ser más fácil que continuar con:
Por lo tanto, espero haber estado equivocado.
Esto mitiga la sensación de resistencia y te recuerda que no se te está forzando a que aceptes ayuda, sino que es algo que deseas y necesitas porque no te gusta cómo te estás sintiendo. Esta ínfima apertura bastará para que puedas seguir adelante y dar los pocos pasos que te faltan para dejar que se te ayude.
10. Ahora has llegado a un punto crucial porque te has dado cuenta de que saldrías ganando si lo que decidiste no es lo que quieres. Hasta que no llegues a este punto, creerás que tu felicidad depende de tener razón. Pero por lo menos ya has alcanzado un cierto grado de sensatez: te has dado cuenta de que sería mejor para ti que estuvieses equivocado.
11. (6º) Este ápice de sabiduría bastará para llevarte aún más lejos. No se te está forzando a ello, sino que simplemente esperas lograr algo que quieres. Por lo tanto, puedes decir con perfecta honestidad:
Quiero ver esto de otra manera.
Ahora has cambiado de parecer con respecto a la clase de día que deseas tener y has recordado lo que realmente quieres. Su propósito ya no está velado por la demente idea de que lo quieres para satisfacer tu empeño de tener razón cuando en realidad estás equivocado. De este modo, el hecho de que estás dispuesto a pedir llega hasta tu conciencia, pues no puedes estar en conflicto cuando pides lo que realmente quieres y comprendes que eso es lo que estás pidiendo.
12. (7º) Este último paso es sólo el reconocimiento de que no te opones a recibir ayuda. Es la declaración de una mente receptiva, que aunque todavía no está segura, está dispuesta a que se le muestre lo que necesita ver:
Tal vez hay otra manera de ver esto. ¿Qué puedo perder con preguntar?
Ahora puedes, por lo tanto, hacer una pregunta que tenga sentido y, consecuentemente, la respuesta tendrá sentido también. Y no te opondrás a ella, pues comprenderás que es a ti a quien dicha respuesta beneficiará.
13. Debe quedar claro, no obstante, que es más fácil que tu día transcurra felizmente si no permites que la infelicidad haga acto de presencia en primer lugar. Pero esto requiere tener práctica con las reglas que te protegen de los embates del temor. Cuando hayas dominado estas reglas, el amargo sueño de juicios habrá sido des-hecho para siempre. Pero mientras tanto, necesitas poner en práctica las reglas que lo des-hacen. Examinemos una vez más, pues, la primera de las resoluciones que aquí se ofrecen.
14. Hemos dicho que puedes comenzar el día felizmente si decides no tomar ninguna decisión por tu cuenta. Esto de por sí parece ser una decisión. Sin embargo, tú no puedes tomar decisiones por tu cuenta. La única cuestión es entonces con quién eliges tomarlas. Eso es todo. La primera regla, pues, no es una coacción, sino la simple afirmación de un simple hecho. No tomas decisiones por tu cuenta, independientemente de lo que decidas. Pues o bien se toman con ídolos o bien con Dios. Y le pides ayuda al anti-Cristo o a Cristo, y aquel que elijas se unirá a ti y te dirá lo que debes hacer.
15. Tu día no transcurre al azar. La clase de día que tienes lo determina aquello con lo que eliges vivirlo y la manera en que percibe tu felicidad el amigo a quien acudes en busca de consejo. Siempre pides consejo antes de tomar cualquier decisión. Es esencial que entiendas esto, para que te des cuenta de que no hay coerción ni ningún motivo para pensar que coarta tu libertad. Nadie puede escaparse de lo que inevitablemente ha de ocurrir. Y si tú crees que puedes, estás equivocado.
16. La segunda regla es asimismo un hecho. Pues tu consejero y tú tenéis que estar de acuerdo con respecto a lo que deseas antes de que pueda ocurrir. Es este convenio lo que permite que todas las cosas ocurran. Pues nada puede ocurrir sin algún tipo de unión, ya sea con un sueño de juicios o con la Voz que habla en favor de Dios. Las decisiones producen resultados precisamente porque no se toman aisladamente. Las tomáis tu consejero y tú, y son tanto para ti como para el mundo. El día que deseas tener se lo ofreces al mundo, pues transcurrirá tal como lo hayas pedido y reforzará el dominio de tu consejero en el mundo. ¿A qué reino le pertenece tu mundo hoy? ¿Qué clase de día vas a decidir tener?
17. Hoy sólo se necesitan dos que deseen gozar de felicidad para que se la ofrezcan al mundo entero. Sólo se necesitan dos que comprendan que no pueden tomar decisiones por su cuenta para garantizar que el júbilo que pidieron sea plenamente compartido por todos. Pues han entendido la ley básica que les otorga poder a todas las decisiones y les confiere todos los efectos que puedan tener jamás. Sólo se necesitan dos. Estos dos tienen que haberse unido antes de que se pueda tomar una decisión. Permite que esto sea lo único que tengas presente, y tendrás la clase de día que deseas tener y, al tenerlo, se lo ofrecerás al mundo. El juicio que habías emitido sobre el mundo queda anulado mediante tu decisión de tener un día feliz. Y tal como has recibido, así tienes que dar.
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