¡Un Curso de Milagros!

(abreviado como ucdm)

Lucrecia Gamboa

Audio – Repaso 3 – Lección 134

UCDM – Repaso 3 – Lección 134

Colaboran

Colabora

Dalcy Solís

Colabora

Sindy Pessoa

Colabora

Hazel Solís

Colabora

Mike Maher

Transcripción Audio

Un Curso de Milagros
UCDM – Repaso 3 – Lección 134

Lección 134

Quiero percibir el perdón tal como es.

1. Repasemos hoy lo que significa “perdonar” ya que es algo que puede tergiversarse muy fácilmente y percibirse como que entraña un injustificado sacrificio de la justa indignación, como una dádiva injustificada e inmerecida y como una total negación de la verdad. Desde esta perspectiva, perdonar no puede sino verse como una extravagancia, y este curso aparentemente basa la salvación sobre un capricho.

2. Esta perspectiva distorsionada de lo que significa perdonar puede corregirse fácilmente, si puedes aceptar el hecho de que no se te está pidiendo que perdones lo que es verdad. El perdón se limita únicamente a lo que es falso. Es irrelevante con respecto a todo, excepto a las ilusiones. La verdad es la Creación de Dios, y perdonar eso no tiene sentido. Todo lo que es verdad Le pertenece, refleja Sus Leyes e irradia Su Amor. ¿Puede esto acaso requerir perdón? ¿Cómo vas a poder perdonar lo que está libre de pecado y es eternamente bondadoso?

3. La mayor dificultad a la que te enfrentas para poder perdonar realmente, es que todavía crees que tienes que perdonar lo que es verdad, no lo que es ilusorio. Consideras que el perdón es un vano intento de ignorar lo que se encuentra ahí y de pasar por alto la verdad, en un esfuerzo inútil por engañarte a ti mismo al querer hacer que una ilusión sea verdad. Este punto de vista tergiversado no hace sino reflejar el dominio que la idea del pecado todavía ejerce sobre tu mente, tal como te consideras a ti mismo.

4. Puesto que crees que tus pecados son reales, consideras que el perdón es un engaño. Pues es imposible pensar que el pecado es verdad sin creer que el perdón es una mentira. Así pues, el perdón en realidad no es más que otro pecado, al igual que todos los demás. Afirma que la verdad es falsa y le sonríe al corrupto como si fuera tan irreprochable como la hierba; tan inmaculado como la nieve. El perdón se engaña con respecto a lo que cree que puede lograr. Considera correcto lo que es claramente erróneo y ve lo aborrecible como algo bueno.

5. Desde esta perspectiva, el perdón no es un escape. Es simplemente una señal más de que el pecado es imperdonable, algo que en el mejor de los casos se debe ocultar, negar o llamar por otro nombre, ya que es una traición a la verdad. La culpa no se puede perdonar. Si pecas, tu culpabilidad es eterna. Aquellos que son perdonados desde la perspectiva de que sus pecados son reales son víctimas de la burla y de una doble condena: en primer lugar, la suya propia por lo que creen haber hecho, y en segundo lugar, la de los que los perdonan.

6. La irrealidad del pecado es lo que hace que el perdón sea algo completamente natural y sano; un profundo consuelo para todos aquellos que lo conceden y una silenciosa bendición allí donde se recibe. El perdón no apoya las ilusiones, sino que, sonriendo dulcemente, las congrega a todas sin muchos aspavientos y las deposita tiernamente ante los pies de la verdad. Y ahí desaparecen por completo.

7. El perdón es lo único que representa a la verdad en medio de las ilusiones del mundo. El perdón ve su insubstancialidad y mira más allá de las miles de formas en que pueden presentarse. Ve las mentiras, pero no se deja engañar por ellas. No hace caso de los alaridos auto-acusadores de los pecadores enloquecidos por la culpa. Los mira con ojos serenos, y simplemente les dice: “Hermanos míos, lo que creéis no es verdad”.

8. La fuerza del perdón estriba en su honestidad, la cual es tan incorruptible que ve las ilusiones como ilusiones y no como la verdad. Por eso, en presencia de las mentiras, el perdón se convierte en aquello que desengaña; en el gran restaurador de la simple verdad. Mediante su capacidad de pasar por alto lo que no existe, allana el camino a la verdad, la cual había estado bloqueada por sueños de culpabilidad. Ahora, al perdonar verdaderamente, eres libre para recorrer el camino que se despliega ante ti. Pues si un solo hermano recibe este regalo de tu parte, la puerta queda abierta para ti.

9. Hay una manera muy sencilla de encontrar la puerta que conduce al verdadero perdón y de percibir que está abierta de par en par en señal de bienvenida. Cuando te sientas tentado de acusar a alguien de algún pecado, no permitas que tu mente se detenga a pensar en lo que esa persona hizo, pues eso es engañarse a uno mismo. Más bien pregúntate: “¿Me acusaría a mí mismo de eso?”

10. De esta manera podrás ver las alternativas entre las que puedes elegir en términos que hagan que el acto de elegir tenga sentido, y que mantengan a tu mente tan libre de culpa y de dolor como Dios Mismo dispuso que estuviese y como en verdad está. Sólo las mentiras condenan. En realidad, lo único que existe es la inocencia. El perdón se alza entre las ilusiones y la verdad; entre el mundo que ves y lo que se encuentra más allá; entre el infierno de la culpa y las puertas del Cielo.

11. A través de este puente, que es tan poderoso como el amor que derramó su bendición sobre él, todos los sueños de maldad, de odio y de ataque se llevan silenciosamente ante la verdad. No se conservan para que se inflen, exploten y aterren al ingenuo soñador que cree en ellos. A éste ya se le ha despertado dulcemente de su sueño al haber entendido que lo que creía ver nunca existió. Y ahora ya no puede seguir creyendo que se le ha negado toda escapatoria.

12. No tiene que luchar para salvarse. No tiene que matar a los dragones que pensaba que le perseguían. Tampoco tiene que erigir las sólidas murallas de piedra ni las puertas de hierro que pensó que lo mantendrían a salvo. Ahora puede deshacerse de la pesada e inútil armadura que confeccionó a fin de encadenar su mente al miedo y al sufrimiento. Su paso es ligero, y cada vez que alza el pie para dar otro paso hacia adelante, deja tras de sí una estrella para señalar el camino a los que le siguen.

13. El perdón tiene que practicarse, pues el mundo no puede percibir su significado ni proveer una guía que muestre su beneficencia. No hay un solo pensamiento en todo el mundo que conduzca a un entendimiento de las leyes que rigen el perdón o del Pensamiento que refleja. El perdón es algo tan ajeno al mundo como lo es tu realidad. Sin embargo, es lo que une a tu mente con la realidad que mora en ti.

14. Hoy vamos a practicar lo que es perdonar de verdad para que el momento de la unión no se demore más. Pues queremos encontrarnos con nuestra realidad en libertad y en paz. Nuestras prácticas se convierten en las pisadas que alumbran el camino a todos nuestros hermanos, quienes nos seguirán hasta la realidad que compartimos con ellos. A tal efecto, dediquemos un cuarto de hora en dos ocasiones hoy para estar con el Guía que entiende el significado del perdón y que nos fue enviado para enseñárnoslo. Pidámosle:

Quiero percibir el perdón tal como es.

15. Escoge entonces un hermano tal como Él te indique y cataloga sus “pecados” uno por uno a medida que crucen tu mente. Asegúrate de no concentrarte en ninguno de ellos en particular, antes bien, date cuenta de que te estás valiendo de sus “ofensas” para salvar al mundo de toda idea de pecado. Examina brevemente todas las cosas negativas que hayas pensado acerca de él y pregúntate en cada caso: “¿Me condenaría a mí mismo por haber hecho eso?”

16. Libéralo de todos los pensamientos de pecado que hayas tenido en relación con él. Y entonces tú mismo estarás preparado para ser libre. Si has estado practicando hasta ahora de buen grado y con honestidad, empezarás a notar una sensación de que te elevas; un gran alivio en tu pecho y un sentimiento profundo e inequívoco de desahogo. Debes dedicar el resto del tiempo a experimentar que te escapas de todas las pesadas cadenas con las que quisiste encadenar a tu hermano, pero que, de hecho, te encadenaban a ti.

17. Debes practicar el perdón a lo largo del día, pues todavía habrá muchas ocasiones en las que olvidarás su significado y te atacarás a ti mismo. Cuando esto ocurra, permite que tu mente vea más allá de esa ilusión según repites para tus adentros:

Quiero percibir el perdón tal como es. ¿Me acusaría a mí mismo de eso?

No me voy a encadenar a mí mismo de esta manera.

Antes de hacer cualquier cosa, recuerda lo siguiente:

Nadie es crucificado solo, mas, por otra parte, nadie puede entrar al Cielo solo.

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¡Un Curso de Milagros!

Se publicará una lección por día. Los audios se agruparán en orden consecutivo según día.

 

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