¡Un Curso de Milagros!

(abreviado como ucdm)

Lucrecia Gamboa

Audio – El Canto de la Oración

3.IV. La santidad de la curación

Colaboran

Colabora

Dalcy Solís

Colabora

Sindy Pessoa

Colabora

Hazel Solís

Colabora

Mike Maher

Transcripción Audio

Un Curso de Milagros
UCDM – El Canto de la Oración – 3. La Curación

IV. La santidad de la curación 

3. LA CURACIÓN

La santidad de la curación

1. ¡Cuán santos son los que han sanado! Pues ante su presencia sus hermanos comparten su curación y su amor. Portadores de paz—la voz del Espíritu Santo, a través de quienes Él habla en favor de Dios, Cuya Voz Él es —tales son los sanadores de Dios. Ellos sólo hablan en favor de Él y nunca en favor de sí mismos. No tienen más dones que los que han recibido de Dios. Y los comparten porque saben que ésa es Su Voluntad. No son especiales. Son santos. Han optado por la santidad y renunciado a todo sueño de poseer atributos especiales mediante los cuales habrían otorgado regalos desiguales a los menos afortunados. Su curación ha restaurado su plenitud, de manera que pueden perdonar y unirse al canto de la oración en el que los que han sanado cantan acerca de su unión y agradecimiento a Dios.

2. En cuanto que testigo del perdón, ayuda en la oración y efecto de la misericordia verdaderamente enseñada, la curación es una bendición. Y el mundo responde en animado coro a través de la voz de la oración. El perdón irradia su misericordioso indulto sobre cada brizna de hierba y ala emplumada, así como sobre todos los seres vivos de la tierra. El miedo no puede encontrar refugio ahí, pues el Amor ha llegado en toda su santa unidad. El tiempo continúa sólo para permitir que el último abrazo de la oración descanse sobre la tierra un instante, conforme el mundo desaparece en la luz. Este instante es la meta de los verdaderos sanadores, a quienes el Cristo ha enseñado a ver Su semejanza y a enseñar como Él.

3. ¡Imagínate lo que significa ayudar a Cristo a curar! ¿Puede haber algo más santo? Dios da gracias a Sus sanadores, pues sabe que la Causa de la curación es Él Mismo, Su Amor, Su Hijo, reinstaurado como Su compleción y de regreso para compartir con Él la santa dicha de la Creación. No pidas curación parcial ni aceptes un ídolo en lugar del recuerdo de Aquél Cuyo Amor nunca ha cambiado ni cambiará jamás. Eres tan preciado para Él como lo es la totalidad de Su Creación, pues ésta se encuentra en ti como Su regalo eterno. ¿Qué necesidad tienes de sueños cambiantes en un mundo triste? No te olvides de la gratitud de Dios. No te olvides de la santa gracia de la oración. No te olvides de perdonar al Hijo de Dios.

4. Primero perdonas, luego oras y de este modo te curas. Tu oración se ha elevado y ha invocado a Dios, Quien escucha y responde. Has comprendido que sólo te perdonas a ti mismo y que, igualmente, sólo oras por ti. Y mediante esta comprensión sanas. Te has unido a tu Fuente en oración y comprendes que jamás te separaste de Ella. Este nivel no se puede alcanzar hasta que ya no quede nada de odio en tu corazón ni deseo alguno de atacar al Hijo de Dios.

5. Nunca olvides esto: eres tú quien es el Hijo de Dios, y tal como elijas ser con él, así serás contigo mismo y así será Dios para ti. Tus juicios se extenderán incluso hasta Dios porque le asignarás a Él el papel que veas en Su Creación. Elige bien, pues de otro modo creerás que eres tú el creador y no Él y, por ende, que Él ya no es Causa, sino tan sólo un efecto. Ahora la curación es imposible, pues lo culpas a Él de tu engaño y de tu Él, que es Amor, se convierte en la fuente del miedo, pues sólo el miedo puede justificarse ahora. Suya es la venganza. Y la muerte, Su gran destructor. La enfermedad, el sufrimiento y las dolorosas pérdidas se vuelven la suerte de todo el mundo en la tierra, que Él abandonó al cuidado del demonio, jurando que no la volvería a liberar nunca más.

6. Venid de nuevo a Mí, criaturas Mías, sin ninguno de esos tergiversados pensamientos en vuestros corazones. Seguís siendo santos junto con la Santidad que os creó en perfecta impecabilidad y que aún os rodea con los brazos de la paz. Soñad ahora con la curación. Luego, levantaos y dejad atrás todo soñar para siempre. Sois Aquel a Quien vuestro Padre ama, Aquel que nunca abandonó Su hogar ni vagó por un mundo salvaje con los pies ensangrentados y el corazón endurecido, cerrado al amor que es la verdad en vosotros. Entregad todos vuestros sueños a Cristo y dejad que Él sea vuestro Guía a la curación y que os conduzca en oración más allá del penoso alcance del mundo.

7. Él viene en Mi lugar y os comunica Mi Palabra. Deseo que Mi fatigado Hijo regrese a Mí, y pase de sueños malvados al dulce abrazo del Amor eterno y la perfecta paz. Mis Brazos están abiertos para recibir al Hijo que amo, que no sabe que ha sanado ni que sus oraciones jamás han dejado de entonar su jubiloso canto de agradecimiento al unísono con toda la Creación, en la santidad del Amor. Aquiétate un instante. Bajo los ásperos y amargos sonidos de lucha y de derrota hay una Voz que te habla de Mí. Escúchala un instante y te habrás sanado. Escúchala un instante y te habrás salvado.

8. Ayúdame a despertar a Mis Hijos del sueño de castigo y de una corta vida llena de miedo, que termina tan pronto que bien podría no haber sido nunca. En lugar de ello, deja que te recuerde la eternidad, en la que tu dicha aumenta a medida que tu amor se extiende junto con el Mío más allá del infinito, donde el tiempo y la distancia no significan nada. Mientras esperas apesadumbrado, la melodía del Cielo está incompleta porque tu canto es parte de la eterna armonía del amor. Sin ti la Creación no está completa. Regresa a Mí que nunca abandoné a Mi Hijo. Escucha, Hijo Mío, tu Padre te llama. No rehúses escuchar la Llamada del Amor. No le niegues a Cristo lo que es Suyo. El Cielo está ahí y el Cielo es tu hogar.

9. La Creación se inclina a través de las barreras del tiempo para liberar al mundo de su pesada carga. Elevad vuestros corazones en grata bienvenida a su llegada. Ved las sombras desvanecerse calladamente y las espinas desprenderse de la ensangrentada frente de aquel que es el santo Hijo de Dios. ¡Qué hermoso eres, Criatura de la Santidad! ¡Cuán parecido a Mí! ¡Cuán amorosamente te sostengo en Mi Corazón y en Mis Brazos! ¡Cuán querido es para Mí cada regalo que Me has hecho, tú que sanaste a Mi Hijo y lo bajaste de la cruz! Levántate y deja que te dé las gracias. Y con Mi gratitud llegará primero el regalo del perdón, y luego, la paz eterna.

10. Devuélveme ahora, pues, tu santa voz. El canto de la oración queda en silencia sin ti. El universo aguarda tu liberación porque es la suya propia. Sé bondadoso con él y contigo mismo, y luego sé bondadoso Conmigo. Sólo te pido una cosa: que halles consuelo y no vivas más en el terror y el dolor. No abandones el Amor. Y recuerda esto: sea lo que fuere que pienses acerca de ti mismo, sea lo que fuere que pienses acerca del mundo tu Padre te necesita y te seguirá llamando hasta que por fin regreses a Él en paz.

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