¡Un Curso de Milagros!

(abreviado como ucdm)

Lucrecia Gamboa

Audio – Texto – Capítulo 14

14.IV. Tu papel en la Expiación

Colaboran

Colabora

Dalcy Solís

Colabora

Sindy Pessoa

Colabora

Hazel Solís

Colabora

Mike Maher

Transcripción Audio

Un Curso de Milagros
UCDM – Texto – Capítulo 14

IV. Tu papel en la Expiación

Capítulo 14 – Las enseñanzas en favor de la verdad

Tu papel en la Expiación

1. Cuando aceptas la inocencia de un hermano ves la Expiación en él. Pues al proclamarla en él la haces tuya y ves lo que buscabas. Mas no verás el símbolo de la inocencia de tu hermano refulgiendo en él mientras todavía creas que no se encuentra en él. Su inocencia es tu Expiación. Concédesela y te darás cuenta de la verdad de lo que has reconocido. No obstante, para que la verdad pueda ser recibida, tiene primero que ofrecerse, del mismo modo en que Dios se la dio primero a Su Hijo. El primero en el tiempo no significa nada, pero el Primero en la eternidad es Dios el Padre, Quien es a la vez el Primero y el Único. Más allá del Primero no hay ningún otro, pues no hay ninguna secuencia, ni segundo ni tercero, ni nada excepto el Primero.

2. Tú que perteneces a la Primera Causa, que fuiste creado por Él a Su Semejanza y como parte de Él, eres mucho más que simplemente inocente. El estado de inocencia es sólo la condición en la que lo que nunca estuvo ahí ha sido eliminado de la perturbada mente que creyó que estaba. Ese estado y sólo ese estado, es lo que tienes que alcanzar con Dios a tu lado. Pues hasta que no lo alcances, seguirás creyendo que estás separado de Él. Tal vez sientas Su Presencia, pero no podrás saber que eres uno con Él. Esto no se puede enseñar. El aprendizaje se ocupa únicamente de la condición en la que ello ocurre por su cuenta.

3. Cuando hayas permitido que todo lo que empaña a la verdad en tu santísima mente sea des-hecho y, consecuentemente, te alces en gracia ante tu Padre, Él se dará a Sí Mismo a ti como siempre lo ha hecho. Darse a Sí Mismo es lo único que Él sabe y, así, todo conocimiento consiste en eso. Pues lo que Él desconoce no existe y, por consiguiente, no se puede dar. No pidas ser perdonado, pues eso ya se te concedió. Pide, más bien, cómo aprender a perdonar y a restituir en tu mente inmisericorde lo que siempre ha sido. La Expiación se vuelve real y visible para los que la ponen en práctica. Ésa es tu única función en la tierra, y debes aprender que eso es lo único que te interesa aprender. Hasta que no lo aprendas te sentirás culpable,  pues, e última instancia, y sea cual fuere la forma en que tu culpabilidad se manifieste, ésta procede de no llevar a cabo tu función en la Mente de Dios con toda tu mente. ¿Cómo ibas a poder escapar de esa culpabilidad si dejas de cumplir tu función aquí?

4. No tienes que comprender lo que es la Creación para hacer lo que tienes que hacer antes de que ese conocimiento cobre sentido para ti. Dios no rompe barreras, pues no las creó. Cuando las abandonas, desaparecen. Dios no puede fracasar, ya que jamás ha fracasado en nada. Decide que Dios está en lo cierto con respecto a ti y que eres tú el que está equivocado. Él te creó de Sí Mismo, si bien, dentro de Sí Mismo. Él sabe lo que eres. Recuerda que no hay alternativa a Él. No puede haber nadie, por lo tanto, que no goce de Su Santidad ni nadie que no merezca Su perfecto Amor. No dejes de llevar a cabo tu función de amar en un lugar falto de amor que fue engendrado de las tinieblas y el engaño, pues así es como se des-hacen las tinieblas y el engaño. No te falles a ti mismo, antes bien, ofrécele a Dios y a ti mismo Su irreprochable Hijo. A cambio de este pequeño regalo de aprecio por Su Amor, Dios Mismo intercambiará tu regalo por el Suyo.

5. Antes de tomar cualquier decisión por tu cuenta, recuerda que ya has decidido ir en contra de tu función en el Cielo; luego reflexiona detenidamente acerca de si quieres tomar decisiones aquí. Tu única función aquí es decidir en contra de decidir qué es lo que quieres, reconociendo que no lo sabes. ¿Cómo ibas a poder, entonces, decidir qué es lo que debes hacer? Deja todas las decisiones en manos de Uno que habla por Dios y a favor de tu función tal como Él la conoce. De este modo, Él te enseñará a eliminar la tremenda carga que te has echado encima al no amar al Hijo de Dios y al tratar de enseñarle culpa en vez de amor. Abandona ese frenético y demente afán que te priva del gozo de vivir con tu Dios y Padre y de despertar felizmente a Su Amor y a Su Santidad, los cuales, conjuntamente, constituyen lo que es verdad en ti y hacen que seas uno con Él.

6. Una vez que has aprendido a decidir con Dios, tomar decisiones se vuelve algo tan fácil y natural como respirar. No requiere ningún esfuerzo, y se te conducirá tan tiernamente como si te estuvieran llevando en brazos por un plácido sendero en un día de verano. Decidir parece ser algo difícil debido únicamente a tu propia volición. El Espíritu Santo no se demorará en contestar cada pregunta que le hagas con respecto a lo que debes hacer. Él lo sabe, y te lo dirá y luego lo hará por ti. Y tú, que estás cansado, verás que ello es más reparador que dormir, pues puedes llevar tu culpabilidad a tus sueños, pero no ahí.

7. A menos que seas inocente no puedes conocer a Dios, Cuya Voluntad es que Lo conozcas. Por lo tanto, tienes que ser Mas si no aceptas las condiciones necesarias para conocerle, es que Lo has negado y no Lo reconoces, si bien, te rodea por todas partes. A Dios no se Le puede conocer sin Su Hijo, cuya inocencia es la condición en la que se Le puede conocer. Aceptar que Su Hijo es culpable es una negación del Padre tan absoluta, que impide que el Conocimiento pueda ser reconocido por la misma mente en la que Dios Mismo lo depositó. Si tan sólo escuchases, te darías cuenta de cuán absolutamente imposible es esto. No dotes a Dios de atributos que tú comprendes. Tú no Lo creaste, y cualquier cosa que comprendas no forma parte de Él.

8. Tu tarea no es construir la realidad. La realidad está aquí sin que tú la hayas tenido que construir, pero no sin ti. Tú que has tratado de renunciar a ti mismo y que tan poco has valorado a Dios, escúchame hablar en favor de ti y de Él. No puedes comprender cuánto te ama tu Padre, pues en tu experiencia mundana no hay paralelo que te pueda ayudar a comprenderlo. En la tierra no hay nada comparable, y nada que alguna vez hayas sentido aparte de Él se parece en lo más mínimo a Su Amor. Tú no puedes ni siquiera dar una bendición con perfecta dulzura. ¿No te gustaría conocer a Uno que da para siempre y que lo único que sabe es dar?

9. Los Hijos del Cielo viven en la luz de la Bendición de su Padre, pues saben que están libres de pecado. La Expiación fue establecida como un medio de restaurar la inocencia en las mentes que la habían negado, y que, por lo tanto, se habían negado el Cielo a sí mismas. La Expiación te muestra la verdadera condición del Hijo de Dios. No te enseña lo que eres o lo que tu Padre es. El Espíritu Santo, que lo recuerda por ti, te enseña sencillamente a eliminar los obstáculos que se interponen entre ti y lo que sabes. Su memoria es tuya. Si recuerdas lo que has fabricado estarás recordando lo que no es nada. El recuerdo de la realidad se encuentra en Él y, por lo tanto, en ti.

10. Los inocentes y los culpables son totalmente incapaces de entenderse entre sí. Cada uno percibe al otro exactamente igual a como se percibe a sí mismo, lo cual impide que pueda haber comunicación entre ellos, pues la percepción que cada uno tiene del otro es diferente a como el otro se percibe a sí mismo. Dios sólo se puede comunicar con el Espíritu Santo en tu mente porque sólo Él comparte el conocimiento de lo que tú eres con Él. Y sólo el Espíritu Santo puede contestarle a Dios por ti porque sólo Él sabe lo que Dios es. Todo lo demás que has puesto dentro de tu mente no existe, pues lo que no está en comunicación con la Mente de Dios jamás ha existido. La comunicación con Dios es Vida. Sin Ella nada puede existir en absoluto.

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