(abreviado como ucdm)
Lucrecia Gamboa
Dalcy Solís
Sindy Pessoa
Hazel Solís
Mike Maher
Un Curso de Milagros
UCDM – Manual para el Maestro
4a. ¿Cuáles son las Características de los Maestros de Dios?
¿Cuáles son las Características de los Maestros de Dios?
1. Las características superficiales de los maestros de Dios no son en modo alguno similares. Si se les mira con los ojos del cuerpo, se observa que no hay parecido entre ellos, que vienen de ambientes totalmente distintos, que sus experiencias acerca del mundo varían enormemente y que sus “personalidades” externas son muy diversas. Durante las primeras etapas en el desempeño de su función como maestros de Dios, aún no han adquirido las profundas características que los establecerán como lo que son. Dios concede dones especiales a Sus maestros porque tienen un papel especial que desempeñar en Su plan para la Expiación. El que sean especiales es, por supuesto, una condición estrictamente temporal, establecida en el tiempo a fin de que los conduzca más allá de él. Estos dones especiales, nacidos de la relación santa hacia la que se encamina la situación de aprendizaje-enseñanza, se convierten en algo característico de todos los maestros de Dios que han progresado en su aprendizaje. En este sentido todos son iguales.
2. Todas las diferencias que puedan existir entre los Hijos de Dios son temporales. No obstante. puede afirmarse que, en el tiempo, los maestros de Dios más avanzados poseen las siguientes características:
¤ I Confianza
1. He aquí la base sobre la que descansa su capacidad para llevar a cabo su función. La percepción es el resultado de lo que se ha aprendido. De hecho, la percepción es lo que se ha aprendido, ya que causa y efecto nunca se encuentran separados. Los maestros de Dios tienen confianza en el mundo porque han aprendido que no está regido por las leyes que el mundo inventó. Está regido por un poder que se encuentra en ellos, pero que no es de ellos. Este poder es el que mantiene todas las cosas a salvo. Mediante este poder los maestros de Dios contemplan un mundo perdonado.
2. Una vez que hemos experimentado ese poder, es imposible volver a confiar en nuestra insignificante fuerza propia. ¿Quién trataría de volar con las minúsculas alas de un gorrión, cuando se le ha dado el formidable poder de un águila? ¿Y quién pondría su fe en las miserables ofrendas del ego, cuando los dones de Dios se encuentran desplegados ante él? ¿Qué induce a los maestros de Dios a efectuar ese cambio?
¤ I.a. El desarrollo de la confianza
3. En primer lugar, tienen que pasar por lo que podría calificarse como “un período de deshacimiento”. Ello no tiene por qué ser doloroso, aunque normalmente lo es. Durante ese período parece como si nos estuvieran quitando cosas, y raramente se comprende en un principio que estamos simplemente reconociendo su falta de valor. ¿De qué otro modo se iba a poder percibir lo que no tiene valor, a no ser que el perceptor esté en una posición desde la que no puede sino ver las cosas de otra manera? Aún no ha llegado al punto en el que puede efectuar el cambio interno totalmente. Por eso, a veces el plan requiere que se efectúen cambios en lo que parecen ser las circunstancias externas. Estos cambios son siempre beneficiosos. Una vez que el maestro de Dios ha aprendido esto, pasa a la segunda fase.
4. Ahora el maestro de Dios tiene que pasar por “un período de selección”. Este período es siempre bastante difícil, pues al haber aprendido que los cambios que se producen en su vida son siempre beneficiosos, tiene entonces que tomar todas sus decisiones sobre la base de si contribuyen a que el beneficio sea mayor o si lo disminuyen. Descubrirá que muchas cosas, si no la gran mayoría de las que antes valoraba, no hacen sino obstruir su capacidad para transferir lo que ha aprendido a las nuevas situaciones que se le presentan. Puesto que ha valorado lo que en verdad no tiene ningún valor, no generalizará la lección por temor a lo que cree que pueda perder o deba sacrificar. Se necesita haber aprendido mucho para poder llegar a entender que todas las cosas, acontecimientos, encuentros y circunstancias son provechosos. Sólo en la medida en que son provechosos, deberá concedérseles algún grado de realidad en este mundo de ilusiones. La palabra “valor” no puede aplicarse a nada más.
5. La tercera fase por la que el maestro de Dios tiene que pasar podría llamarse “un período de renuncia”. Si se interpreta esto como una renuncia a lo que es deseable, se generará un enorme conflicto. Son pocos los maestros de Dios que se escapan completamente de esta zozobra. No tiene ningún sentido, no obstante, separar lo que tiene valor de lo que no lo tiene, a menos que se dé el paso que sigue naturalmente. Por lo tanto, el período de transición tiende a ser un período en el que el maestro de Dios se siente llamado a sacrificar sus propios intereses en aras de la verdad. Todavía no se ha dado cuenta de cuán absolutamente imposible sería tal exigencia. Esto sólo lo puede aprender a medida que, de hecho, renuncia a lo que no tiene valor. Mediante esa renuncia, aprende que donde esperaba aflicción, encuentra en su lugar una feliz despreocupación; donde pensaba que se le pedía algo, se encuentra agraciado con un regalo.
6. Ahora llega “un período de asentamiento”. Es éste un período de reposo, en el que el maestro de Dios descansa razonablemente en paz por un tiempo. Ahora consolida su aprendizaje. Ahora comienza a ver el valor de transferir lo que ha aprendido. El potencial de su aprendizaje es literalmente asombroso, y el maestro de Dios ha llegado a un punto en su progreso desde el que puede ver que en dicho aprendizaje radica su escape. “Renuncia a lo que no quieres y conserva lo que sí quieres.” ¡Qué simple es lo obvio! ¡Y qué fácil! El maestro de Dios necesita este período de respiro. Todavía no ha llegado tan lejos como cree. Mas cuando esté listo para seguir adelante, marcharán a su lado compañeros poderosos. Ahora descansa por un rato y los convoca antes de proseguir. A partir de ahí, ya no seguirá adelante solo.
7. La siguiente fase es ciertamente “un período de inestabilidad”. El maestro de Dios debe entender ahora que en realidad no sabía distinguir entre lo que tiene valor y lo que no lo tiene. Lo único que realmente ha aprendido hasta ahora es que no desea lo que no tiene valor, pero sí lo que lo tiene. Su propio proceso de selección, no obstante, no le sirvió para enseñarle la diferencia. La idea de sacrificio, tan fundamental en su sistema de pensamiento, imposibilitó el que pudiera discernir. Pensó que había aprendido a estar dispuesto, pero ahora se da cuenta de que no sabe para qué sirve estar dispuesto. Ahora tiene que alcanzar un estado que puede permanecer fuera de su alcance por mucho, mucho tiempo. Tiene que aprender a dejar a un lado todo juicio y a preguntarse en toda circunstancia qué es lo que realmente quiere. De no ser porque cada uno de los pasos en esta dirección está tan fuertemente reforzado, ¡cuán difícil sería darlos!
8. Finalmente llega “un período de logros” Ahora es cuando se consolida su aprendizaje. Lo que antes se consideraban simples sombras, ahora son ganancias substanciales, con las que puede contar en cualquier “emergencia”, así como también en los períodos de calma. En efecto, el resultado de esas ganancias no es otro que la tranquilidad: el fruto de un aprendizaje honesto, de un pensamiento congruente y de una transferencia plena. Ésta es la fase de la verdadera paz, pues aquí se refleja plenamente el estado celestial. A partir de ahí, el camino al Cielo está libre y despejado y no presenta ninguna dificultad. En realidad, ya está aquí. ¿Quién iba a querer ir a ninguna otra parte, si ya goza de absoluta paz? ¿Y quién querría cambiar su tranquilidad por algo más deseable? ¿Qué podría ser más deseable?
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