Todo sobre el Amor
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Introducción – Parte 3
Introducción - Parte 3
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Amor: estado de gracia
Aunque se considera a los hombres como las «autoridades» reconocidas en el asunto, son muy pocos los que se expresan sin reservas, diciendo claramente lo que piensan sobre el amor. La verdad es que, en la vida cotidiana, tanto hombres como mujeres hablan relativamente poco de ello. El silencio nos protege de la incertidumbre. Queremos saber qué es el amor, pero tememos que el deseo de conocerlo en profundidad nos acerque cada vez más al abismo de su carencia. Y si bien en nuestro país la mayoría de la gente tiene creencias religiosas que proclaman la fuerza transformadora del amor, es igualmente cierto que muchas personas sienten que no tienen ni idea de cómo amar. No es fácil explicar que tu fe se tambalea ante los dictados de la Biblia sobre el arte del amor en la vida cotidiana. Es mucho más fácil hablar de pérdida que de amor. Es más fácil expresar el sufrimiento que provoca la ausencia de amor que describir su presencia y significado en nuestra vida.
Como nos han enseñado que el conocimiento reside en el cerebro y no el corazón, muchos de nosotros creemos que, si hablamos de amor con fervor y emoción, se nos considerará individuos débiles e irracionales. Resulta difícil abordar el tema del amor en tales condiciones, especialmente cuando se quiere incidir en que muchas personas no saben lo que quieren decir cuando hablan de amor, o no saben cómo expresarlo.
Todos queremos saber más sobre el amor. Queremos saber lo que significa amar, lo que podemos hacer en nuestra vida cotidiana para amar y ser amados. Queremos saber cómo convencer a los incrédulos para que abran las puertas de su corazón y dejen entrar el amor. Pero la intensidad de este deseo no afecta a la inseguridad de nuestra sociedad sobre el sentimiento amoroso. Todo el mundo asegura que el amor es importante, pero nos bombardean por doquier con muestras de su fracaso. En el ámbito de la política, en la religión, en la familia y en la vida sentimental, no es habitual que el amor influya en nuestras decisiones, que refuerce nuestra idea de comunidad o que nos mantenga unidos; y, sin embargo, esta imagen desalentadora no hace mella en nuestros deseos más profundos. Seguimos esperando que el amor prevalezca. Seguimos creyendo en su promesa.
Tal y como proclamaba el grafiti, hay espacio para la esperanza porque muchos de nosotros seguimos creyendo en el poder del amor. Creemos que es importante conocer el sentimiento amoroso y profundizar en su misterio. Muy a menudo, en el curso de conversaciones privadas y debates públicos, yo misma he señalado, o he oído a otros señalar, la creciente falta de amor que experimentamos en nuestra sociedad y el miedo que este vacío genera en todos nosotros. Este desamparo va acompañado de una actitud de cinismo e indiferencia, un rechazo a creer que el amor es tan importante como el trabajo, que es tan esencial para la supervivencia de nuestra nación como el deseo de éxito. Es increíble que la sociedad estadounidense, impulsada quizá más que cualquier otra en el mundo por la búsqueda del amor (es el tema principal de nuestro cine, nuestra música, nuestra literatura), ofrezca tan pocas oportunidades de comprender el significado de este sentimiento y de aprender a manifestarlo.
Otra fuerza impulsora que hallamos en nuestro país es la obsesión sexual. No hay ningún aspecto de la sexualidad que no sea estudiado, discutido, demostrado. Hay cursos de introducción a cualquier dimensión de la sexualidad, incluso a la masturbación. Pero no hay escuelas de amor. Se da por sentado que todo el mundo sabe instintivamente cómo amar. Y seguimos considerando que la familia es la primera escuela de amor, aunque todo parece contradecir dicha asunción. Los que no aprenden a amar en la familia también esperan conocer el amor romántico. Pero el amor a menudo se nos escapa, y, de hecho, nos pasamos toda la vida tratando de borrar el daño causado por la crueldad, el abandono y las diversas formas de falta de amor que se experimentan en la familia de origen y en las relaciones sentimentales en las que no sabemos cómo actuar.
Solo el amor puede curar las heridas del pasado; sin embargo, a menudo esas heridas son tan profundas que uno acaba echando el cerrojo al corazón, y parecemos incapaces de dar amor o de aceptar el que se nos da. Para abrir el corazón al poder del amor, para recibir su gracia, debemos tener el valor de admitir que sabemos muy poco sobre el tema, tanto en la teoría como en la práctica. Debemos hacer frente a la confusión y la decepción que provoca el hecho de descubrir que mucho de lo que se nos ha enseñado sobre la naturaleza del amor no tiene sentido cuando se aplica a la vida cotidiana. He escrito las reflexiones que constituyen este libro tras observar la realidad del amor en la vida cotidiana, pensando en cómo amamos y preguntándome qué debemos hacer para que el amor se haga sentir en todas partes.
Todos queremos vivir en una cultura donde el amor pueda florecer. Todos deseamos acabar con la falta de amor que tan extendida está en nuestra sociedad, y por eso este ensayo trata de cómo recuperar el amor. Este libro presenta nuevas y radicales formas de pensar el arte del amor, al tiempo que ofrece una perspectiva esperanzadora y alegre de la fuerza transformadora de este. Reuniendo cuanto se sabe sobre este sentimiento, podremos saber qué debemos hacer para ser tocados por la gracia del amor.