¡Un Curso de Milagros!

(abreviado como ucdm)

Lucrecia Gamboa

Audio – Texto – Capítulo 15

15.VII. El sacrificio innecesario

Colaboran

Colabora

Dalcy Solís

Colabora

Sindy Pessoa

Colabora

Hazel Solís

Colabora

Mike Maher

Transcripción Audio

Un Curso de Milagros
UCDM – Texto – Capítulo 15

VII. El sacrificio innecesario

Capítulo 15 – El Instante Santo

El sacrificio innecesario

1. Más allá de la débil atracción que la relación de amor especial ejerce, y empañada siempre por ella, se encuentra la poderosa atracción que el Padre ejerce sobre Su Hijo. Ningún otro amor puede satisfacerte porque no hay ningún otro amor. Ése es el único amor que se da plenamente y que es plenamente correspondido. Puesto que goza de plenitud, no pide nada. Puesto que es totalmente puro, todos los que se unen a él lo tienen todo. Esto no es así en ninguna relación que el ego entabla. Pues toda relación que el ego entabla es siempre especial.

2. El ego entabla relaciones con el solo propósito de obtener algo. Y mantiene al dador aferrado a él mediante la culpa. Al ego le es imposible entablar ninguna relación sin ira, pues cree que la ira le gana amigos. No es eso lo que afirma, aunque ése es su propósito. Pues el ego cree realmente que puede obtener algo y conservarlo haciendo que otros se sientan culpables. Ésta es la única atracción que ejerce, pero es una atracción tan débil que no podría subsistir si no fuese porque nadie se percata de ello. Pues el ego siempre parece atraer mediante el amor, pero no ejerce atracción alguna sobre aquellos que perciben que atrae mediante la culpabilidad.

3. La enfermiza atracción que ejerce la culpabilidad tiene que ser reconocida como lo que es. Pues al haberse convertido en algo real para ti, es esencial que la examines detenidamente y aprendas a abandonarla dejándote de interesar por ella. Nadie abandonaría lo que considera valioso. Pero la atracción de la culpabilidad es algo valioso para ti debido únicamente a que no has examinado lo que es y, por lo tanto, la has juzgado completamente a ciegas. A medida que la llevemos ante la luz, tu única pregunta será: “¿Cómo es posible que alguna vez la hubiese podido desear?” No tienes nada que perder si la examinas detenidamente, pues a una monstruosidad como ésa no le corresponde estar en tu santa mente. Este anfitrión de Dios no puede estar realmente interesado en algo semejante.

4. Dijimos anteriormente que el propósito del ego es conservar e incrementar la culpa, pero de forma tal que no te des cuenta de lo que ello te ocasiona. Pues la doctrina fundamental del ego es que te escapas de aquello que les haces a otros. El ego no le desea el bien a nadie. No obstante, su supervivencia depende de que tú creas que estás exento de sus malas intenciones. Te dice, por lo tanto, que si accedes a ser su anfitrión, te permitirá proyectar su ira afuera y, de este modo, te protegerá. Y así se embarca en una interminable e insatisfactoria cadena de relaciones especiales, forjadas con ira y dedicadas exclusivamente a fomentar la creencia descabellada de que cuanta más ira descargues fuera de ti mismo, más a salvo te encontrarás.

5. Ésa es la cadena que ata al Hijo de Dios a la culpa, y la que el Espíritu Santo quiere eliminar de tu santa mente. Pues esta infame cadena no tiene por qué estar aprisionando a aquel que Dios ha elegido como Su anfitrión, quien no puede convertirse a sí mismo en anfitrión del ego. En el nombre de su liberación y en el Nombre de Aquel que desea liberarlo, examinemos más detenidamente las relaciones que el ego urde y dejemos que el Espíritu Santo las juzgue verdaderamente. Pues es indudable que si las examinas, se las ofrecerás gustosamente a Él. Lo que Él puede hacer de ellas tú no lo sabes, pero estarás dispuesto a averiguarlo si primero estás dispuesto a percibir lo que tú has hecho de ellas.

6. De una forma u otra, toda relación que el ego entabla está basada en la idea de que sacrificándose a sí mismo él se engrandece. El “sacrificio”, que él considera una purificación, es de hecho la raíz de su amargo resentimiento. Pues preferiría atacar de inmediato y no demorar más lo que realmente desea hacer. No obstante, dado que el ego se relaciona con la realidad tal como él la ve, se da cuenta de que nadie podría interpretar un ataque directo como un acto de amor. Mas hacer sentir culpable a otro es un ataque directo aunque no parezca serlo. Pues los que se sienten culpables esperan ser atacados y, habiendo pedido eso, se sienten atraídos por el ataque.

7. En tales relaciones dementes, la atracción de lo que no deseas parece ser mucho mayor que la atracción de lo que sí deseas. Pues cada uno piensa que ha sacrificado algo por el otro y lo odia por ello. Eso, no obstante, es lo que cree que quiere. No está enamorado del otro en absoluto. Simplemente cree estar enamorado del sacrificio. Y por ese sacrificio que se impone a sí mismo, exige que el otro acepte la culpa y que se sacrifique a sí mismo también. El perdón se hace imposible, pues el ego cree que perdonar a otro es perderlo. De la única manera en que el ego puede asegurar la continuidad de la culpa que mantiene a todas sus relaciones intactas es atacando y negando el perdón.

8. Sin embargo, tales relaciones tan sólo dan la impresión de estar intactas, pues para el ego una relación es que los cuerpos están juntos. Esto es lo que el ego siempre exige, y no objeta adónde se dirige la mente o lo que piensa, pues eso no parece ser importante. Mientras el cuerpo esté ahí para recibir su sacrificio, él es feliz. Para él la mente es algo privado, y el cuerpo es lo único que se puede compartir. Las ideas son básicamente algo sin importancia, salvo si con ellas se puede atraer o alejar el cuerpo de otro. Y ése es el criterio del que se vale para juzgar si las ideas son buenas o malas. Todo aquello que hace que el otro se sienta culpable y que le impida irse debido a la culpabilidad es “bueno”. Lo que lo libera de la culpabilidad es “malo”, pues en ese caso dejaría de creer que los cuerpos se pueden comunicar y, por lo tanto, se “marcharía”.

9. El sufrimiento y el sacrificio son los regalos con los que el ego “bendice” toda unión. Y aquellos que se unen ante su altar aceptan el sufrimiento y el sacrificio como precio de su unión. En sus iracundas alianzas, nacidas del miedo a la soledad, aunque dedicadas a la perpetuación de la misma, cada cual busca aliviar su culpabilidad haciendo que el otro se sienta más culpable. Pues cada uno cree que eso mitiga su propia culpa. El otro siempre parece estar atacándole e hiriéndole, tal vez con minucias, tal vez “inconscientemente”, mas sin nunca dejar de exigir sacrificio. La furia de los que se han unido en el altar del ego es mucho mayor de lo que te imaginas. Pues no te das cuenta de lo que el ego realmente quiere.

10. Cada vez que te enfadas puedes estar seguro de que has entablado una relación especial que el ego ha “bendecido”, pues la ira es su bendición. La ira se manifiesta de muchas formas, pero no puede seguir engañando por mucho tiempo a los que se han dado cuenta de que el amor no produce culpabilidad en absoluto, y de que lo que produce culpabilidad no puede ser amor, sino ira. La ira no es más que un intento de hacer que otro se sienta culpable, y este intento constituye la única base que el ego acepta para las relaciones especiales. La culpa es la única necesidad del ego, y mientras te sigas identificando con él, la culpa te seguirá atrayendo. Mas recuerda esto: estar con un cuerpo no es estar en comunicación. Y si crees que lo es, te sentirás culpable con respecto a la comunicación y tendrás miedo de oír al Espíritu Santo, al reconocer en Su Voz tu propia necesidad de comunicarte.

11. El Espíritu Santo no puede enseñar valiéndose del miedo. ¿Cómo iba a poder entonces comunicarse contigo mientras creas que comunicarte equivale a quedarte solo? Obviamente es una locura creer que si te comunicas vas a ser abandonado. Sin embargo, son muchos los que creen esto. Pues creen que sus mentes tienen que ser algo privado o, de lo contrario, las perderían, pero que si son únicamente sus cuerpos los que están juntos sus mentes siguen siendo suyas. La unión de los cuerpos se convierte, por lo tanto, en la forma de mantener la separación de las mentes. Pues los cuerpos son incapaces de perdonar. Sólo pueden hacer lo que la mente les ordena.

12. La ilusión de que el cuerpo goza de autonomía y de que es capaz de superar la soledad es tan sólo una estratagema del ego para establecer su propia autonomía. Mientras creas que estar con otro cuerpo es tener compañía, te verás obligado a tratar de reducir a tu hermano a su cuerpo y a confinarlo allí mediante la culpa. Y te sentirás a salvo en la culpabilidad y en peligro cuando te comunicas, pues el ego siempre enseña que la soledad se supera mediante la culpa y que la comunicación es la causa de la soledad. Y a pesar de la evidente demencia de esta lección, son muchos los que la han aprendido.

13. El perdón radica en la comunicación tan inexorablemente como la condenación radica en la culpa. La función docente del Espíritu Santo consiste en enseñar que la comunicación es la salvación a aquellos que creen que es condenación. Y llevará a cabo Su función, pues el Poder de Dios en Él y en ti están unidos en una relación real tan santa y tan poderosa, que puede superar incluso esa creencia sin temor alguno.

14. A través del instante santo es como se logra lo que parece ser imposible, haciendo que resulte evidente que no lo es. En el instante santo la culpabilidad no ejerce ninguna atracción, puesto que se ha reanudado la comunicación. Y la culpabilidad, cuyo único propósito es interrumpir la comunicación, no tiene ningún propósito en él. No hay nada en el instante santo que esté oculto ni hay en él pensamientos privados. El estar dispuesto a entablar comunicación atrae a la comunicación y supera la soledad completamente. Ahí el completo perdón tiene lugar, pues no hay ningún deseo de excluir a nadie de tu compleción, al reconocer de súbito cuán importante es el papel que todos desempeñan en ella. Bajo la protección de tu plenitud, se invita a todo el mundo y se le da la bienvenida. Y comprendes que tu compleción es la de Dios, Cuya única necesidad es que tú estés completo. Pues tu compleción hace que cobres conciencia de que eres Suyo. Y en ese momento es cuando te experimentas a ti mismo tal como fuiste creado y tal como eres.

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