¡Un Curso de Milagros!

(abreviado como ucdm)

Lucrecia Gamboa

Audio – Texto – Capítulo 17

17.V. La relación que ha sanado

Colaboran

Colabora

Dalcy Solís

Colabora

Sindy Pessoa

Colabora

Hazel Solís

Colabora

Mike Maher

Transcripción Audio

Un Curso de Milagros
UCDM – Texto – Capítulo 17

V. La relación que ha sanado

Capítulo 17 – El perdón y la relación santa

La relación que ha sanado

1. La relación santa es la expresión del instante santo mientras uno viva en este mundo. Como todo lo relativo a la salvación, el instante santo es un dispositivo práctico, del que dan fe sus resultados. El instante santo nunca falla. La experiencia que suscita siempre se deja sentir. Mas si no se expresa, no se puede recordar. La relación santa es un constante recordatorio de la experiencia en la que la relación se convirtió en lo que es. Y así como la relación no santa es un continuo himno de odio en alabanza de su hacedor, así también la relación santa es un feliz cántico de alabanza al Redentor de las relaciones.

2. La relación santa, que es un paso crucial hacia la percepción del mundo real, es algo que se aprende. Es la relación no santa de antes, pero transformada y vista con otros ojos. La relación santa es un logro didáctico extraordinario. La relación santa es en todos sus aspectos—comienzo, desarrollo y consumación—lo opuesto a la relación no santa. Consuélate con esto: la única fase que es difícil es el comienzo. Pues en esa etapa, el objetivo de la relación cambia de súbito a exactamente lo opuesto de lo que era antes. Éste es el primer resultado que se obtiene cuando se ofrece la relación al Espíritu Santo, a fin de que Él se valga de ella para Sus fines.

3. El Espíritu Santo acepta esta invitación inmediatamente y no se demora ni un instante en ofrecerte los resultados prácticos derivados de haberle pedido que intervenga. Su objetivo reemplaza al tuyo de inmediato. Esto tiene lugar muy pronto, pero parece alterar la relación, descoyuntarla e incluso producir gran tensión. La razón de ello es muy obvia: la relación, tal como es ahora, no está en armonía con su propio propósito, y es claramente inadecuada para el nuevo propósito que se aceptó para ella. En su condición profana, tu objetivo era lo único que parecía darle significado. Ahora no parece tener ningún sentido. Muchas relaciones se rompen en este punto, reanudándose la búsqueda del viejo objetivo en otra relación. Pues una vez que la relación no santa acepta el objetivo de la santidad, jamás puede volver a ser lo que era antes.

4. La tentación del ego se vuelve extremadamente intensa con este cambio de objetivos. Pues la relación no ha cambiado aún lo suficiente como para poder mantenerse completamente inmune a la atracción de su objetivo previo, y su estructura se ve “amenazada” cuando se reconoce lo inadecuada que es para satisfacer su nuevo propósito. El conflicto entre el objetivo y la estructura de la relación es tan evidente, que no pueden coexistir. Mas ahora no se puede cambiar el objetivo. Pues al haber quedado firmemente establecido en la relación no santa, no queda otra alternativa que la de cambiar la relación para acomodarlo. Hasta que esta feliz solución no se vea y se acepte como la única manera de poner fin al conflicto, la relación parecerá tener serias dificultades.

5. Cambiar el objetivo gradualmente no sería más benévolo, pues el contraste perdería definición y ello le daría tiempo al ego para reinterpretar cada paso a su antojo. Sólo un cambio de propósito radical puede producir un cambio de parecer absoluto con respecto al objetivo de la relación. Según va produciéndose este cambio y hasta que finalmente se logra, la relación se vuelve progresivamente más grata y benéfica. Pero al principio, la situación se experimenta como muy precaria. Pues es una relación que dos individuos habían emprendido para perseguir fines profanos, que de pronto tiene por objetivo a la santidad. Cuando dichos individuos contemplan su relación desde el punto de vista de este nuevo propósito, se sienten inevitablemente horrorizados. Su percepción de la relación puede incluso volverse bastante errática. Sin embargo, la manera en que su percepción estaba organizada antes ya no sirve para el objetivo que han acordado alcanzar.

6. Ahora es el momento en que hay que tener fe. Permitiste que el objetivo se estableciese por ti. Eso fue un acto de fe. No pierdas la fe, ahora que se te están brindando las recompensas por tener fe. Si creíste que el Espíritu Santo estaba presente para aceptar la relación, ¿por qué no ibas a creer ahora que todavía sigue presente para purificar lo que aceptó dirigir? Ten fe en tu hermano durante lo que tan sólo parece ser un período difícil. El objetivo ya está establecido. Y la cordura es el propósito de tu relación. Pues la relación que tienes ahora es una relación demente, reconocida como tal a la luz de su objetivo.

7. Ahora el ego te aconseja: “Substituye esta relación por otra en la que puedas volver a perseguir tu viejo objetivo. La única manera de librarte de la angustia es deshaciéndote de tu hermano. No tienes que separarte de él del todo si no quieres hacerlo. Pero tienes que excluir de él gran parte de tus fantasías para poder conservar tu cordura”. ¡No le hagas caso! Ten fe en Aquel que te contestó. Él te oyó. ¿Acaso no fue muy explícito en Su Respuesta? Ya no estás completamente loco. ¿Puedes acaso negar que Él fue muy claro en lo que te dijo? Ahora te pide que sigas teniendo fe por algún tiempo, aunque te sientas desorientado. Pues eso pasará, y verás emerger lo que justifica tu fe, brindándote una incuestionable convicción. No abandones al Espíritu Santo ahora ni abandones a tu hermano. Esta relación ha vuelto a nacer como una relación santa.

8. Acepta gustosamente lo que no entiendes, y deja que se te explique a medida que percibes cómo opera en ella este nuevo propósito para hacerla santa. No te faltarán oportunidades de culpar a tu hermano por el “fracaso” de vuestra relación, pues habrá momentos en que parecerá no tener ningún propósito. Una sensación de estar vagando a la deriva vendrá a atormentarte y a recordarte las múltiples maneras en que antes solías buscar satisfacción y en las que creíste haberla encontrado. No te olvides del dolor que en realidad encontraste ni le infundas vida a tu desfallecido ego. Pues tu relación no ha sido destruida. Ha sido salvada.

9. Eres muy inexperto en lo que respecta a la salvación, y crees que has perdido el rumbo. Lo que has perdido es tu manera de alcanzar la salvación, pero no pienses que eso es una pérdida. En tu inexperiencia, recuerda que tu hermano y tú habéis comenzado de nuevo juntos. Dale la mano, y caminad el uno al lado del otro por una senda que os es más familiar de lo que ahora creéis. ¿No es acaso inevitable que recuerdes un objetivo que nunca ha cambiado ni cambiará jamás? Pues has elegido el objetivo de Dios, del que tu verdadera intención nunca estuvo ausente.

10. El himno de la libertad se oye por toda la Filiación, como eco jubiloso de tu decisión. Te has unido a muchos en el instante santo y ellos se han unido a ti. No pienses que tu decisión te dejará desconsolado, pues Dios Mismo ha bendecido tu relación santa. Únete a Él en Su bendición y no dejes de ofrecerle la tuya. Pues lo único que necesita ahora es tu bendición, para que puedas ver que la salvación reside en ella. No condenes la salvación, pues ha venido a ti. Y dadle la bienvenida juntos, pues ha venido a uniros en una relación en la que toda la Filiación es bendecida al unísono.

11. Decidisteis de mutuo acuerdo invitar al Espíritu Santo a vuestra relación. De no haber sido así, Él no habría podido entrar a formar parte de ella. Tal vez hayas cometido muchos errores desde entonces, pero también has realizado enormes esfuerzos para ayudarle a llevar a cabo Su labor. Y Él no ha dejado de apreciar todo lo que has hecho por Él ni se fija en absoluto en los errores que cometes. ¿Le has estado igualmente agradecido a tu hermano? ¿Has apreciado sistemáticamente sus meritorios esfuerzos y pasado por alto sus errores? ¿O tu aprecio ha fluctuado y menguado a la luz de sus errores? Tal vez estés iniciando ahora una campaña para culparle por la incomodidad de la situación en que os encontráis. Y debido a esa falta de aprecio y gratitud te incapacitas a ti mismo para expresar el instante santo y, de ese modo, lo pierdes de vista.

12. La experiencia de un instante, por muy convincente que sea, se olvida fácilmente si permites que el tiempo la sepulte. Tiene que mantenerse brillando y llena de gracia en tu conciencia del tiempo, pero no oculta dentro de él. El instante perdura, ¿pero dónde estás tú? Darle las gracias a tu hermano es apreciar el instante santo y permitir, por lo tanto, que sus resultados sean aceptados y compartidos. Atacar a tu hermano no hace que se pierda el instante, pero sí anula el poder de sus efectos.

13. Has recibido el instante santo, pero tal vez has dado lugar a una condición que te impide utilizarlo. Como resultado, no te das cuenta de que aún sigue contigo. Y al haberte separado de su expresión, te has negado a ti mismo su beneficio. Cada vez que atacas a tu hermano refuerzas esto, pues el ataque impide que te veas a ti mismo. Y es imposible que te niegues a ti mismo y al mismo tiempo puedas reconocer lo que se te ha dado y lo que has recibido.

14. Tanto tú como tu hermano os encontráis juntos ante la santa Presencia de la Verdad Misma. Ahí se encuentra el objetivo, junto con vosotros. ¿No crees que el objetivo mismo hará los arreglos necesarios para su consecución? Es precisamente esta discrepancia entre el propósito que se ha aceptado y los medios tal como los usas ahora, lo que parece hacerte sufrir, si bien ello le es grato al Cielo. Si el Cielo fuese algo externo a ti, no podrías compartir su júbilo. Pero puesto que está dentro de ti, su júbilo es también el tuyo. Os une un propósito común, pero todavía permanecéis separados y divididos con respecto a los medios. El objetivo, no obstante, ya se ha establecido y es firme e inalterable, y los medios ciertamente se presentarán debido a la inevitabilidad del logro del objetivo. Y compartiréis el júbilo de la Filiación de que así sea.

15. A medida que empieces a reconocer y a aceptar los regalos que tan desprendidamente has dado a tu hermano, empezarás a aceptar asimismo los efectos del instante santo y a usarlos para corregir todos tus errores y liberarte de sus resultados. Y al aprender esto, habrás aprendido también cómo liberar a toda la Filiación y cómo ofrecérsela con alegría y gratitud a Aquel que te dio tu liberación y que desea extenderla a través de ti.

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