(abreviado como ucdm)
Lucrecia Gamboa
Dalcy Solís
Sindy Pessoa
Hazel Solís
Mike Maher
Un Curso de Milagros
UCDM – Texto – Capítulo 26
II. Muchas clases de error; una sola corrección
Capítulo 26 – La transición
Muchas clases de error; una sola corrección
1. Es fácil entender las razones por las que no le pides al Espíritu Santo que resuelva todos tus problemas por ti. Para Él no es más difícil resolver unos que otros. Todos los problemas son iguales para Él, puesto que cada uno se resuelve de la misma manera y con el mismo enfoque. Los aspectos que necesitan solución no cambian, sea cual sea la forma que el problema parezca adoptar. Un problema puede manifestarse de muchas maneras, y lo hará mientras persista. De nada sirve intentar resolverlo de una manera especial. Se presentará una y otra vez hasta que haya sido resuelto definitivamente y ya no vuelva a surgir en ninguna forma. Sólo entonces te habrás librado de él.
2. El Espíritu Santo te ofrece la liberación de todos los problemas que crees tener. Para Él, todos ellos son el mismo problema porque cada uno, independientemente de la forma en que parezca manifestarse, exige que alguien pierda y sacrifique algo para que tú puedas ganar. Mas sólo cuando la situación se resuelve de tal manera que nadie pierde desaparece el problema, pues no era más que un error de percepción que ahora ha sido corregido. Para Él no es más difícil llevar un error ante la verdad que otro. Pues sólo hay un error: la idea de que es posible perder y de que alguien puede ganar como resultado de ello. Si eso fuese cierto, entonces Dios sería injusto, el pecado posible, el ataque estaría justificado y la venganza sería merecida.
3. Para este único error, en cualquiera de sus formas, sólo hay una corrección. Es imposible perder, y creer lo contrario es un error. Tú no tienes problemas, aunque pienses que los tienes. No podrías pensar que los tienes si los vieras desaparecer uno por uno, independientemente de la magnitud, de la complejidad, del lugar, del tiempo o de cualquier otro atributo que percibas que haga que cada uno de ellos parezca diferente del resto. No pienses que las limitaciones que impones sobre todo lo que ves pueden limitar a Dios en modo alguno.
4. El milagro de la justicia puede corregir todo error. Y todo problema es un error. Es una injusticia contra el Hijo de Dios, por lo tanto, no es verdad. El Espíritu Santo no evalúa las injusticias como grandes o pequeñas, mayores o menores. Para Él todas están desprovistas de atributos. Son equivocaciones por las que el Hijo de Dios está sufriendo innecesariamente. Él simplemente le arranca los clavos y las espinas. No se detiene a juzgar si el dolor es grande o pequeño. Emite un solo juicio: herir al Hijo de Dios sería una injusticia, por lo tanto, no puede ser verdad.
5. Tú que crees que entregarle al Espíritu Santo tan sólo algunos errores y quedarte con el resto te mantiene a salvo, recuerda esto: la justicia es total. La justicia parcial no existe. Si el Hijo de Dios fuese culpable, estaría condenado y no merecería la Misericordia del Dios de la Justicia. Por lo tanto, no Le pidas que lo castigue porque tú lo consideres culpable y desees verlo muerto. Dios te ofrece los medios para que puedas ver su inocencia. ¿Sería justo que se le castigara porque tú te niegues a ver lo que se encuentra ahí ante ti? Cada vez que decides resolver un problema por tu cuenta o piensas que se trata de un problema que no tiene solución, lo has exagerado y privado de toda esperanza de corrección. Y así, niegas que el milagro de la justicia pueda ser justo.
6. Si Dios es justo, no puede haber entonces ningún problema que la Justicia no pueda resolver. Pero tú crees que algunas injusticias son buenas y justas, así como necesarias para tu propia supervivencia. Éstos son los problemas que consideras demasiado grandes e irresolubles. Pues hay personas a las que les deseas que pierdan, y no hay nadie a quien desees ver completamente a salvo del sacrificio. Considera una vez más cuál es tu función especial. Se te ha dado un hermano para que veas en él su perfecta inocencia. Y no le exigirás ningún sacrificio porque no es tu voluntad que él sufra pérdida alguna. El milagro de justicia que invocas te envolverá tanto a ti como a él. Pues el Espíritu Santo no estará contento hasta que todo el mundo lo reciba, ya que lo que le das a Él les pertenece a todos y, por el hecho de tú darlo, Él se asegurará de que todos lo reciban por igual.
7. Piensa, entonces, cuán grande será tu liberación cuando estés dispuesto a dejar que todos tus problemas sean resueltos. No conservarás ni uno solo, pues no desearás ninguna clase de dolor. Y verás sanar cada pequeña herida ante la benévola visión del Espíritu Santo. Pues todas ellas son pequeñas para Él, y no merecen más que un leve suspiro de tu parte antes de que desaparezcan del todo y queden por siempre sanadas y en el olvido. Lo que una vez pareció ser un problema especial, un error sin solución o una aflicción incurable, ha sido transformado en una bendición universal. El sacrificio ha desaparecido. Y en su lugar se puede recordar el Amor de Dios, el cual desvanecerá con su fulgor toda memoria de sacrificio y de pérdida.
8. Es imposible recordar a Dios mientras se tenga miedo de la justicia en lugar de amarla. Él no puede ser injusto con nadie ni con nada porque sabe que todo lo que existe es Suyo y que será siempre tal como Él lo creó. Todo lo que Él ama no puede sino ser impecable e inmune al ataque. Tu función especial abre de par en par la puerta tras la cual el recuerdo de Su Amor permanece perfectamente intacto e inmaculado. Sólo necesitas desear que se te conceda el Cielo en vez del infierno, y todos los cerrojos y barreras que parecen mantener la puerta herméticamente cerrada se desmoronarán y desaparecerán. Pues no es la Voluntad de tu Padre que tú ofrezcas o recibas menos de lo que Él te dio cuando te creó con perfecto amor.
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