¡Un Curso de Milagros!

(abreviado como ucdm)

Lucrecia Gamboa

Audio – Texto – Capítulo 26

26.X. El fin de la injusticia

Colaboran

Colabora

Dalcy Solís

Colabora

Sindy Pessoa

Colabora

Hazel Solís

Colabora

Mike Maher

Transcripción Audio

Un Curso de Milagros
UCDM – Texto – Capítulo 26

X. El fin de la injusticia

Capítulo 26 – La transición

El fin de la injusticia

1. ¿Qué es, entonces, lo que aún hay que des-hacer para que puedas darte cuenta de Su Presencia? Solamente esto: la distinción que todavía haces con respecto a cuándo está justificado atacar y cuándo es injusto y no se debe permitir. Cuando percibes un ataque como injusto, crees que reaccionar con ira está justificado. Y así, ves lo que es lo mismo como si fuera diferente. La confusión no es parcial. Si se presenta, es total. Y su presencia, en la forma que sea, ocultará la Presencia de Ellos, pues a Ellos se les conoce claramente o no se les conoce en absoluto. Una percepción confusa obstruye el Conocimiento. Y no es cuestión de cuán grande es la confusión o de cuánto interfiere. Su mera presencia impide la de Ellos y los mantiene afuera donde no se les puede conocer.

2. ¿Qué puede significar el hecho de que percibes algunas formas de ataque como si fueran injusticias contra ti? Significa que tiene que haber otras que consideras justas. Pues de otro modo, ¿cómo se podrían juzgar algunas como injustas? Por lo tanto, a algunas se les atribuye significado y se perciben como razonables. Y sólo otras se consideran insensatas. Esto niega el hecho de que todas carecen de sentido, de que están desprovistas por igual de causa o consecuencias y de que no pueden tener efectos de ninguna clase. La Presencia de Ellos se nubla con cualquier velo que se interponga entre Su radiante inocencia y tu conciencia de que dicha inocencia es la tuya propia y de que le pertenece por igual a todo ser vivo junto contigo. Dios no pone límites. Y lo que tiene límites no puede ser el Cielo. Por lo tanto, tiene que ser el infierno.

3. La injusticia y el ataque son el mismo error, y están tan estrechamente vinculados que donde uno se percibe el otro se ve también. Tú no puedes ser tratado injustamente. La creencia de que puedes es sólo otra forma de la idea de que es otro, y no tú, quien te está privando de algo. La proyección de la causa del sacrificio es la raíz de todo lo que percibes como injusto y no como tu justo merecido. Sin embargo, eres tú quien se exige esto a sí mismo, cometiendo así una profunda injusticia contra el Hijo de Dios. Tú eres tu único enemigo, y eres en verdad enemigo del Hijo de Dios porque no reconoces que él es lo que tú eres. ¿Qué podría ser más injusto que privarlo de lo que él es, negarle el derecho a ser él mismo y pedirle que sacrifique el Amor de su Padre y el tuyo por ser algo que no le corresponde?

4. Cuídate de la tentación de percibirte a ti mismo como que se te está tratando injustamente. Desde este punto de vista, tratas de encontrar inocencia únicamente en ti y no en ellos, a expensas de la culpabilidad de otro. ¿Puedes acaso comprar la inocencia descargando tu culpa sobre otro? ¿Y no es acaso la inocencia lo que andas buscando cuando lo atacas? ¿No será la represalia por tu propio ataque contra el Hijo de Dios lo que buscas? ¿No te hace sentir más seguro creer que eres inocente con respecto a eso y que has sido una víctima a pesar de tu inocencia? No importa cómo se juegue el juego de la culpa, alguien siempre tiene que salir Y alguien siempre tiene que perder su inocencia para que otro pueda apropiarse de ella y hacerla suya.

5. Crees que tu hermano es injusto contigo porque crees que uno de vosotros tiene que ser injusto para que el otro pueda ser inocente. Y en ese juego percibes el único propósito que le adscribes a tu relación. Y eso es lo que le quieres añadir al propósito que ya se le asignó. El propósito del Espíritu Santo es que la Presencia de tus santos Invitados te sea conocida. A ese propósito no se le puede añadir nada, pues el mundo no tiene otro propósito que ése. Añadirle o quitarle algo a esa única finalidad es privar al mundo y privarte a ti mismo de todo propósito. Y toda injusticia que el mundo parezca cometer contra ti, tú la has cometido contra el mundo al privarlo de su propósito y de la función que el Espíritu Santo ve en él. Y de este modo, se le ha negado la justicia a todo ser vivo sobre la faz de la tierra.

6. No puedes ni siquiera imaginarte los efectos que esa injusticia tiene sobre ti que juzgas injustamente y que ves tal como has juzgado. El mundo se vuelve sombrío y amenazante, y no puedes percibir ni rastro de la feliz chispa que la salvación brinda para alumbrar tu camino. Y así, te ves a ti mismo privado de la luz, abandonado en las tinieblas e injustamente desposeído de todo propósito en un mundo fútil. El mundo es justo porque el Espíritu Santo ha llevado la injusticia ante la luz interna, y ahí toda injusticia ha quedado resuelta y reemplazada con justicia y amor. Si percibes injusticias en cualquier parte, sólo necesitas decir:

Con esto niego la Presencia del Padre y la del Hijo. Mas prefiero conocerlos a Ellos que ver injusticias, las cuales se desvanecen ante la luz de Su Presencia.

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