(abreviado como ucdm)
Lucrecia Gamboa
Dalcy Solís
Sindy Pessoa
Hazel Solís
Mike Maher
Un Curso de Milagros
UCDM – Texto – Capítulo 15
VIII. La única relación real
Capítulo 15 – El Instante Santo
La única relación real
1. El instante santo no reemplaza tu necesidad de aprender, pues el Espíritu Santo no puede dejar de ser tu Maestro hasta que el instante santo se haya extendido mucho más allá del tiempo. A fin de llevar a cabo Su tarea docente, el Espíritu Santo tiene que valerse de todo lo que hay en este mundo para tu liberación. Tiene que aprovechar cualquier señal o indicación de que estás dispuesto a aprender de Él lo que es la verdad. No se demora en utilizar cualquier cosa que le ofrezcas en favor de eso. Su interés por ti y el cuidado que te profesa son ilimitados. En vista del miedo que tienes del perdón, que Él percibe con la misma claridad con la que sabe que el perdón libera, te enseñará a recordar que el perdón no conlleva ninguna clase de pérdida, sino que, por el contrario, es tu salvación. Y te enseñará asimismo que perdonando completamente, es decir, reconociendo que no hay nada que necesite ser perdonado, quedas completamente absuelto.
2. Escúchale gustosamente, y aprende de Él que no tienes necesidad de relaciones especiales en absoluto. Lo único que buscas en ellas es aquello que desechaste. Y a través de ellas nunca podrás aprender el valor de lo que descartaste, lo cual, sin embargo, sigues anhelando con todo tu corazón. Unámonos para hacer que el instante santo sea lo único que hay, al desear que sea lo único que hay. El Hijo de Dios tiene tanta necesidad de que estés dispuesto a tratar de lograr esto, que es imposible concebir una necesidad mayor. Contempla la única necesidad que Dios y Su Hijo comparten y que quieren satisfacer juntos. No estás solo en esto. La voluntad de tus creaciones te llama para que compartas tu voluntad con ellas. Por lo tanto, dale la espalda a la culpa en paz, y dirígete hacia Dios y hacia tus creaciones.
3. Relaciónate únicamente con lo que nunca te abandonará y con lo que nunca podrías abandonar. La soledad del Hijo de Dios es la soledad de su Padre. No rechaces la conciencia de tu compleción ni procures restituírtela tú mismo. No tengas miedo de poner la redención en manos del Amor de tu Redentor. Él no te fallará, pues viene de parte de Uno que no puede fallar. Acepta tu sensación de fracaso como una simple equivocación con respecto a quién eres. Pues el santo anfitrión de Dios se encuentra más allá de todo fracaso y nada que su voluntad disponga puede ser negado. Estás eternamente en una relación tan santa, que invoca a todo el mundo a escaparse de la soledad y a unirse a ti en tu amor. Y todo el mundo tiene que buscar el lugar donde estás y encontrarte allí.
4. Piensa en esto por un instante: Dios te dio la Filiación para asegurar tu perfecta creación. Ése fue Su regalo, pues tal como no se negó a darse a Sí Mismo a ti, tampoco se negó a darte Su Creación. Todo lo que fue creado es tuyo. Tu única relación es la relación que tienes con todo el universo. Y ese universo, al ser de Dios, está mucho más allá de la mísera suma de todos los cuerpos separados que percibes. Pues todas las partes del universo están unidas en Dios a través de Cristo, donde se vuelven semejantes a su Padre. Cristo sabe que Él no está separado de Su Padre, Quien constituye Su única relación, en la que Él da tal como Su Padre le da a Él.
5. El Espíritu Santo es el intento de Dios de liberarte de lo que Él no entiende. Y por razón de la Fuente del intento, éste no puede fracasar. El Espíritu Santo te pide que respondas tal como Dios lo hace, pues quiere enseñarte lo que no entiendes. Dios responderá a toda necesidad, sea cual fuere la forma en que ésta se manifieste. El Espíritu Santo, por consiguiente, mantiene este canal abierto para recibir la comunicación de Dios a ti y la tuya a Él. Dios no entiende tu problema de comunicación, pues no lo comparte contigo. Tú eres el único que cree que es comprensible. El Espíritu Santo sabe que no lo es y, sin embargo, lo entiende porque tú lo inventaste.
6. La conciencia de lo que Dios no puede saber y de lo que tú no entiendes reside únicamente en el Espíritu Santo. Su santa función consiste en aceptar ambas cosas y, al eliminar de ellas todo elemento de desacuerdo, unirlas en una sola. Él hará eso porque ésa es Su función. Deja, por lo tanto, lo que a ti te parece imposible en manos de Aquel que sabe que sí es posible, toda vez que ésa es la Voluntad de Dios. Y permite que Aquel Cuyas enseñanzas son sólo en favor de Dios te enseñe el único significado de las relaciones. Pues Dios creó la única relación que tiene significado, y esa relación es la relación que Él tiene contigo.
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