(abreviado como ucdm)
Lucrecia Gamboa
Dalcy Solís
Sindy Pessoa
Hazel Solís
Mike Maher
Un Curso de Milagros
UCDM – Texto – Capítulo 18
VII. No tengo que hacer nada
Capítulo 18 – El final del sueño
No tengo que hacer nada
1. Todavía tienes demasiada fe en el cuerpo como fuente de fortaleza. ¿Qué planes haces que de algún modo no sean para su comodidad, protección o disfrute? De acuerdo con tu interpretación, esto hace del cuerpo un fin y no un medio, lo cual siempre quiere decir que todavía te atrae el pecado. Nadie que aún acepte el pecado como su objetivo, puede aceptar la Expiación. Por lo tanto, aún no has aceptado tu única responsabilidad. Aquellos que prefieren el dolor y la destrucción no le dan la bienvenida a la Expiación.
2. Hay algo que nunca has hecho: jamás te has olvidado completamente del cuerpo. Quizá alguna que otra vez lo hayas perdido de vista, pero nunca ha desaparecido del todo. No se te pide que dejes que eso ocurra por más de un instante; sin embargo, en ese instante es cuando se produce el milagro de la Expiación. Después verás el cuerpo de nuevo, pero nunca como lo veías antes. Y cada instante que pases sin ser consciente de tu cuerpo te proporcionará una perspectiva diferente de él cuando regreses.
3. No hay ni un solo instante en el que el cuerpo exista en absoluto. Es siempre algo que se recuerda o se prevé, pero nunca se puede tener una experiencia de él ahora. Sólo su pasado y su futuro hacen que parezca real. El tiempo lo controla enteramente, pues el pecado nunca se encuentra totalmente en el presente. En cualquier momento que desees podrías experimentar la atracción de la culpabilidad como dolor y, por lo tanto, evitarías sucumbir ante ella. La culpabilidad no ejerce ninguna atracción en el ahora. Toda su atracción es imaginaria y, así, es algo en lo que se piensa en conexión con el pasado o con el futuro.
4. Es imposible aceptar el instante santo sin reservas a no ser que estés dispuesto, aunque sólo sea por un instante, a no ver el pasado ni el futuro. Y no te puedes preparar para él sin ubicarlo en el futuro. La liberación se te concede en el instante en que la desees. Son muchos los que se han pasado toda una vida preparándose y ciertamente han tenido sus momentos de éxito. Este curso no pretende enseñar más de lo que ellos aprendieron en el tiempo, pero sí se propone ahorrar tiempo. Tal vez estés tratando de seguir un camino muy largo hacia el objetivo que has aceptado. Es extremadamente difícil alcanzar la Expiación luchando contra el pecado. Son muchos los esfuerzos que se llevan a cabo tratando de hacer santo aquello que se odia y se aborrece. No es necesario tampoco que dediques toda tu vida a la contemplación ni que te pases largos períodos de tiempo meditando con objeto de romper tu atadura al cuerpo. Todos esos intentos tendrán éxito a la larga debido a su propósito. Pero los medios son tediosos y requieren mucho tiempo, pues todos ven la liberación de la condición actual de insuficiencia y falta de valor en el futuro.
5. Tu camino será diferente, no en cuanto a su propósito, sino en cuanto a los medios. La relación santa es un medio de ahorrar tiempo. Un instante que tú y tu hermano paséis juntos os restituye el universo a ambos. Ya estás listo. Ahora sólo tienes que recordar que no tienes que hacer nada. Sería mucho más efectivo ahora que te concentrases únicamente en esto, que reflexionar sobre lo que debes hacer. Cuando la paz llega por fin a los que luchan contra la tentación y batallan para no sucumbir al pecado; cuando la luz llega por fin a la mente que se ha dedicado a la contemplación; o cuando finalmente alguien alcanza la meta, ese momento siempre viene acompañado de este feliz descubrimiento:
“No tengo que hacer nada”.
6. He aquí la liberación final que todos hallarán algún día a su manera y a su debido tiempo. Tú no tienes necesidad de ese tiempo. Se te ha economizado tiempo porque tú y tu hermano estáis juntos. Éste es el medio especial del que este curso se vale para economizarte tiempo. No aprovechas el curso si te empeñas en utilizar medios que les han resultado útiles a otros y descuidas lo que se estableció para ti. Ahorra tiempo valiéndote únicamente de los medios que aquí se ofrecen y no hagas nada más. “No tengo que hacer nada” es una declaración de fidelidad y de una lealtad verdaderamente inquebrantable. Créelo, aunque sólo sea por un instante, y lograrás más que con un siglo de contemplación o de lucha contra la tentación.
7. Hacer algo siempre involucra al cuerpo. Y si reconoces que no tienes que hacer nada, habrás dejado de otorgarle valor al cuerpo en tu mente. He aquí la puerta abierta que te ahorra siglos de esfuerzos, pues a través de ella puedes escapar de inmediato, liberándote así del tiempo. Ésta es la forma en que el pecado deja de ser atractivo en este mismo momento. Pues con ello se niega el tiempo y, así, el pasado y el futuro desaparecen. El que no tiene que hacer nada no tiene necesidad de tiempo. No hacer nada es descansar y crear un lugar dentro de ti donde la actividad del cuerpo cesa de exigir tu atención. A ese lugar llega el Espíritu Santo, y ahí mora. Permanecerá ahí cuando tú te olvides y las actividades del cuerpo vuelvan a abarrotar tu mente consciente.
8. Mas este lugar de reposo al que siempre puedes volver siempre estará ahí. Y serás más consciente de este tranquilo centro de la tormenta, que de toda su rugiente actividad. Este tranquilo centro, en el que no haces nada, permanecerá contigo, brindándote descanso en medio del ajetreo de cualquier actividad a la que se te envíe. Pues desde este centro se te enseñará a utilizar el cuerpo impecablemente. Este centro, del que el cuerpo está ausente, es lo que hará que también esté ausente de tu conciencia.
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