¡Un Curso de Milagros!

(abreviado como ucdm)

Lucrecia Gamboa

Audio – Psicoterapia

2.IV. El proceso de la enfermedad

Colaboran

Colabora

Dalcy Solís

Colabora

Sindy Pessoa

Colabora

Hazel Solís

Colabora

Mike Maher

Transcripción Audio

Un Curso de Milagros
UCDM – Psicoterapia – 2. El Proceso

IV. El proceso de la enfermedad

2. El Proceso de la Psicoterapia

El proceso de la enfermedad

1. De la misma manera en que toda terapia es psicoterapia, del mismo modo toda enfermedad es enfermedad mental. Es un juicio acerca del Hijo de Dios, y todo juicio es una actividad mental. Un juicio es una decisión que se toma una y otra vez contra la creación y su Creador. Es la decisión de percibir el universo como tú lo habrías creado. Es decidir que la verdad puede mentir y que es una mentira. ¿Qué otra cosa, entonces, puede ser la enfermedad sino una expresión de aflicción y culpa? ¿Y por qué sollozaría alguien sino por su inocencia?

2. Una vez que al Hijo de Dios se le considera culpable, la enfermedad es inevitable. Es lo que ha pedido y, por ende, es lo que recibirá. Todos los que piden enfermedad se han condenado a sí mismos a buscar remedios que no los pueden ayudar, pues han depositado su fe en la enfermedad y no en la salvación. No hay nada que un cambio de mentalidad no pueda hacer, pues todas las cosas externas no son sino sombras de una decisión ya Si se cambia la decisión, ¿cómo podría su sombra no cambiar? La enfermedad no es más que la sombra de la culpa, grotesca y fea, puesto que imita la deformidad. Si una deformidad se ve como real, ¿cómo podría su sombra no ser deforme?

3. Una vez que se ha decidido que la culpa es real, el descenso al infierno sigue paso a paso su inevitable La enfermedad, la muerte y la miseria fustigan ahora la tierra en implacables oleadas, a veces simultáneamente, y otras en siniestra sucesión. Todas estas cosas, no obstante, por muy reales que puedan parecer, son sólo ilusiones. ¿Quién podría tener fe en ellas una vez que ha entendido esto? ¿Y quién podría no tener fe en ellas hasta que lo entienda? La curación es terapia o corrección, y como ya hemos dicho y volveremos a repetir, toda terapia es psicoterapia. Curar al enfermo no es sino ofrecerle este entendimiento.

4. La palabra “cura” ha caído en desprestigio entre los terapeutas más “respetables” del mundo, y con toda razón. Pues ninguno de ellos puede curar, y ninguno de ellos entiende lo que es la curación. En el peor de los casos, le otorgan realidad al cuerpo en sus propias mentes, y una vez que han hecho esto, apelan a la magia para curar los males con las que sus mentes dotaron al cuerpo. ¿Cómo podría este proceso curar? Es ridículo de principio a fin. Mas una vez comenzado, del mismo modo ha de concluir. Es como si Dios fuese el diablo y fuera necesario encontrarle en el mal. ¿Cómo podría haber amor ahí? ¿Y cómo podría lo enfermo curar? ¿No son acaso estas dos preguntas una y la misma?

5. En el mejor de los casos, es posible que los “sanadores” del mundo—y el término “sanadores” tal vez sea cuestionable aquí—lleguen a reconocer que la mente es la fuente de la enfermedad. Pero su error estriba en la creencia de que la mente puede sanarse a sí misma. Esto tiene algún mérito en un mundo donde el concepto de “grados de error” tiene sentido. No obstante, sus curas siguen siendo provisionales o bien puede surgir otra enfermedad, pues mientras no se comprenda el significado del amor, la muerte no se ha superado. ¿Y quién podría comprender el significado del amor sin la Palabra de Dios que Él le dio al Espíritu Santo para que fuese Su regalo para ti?

6. Cualquier clase de enfermedad puede definirse como el resultado de verse uno a sí mismo débil, vulnerable, malvado y en peligro y, por ende, en constante necesidad de defensa. Sin embargo, si el yo fuera realmente así, cualquier defensa sería inútil. Las defensas que se procuran, por lo tanto, no pueden sino ser mágicas. Deben superar todos los límites percibidos en uno mismo y, simultáneamente, forjar un nuevo concepto propio en el que el antiguo no tenga cabida. En resumen, el error se acepta como real y se lidia con él mediante ilusiones. Al haberse llevado la verdad al ámbito de las ilusiones, la realidad se ha vuelto una amenaza y se percibe como algo malvado. El amor se vuelve temible porque la realidad es amor. De este modo se cierra el círculo contra las “incursiones” de la salvación.

7. La enfermedad es, por lo tanto, un error que necesita corrección. Y como ya hemos subrayado, la corrección no puede tener lugar “justificando” el error primero y luego pasándolo por alto. Si la enfermedad fuese real, en verdad no podría pasarse por alto, pues obviar la realidad es demencia. No obstante, el propósito de la magia es hacer que las ilusiones sean verdad mediante una percepción falsa. Eso no puede curar porque se opone a la verdad. Tal vez una ilusión de salud substituya la ilusión de enfermedad por un breve periodo, mas no perdurará. Las ilusiones no pueden ocultar el miedo por mucho tiempo, pues éste forma parte de ellas. Escapará y adoptará otra forma, al ser la fuente de todas las ilusiones.

8. La enfermedad es demencia porque toda enfermedad es enfermedad mental, y en esto no hay grados. Una de las ilusiones que hace que la enfermedad se perciba como real es la creencia de que puede variar de intensidad: que el grado de amenaza es distinto según la forma que adopte. En esto radica la base de todos los errores, pues todos ellos no son más que intentos de transigir, al ver sólo una pequeña parte del infierno. Esto es una burla tan ajena a Dios que por siempre ha de ser inconcebible. Pero los dementes lo creen porque están locos.

9. Un loco defiende sus ilusiones porque ve en ellas su salvación. Por lo tanto, atacará a todo aquel que trate de salvarlo de ellas, al creer que está siendo atacado por él. Este curioso círculo de ataque-defensa es uno de los problemas más difíciles que debe enfrentar el psicoterapeuta. De hecho, ésa es su tarea principal, la esencia de la psicoterapia. Al terapeuta se le ve como alguien que está atacando la posesión más preciada del paciente: su imagen propia. Y puesto que esta imagen se ha convertido en la seguridad del paciente tal como él la ve, el terapeuta no puede sino ser percibido como una verdadera fuente de peligro, que hay que atacar e incluso matar.

10. El psicoterapeuta, pues, tiene una enorme responsabilidad. Debe hacer frente al ataque sin atacar y, por consiguiente, sin defenderse. Su tarea consiste en demostrar que las defensas no son necesarias y que la indefensión es fortaleza. Ésa debe ser su enseñanza, si quiere que su lección sea que la cordura es seguridad. No puede hacerse suficiente hincapié en el hecho de que el demente cree que la cordura es una amenaza. Éste es el corolario del “pecado original”: la creencia de que la culpa es real y de que está plenamente Por lo tanto, la función del psicoterapeuta consiste en enseñar que la culpa, al ser irreal, no tiene justificación ni ofrece seguridad alguna. Por consiguiente, siempre será indeseable además de irreal.

11. Esta única doctrina de la salvación es la meta de toda terapia. Pues alivia la mente de la insensata carga de culpa que tan fatigosamente arrastra, y de este modo la curación se logra. No se cura al cuerpo. Simplemente se le reconoce como lo que es. Si se percibe correctamente, se puede entender su propósito. ¿Qué necesidad hay entonces de enfermedad? Con este único cambio, todo lo demás vendrá por añadidura. No hay necesidad de complicados cambios. No hay necesidad de largos análisis ni de discusiones o búsquedas fatigosas. La verdad es simple, al ser una y la misma para todos.

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