¡Un Curso de Milagros!

(abreviado como ucdm)

Lucrecia Gamboa

Audio – Texto – Capítulo 28

28.I. El recuerdo del presente

Colaboran

Colabora

Dalcy Solís

Colabora

Sindy Pessoa

Colabora

Hazel Solís

Colabora

Mike Maher

Transcripción Audio

Un Curso de Milagros
UCDM – Texto – Capítulo 28

I. El recuerdo del presente

Capítulo 28 – El des-hacimiento del miedo

El recuerdo del presente

1. El milagro no hace nada. Lo único que hace es des-hacer. Y de este modo, cancela la interferencia a lo que se ha hecho. No añade nada, sino que simplemente elimina. Y lo que elimina hace mucho que desapareció, pero puesto que se conserva en la memoria, sus efectos parecen estar teniendo lugar ahora. Hace mucho que este mundo desapareció. Los pensamientos que lo originaron ya no se encuentran en la mente que los concibió y los amó por un breve lapso de tiempo. El milagro no hace sino mostrar que el pasado ya pasó y que lo que realmente ya pasó no puede tener efectos. Recordar la causa de algo tan sólo puede dar lugar a ilusiones de su presencia, pero no puede producir efectos.

2. Todos los efectos de la culpabilidad han desaparecido, pues ya no existe. Con su partida desaparecieron sus consecuencias, pues se quedaron sin causa. ¿Por qué querrías conservarla en tu memoria, a no ser que desearas sus efectos? Recordar es un proceso tan selectivo como percibir, al ser su tiempo pasado. Es percibir el pasado como si estuviera ocurriendo ahora y aún se pudiese ver. La memoria, al igual que la percepción, es una facultad que tú inventaste para que ocupara el lugar de lo que Dios te dio en tu creación. Y al igual que todas las cosas que inventaste, se puede emplear para otros fines y como un medio para obtener algo distinto. Se puede utilizar para sanar y no para herir, si ése es tu deseo.

3. Nada que se utilice con el propósito de sanar conlleva esfuerzo alguno. Es el reconocimiento de que no tienes necesidades que requieran que hagas algo al respecto. No es una memoria selectiva ni se utiliza para obstruir la Verdad. Todas las cosas de las que el Espíritu Santo puede valerse para sanar le han sido entregadas libres del contenido y los propósitos para las que fueron concebidas. Son sencillamente facultades que aún no tienen una aplicación concreta y que sólo esperan a que se haga uso de ellas. No han sido consagradas a nada en particular ni tienen ningún objetivo.

4. El Espíritu Santo puede ciertamente hacer uso de la memoria, pues Dios Mismo se encuentra en ella. Mas no es ésta una memoria de sucesos pasados, sino únicamente de un estado presente. Has estado acostumbrado por tanto tiempo a creer que la memoria contiene sólo el pasado, que te resulta difícil darte cuenta de que es una facultad que puede recordar el Las limitaciones que el mundo le impone a ese recordar son tan vastas como las que permites que el mundo te imponga a ti. No existe vínculo alguno entre la memoria y el pasado. Si quieres que haya un vínculo, lo habrá. Mas es sólo tu deseo lo que lo establece y sólo tú quien lo limita a una parte del tiempo donde la culpabilidad aún parece persistir.

5. El uso que el Espíritu Santo hace de la memoria no tiene nada que ver con el tiempo. El Espíritu Santo no la utiliza como un medio para conservar el pasado, sino como una manera de renunciar a él. La memoria retiene los mensajes que recibe y hace lo que se le encomienda hacer. No escribe el mensaje ni establece su propósito. Al igual que el cuerpo, no tiene un propósito intrínseco. Y si parece servir para abrigar un viejo odio y presentarte escenas de injusticias y de resentimientos que has estado guardando, eso fue lo que le pediste que fuera su mensaje, y ése fue el que te dio. La historia de todo el pasado del cuerpo se encuentra oculta en la memoria, confinada en sus bóvedas. Todas las extrañas asociaciones que se han hecho para mantener vivo el pasado y el presente muerto, están depositadas ahí, esperando tu orden de que se te traigan y vuelvan a revivirse. Y de este modo, sus efectos parecen haber aumentado con el tiempo, el cual eliminó su

6. El tiempo, no obstante, no es más que otra fase de lo que no hace nada. Colabora estrechamente con todos los demás atributos con los que intentas mantener oculta la verdad acerca de ti. El tiempo ni quita ni restituye. Sin embargo, lo utilizas de una manera extraña, como si el pasado hubiera causado el presente y éste no fuera más que una consecuencia en la que no se puede hacer cambio alguno, toda vez que su causa ha desaparecido. Un cambio, no obstante, tiene que tener una causa duradera, pues, de otro modo, no perduraría. Es imposible poder cambiar nada en el presente si su causa se encuentra en el pasado. Tal como usas la memoria, sólo el pasado está en ella y, así, no es más que un modo de hacer que el pasado predomine sobre el

7. Olvídate de todo lo que te has enseñado a ti mismo, pues no fuiste un buen maestro. ¿Y quién querría conservar en su mente una lección absurda cuando puede aprender y retener una mejor? Cuando memorias de viejos rencores vengan a rondarte, recuerda que su causa ya desapareció. Por lo tanto, no puedes entender cuál es su propósito. No permitas que la causa que quieres atribuirles ahora sea la misma que hizo que fuesen lo que fueron o parecieron ser. Alégrate de que su causa haya desaparecido, pues de eso es de lo que se te Y contempla, en cambio, los nuevos efectos de una Causa que se acepta ahora y cuyas consecuencias se encuentran aquí. Su hermosura te sorprenderá. Las nuevas ideas de antaño que traen consigo, serán las felices consecuencias de una Causa tan ancestral que excede con mucho el lapso de memoria que tu percepción ve.

8. Ésta es la Causa que el Espíritu Santo ha recordado por ti, cuando tú la habrías olvidado. No es una causa pasada porque Él jamás permitió que no se recordase. Nunca ha cambiado porque en ningún momento dejó Él de mantenerla a salvo en tu mente. Sus consecuencias te parecerán ciertamente nuevas porque pensabas que no recordabas su Causa. Mas Ésta nunca estuvo ausente de tu mente, pues no era la Voluntad de tu Padre que Su Hijo no Lo recordase. 0. Lo que recuerdas nunca sucedió, pues procedió de una ausencia de causa, que pensaste que era una causa. Cuando te des cuenta de que has estado recordando consecuencias que carecen de causa y de que, por lo tanto, jamás pudieron haber tenido efectos, no podrás por menos que reírte. El milagro te recuerda una Causa que está eternamente presente y que es inmune al tiempo y a cualquier interferencia. Dicha Causa nunca ha dejado de ser lo que es. Y tú eres Su Efecto, tan inmutable y perfecto como Ella Misma. Su recuerdo no se encuentra en el pasado ni aguarda al futuro. Tampoco se revela en los milagros. Éstos no hacen sino recordarte que esa Causa no ha desaparecido. Cuando Le perdones tus pecados, dejarás de negarla.

9. Tú que has querido condenar a tu Creador no puedes comprender que no fue Él Quien condenó a Su Hijo. Quieres negarle Sus Efectos, sin embargo, Éstos jamás han sido negados. Es imposible que Su Hijo pudiera haber sido jamás condenado por lo que carece de causa y es contrario a Su Voluntad. De lo único que tu memoria quiere dar testimonio es del temor a Dios. Él no ha hecho eso que temes. Ni tú tampoco. Por lo tanto, jamás perdiste tu inocencia. No tienes necesidad de curación para estar sano. Desde la quietud de tu interior, ve en el milagro una lección en cómo permitir que la Causa tenga Sus Efectos y en no hacer nada que pueda interferir.

10. El milagro llega silenciosamente a la mente que se detiene por un instante y se sumerge en la quietud. Se extiende dulcemente desde ese instante de quietud y desde la mente a la que en ese momento sanó hasta otras mentes para que compartan su quietud. Y éstas se unirán en su cometido de no hacer nada que impida el retorno de la radiante extensión del milagro a la Mente que dio origen a todas las mentes. Puesto que el milagro nació como resultado de un acto de compartir, no puede haber ninguna pausa en el tiempo que pueda hacer que el milagro se demore en llegar cuanto antes a las mentes perturbadas, para brindarles un momento de quietud en el que el recuerdo de Dios pueda retornar a ellas. Lo que creían recordar se acalla ahora, y lo que ha venido a ocupar su lugar no se olvidará completamente después.

11. Aquel a Quien dedicas parte de tu tiempo te da las gracias por cada instante de silencio que le ofreces. Pues en cada uno de esos instantes se le permite al recuerdo de Dios ofrecer todos sus tesoros al Hijo de Dios, que es para quien se han conservado. ¡Cuán gustosamente se los ofrece el Espíritu Santo a aquel para quien le fueron dados! Y Su Creador comparte Su agradecimiento porque a Él no se le puede privar de Sus Efectos. El instante de silencio que Su Hijo acepta le da la bienvenida a la eternidad así como a Él, permitiéndoles a Ambos entrar donde es Su deseo morar. Pues en ese instante el Hijo de Dios no hace nada que le pueda producir temor.

12. ¡Cuán rápidamente aflora el recuerdo de Dios en la mente que no tiene ningún temor que se lo impida! Lo que recordaba desaparece. Ya no hay pasado que con su imagen tenebrosa impida el feliz despertar de la mente a la paz presente. Las trompetas de la eternidad resuenan por toda la quietud, mas no la perturban. Y lo que ahora se recuerda es la Causa, no el miedo, el cual se inventó con vistas a anularla y a mantenerla en el La quietud habla con suaves murmullos de amor que el Hijo de Dios recuerda de antaño, antes de que su propio recordar se interpusiera entre el presente y el pasado para acallarlos.

13. Ahora el Hijo de Dios se ha vuelto por fin consciente de una Causa presente y de Sus benévolos Efectos. Ahora comprende que lo que él ha hecho carece de causa y que no tiene efectos de ninguna clase. Él no ha hecho nada. Y al reconocer esto, se da cuenta de que nunca ha tenido necesidad de hacer nada y de que nunca la tuvo. Su Causa son Sus Efectos. Jamás hubo otra causa aparte de Ella que pudiera generar un pasado o un futuro diferentes. Sus Efectos son por siempre inmutables y se encuentran enteramente más allá del miedo y del mundo del pecado.

14. ¿Qué se ha perdido por dejar de ver lo que carece de causa? ¿Y dónde está el sacrificio una vez que el recuerdo de Dios ha venido a ocupar el lugar que antes ocupaba la pérdida? ¿Qué mejor modo hay de cerrar la diminuta brecha entre las ilusiones y la realidad, que dejar que el recuerdo de Dios fluya a través de ella y la convierta en un puente en el que sólo un instante es suficiente para cruzarlo? Pues Dios ha cerrado la brecha Consigo Mismo. Su recuerdo no ha desaparecido ni ha dejado al Hijo encallado para siempre en una costa desde donde puede divisar otra a la que nunca podría llegar. Su Padre ha dispuesto que él sea elevado y llevado dulcemente hasta ella. Él construyó el puente y es Él Quien transportará a Su Hijo a través de él. No temas que vaya a dejar de hacer lo que es Su Voluntad ni que vayas a ser excluido de lo que Ésta dispone para ti.

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