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Capítulo 9 – Parte 2

Todo sobre el Amor

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Capítulo 9 – Parte 2

Capítulo 9 - Parte 2

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Reciprocidad: la esencia del amor

En el universo dominado por Marte y Venus, los hombres quieren poder y las mujeres quieren conexión emocional. En este planeta nadie podrá conocer realmente el amor mientras el poder figure en primer lugar. El privilegio del poder es la base del pensamiento patriarcal. Los niños y niñas, hombres y mujeres que son educados para pensar de esta manera casi siempre consideran que el amor no es importante o, si lo es, nunca es tan esencial como ser poderoso, dominante; lo que realmente cuenta es ser de los que llevan el control y están arriba. Las mujeres que parecen adorar a su hombre y cuidarlo con total abnegación parecen obsesionadas con el «amor», cuando en realidad su comportamiento a menudo esconde también una voluntad de poder. Al igual que sus parejas masculinas, establecen relaciones hablando el vocabulario del amor, pero en sus actos se percibe que su principal propósito es mantener el poder y el control. Esto no significa que falte el afecto y el cuidado de la pareja, sino todo lo contrario. Precisamente por eso a las mujeres, y a algunos hombres, les resulta tan difícil terminar una relación que se centra fundamentalmente en la lucha por el poder. El hecho de que esta dinámica sadomasoquista pueda coexistir —y normalmente coexiste— con el afecto, el cuidado, la ternura y la lealtad permite a quienes se sienten movidos por el afán de poder negarse incluso a sí mismos sus verdaderos objetivos. Sus comportamientos positivos nos hacen confiar en que al final el amor prevalecerá.

El amor, sin embargo, no puede triunfar cuando una de las dos partes, hombre o mujer, quiere tener el control. Mis relaciones eran agridulces. Aunque todos los elementos del amor estaban ahí, mis novios no tenían interés en poner el amor en primer lugar. A los hombres que no han experimentado el amor les cuesta creer que la relación de pareja pueda basarse primordialmente en la satisfacción mutua y el crecimiento de ambas partes. Lo único que entienden y en lo que creen es en la dinámica de poder caracterizada por la presencia de un «dominado» y un «dominante», la lucha sadomasoquista por la dominación y, paradójicamente, se sienten más «seguros» cuando actúan sin apartarse de esos paradigmas. Acostumbrados a la traición, pueden tener un miedo fóbico a la confianza. Cuando uno permanece fiel a la dinámica del poder, no tiene que temer a lo desconocido, porque conoce las reglas del juego. Pase lo que pase, el resultado puede predecirse. La práctica del amor, por otro lado, no proporciona certezas. El otro puede abandonarnos, herirnos, hacernos sufrir, y ese es un riesgo que está siempre ahí. Corremos el riesgo de encontrarnos a merced de fuerzas que no podemos controlar.

Cuando un individuo es herido de niño en esa parte de sí mismo que debería hacerle conocer el amor, la herida que ha sufrido puede ser tan traumática que más tarde cualquier intento de recuperar ese espacio le hará temblar de pies a cabeza. Esto es especialmente cierto en el caso de los hombres. Nosotras las mujeres, por muchos traumas infantiles que hayamos sufrido, tenemos de nuestra parte toda una cultura que nos anima a cultivar el interés por el amor. Aunque hay una lógica sexista detrás de ese apoyo cultural, también es cierto que a las mujeres se las anima más a pensar en el amor, a valorarlo y a afirmar abiertamente que lo quieren. Sin embargo, esto no significa que las mujeres sean más capaces de amar que los hombres.

El pensamiento patriarcal anima a las mujeres a valorar la esfera del afecto, pero eso no supone que estemos mejor preparadas emocionalmente que los hombres para implicarnos en el amor. A menudo, la idea nos asusta y preferimos limitarnos a encontrar pareja. El gran éxito de los libros que incitan a las mujeres a engañar y manipular para conquistar a un hombre —caso por ejemplo de The Rules: Time-tested Secrets for Capturing the Heart of Mr. Right— es un signo del cinismo imperante en nuestros días. Son libros que apoyan la anticuada idea sexista de la diferencia entre los sexos y llevan a las mujeres a creer que la relación con los hombres no puede basarse en la sinceridad, el respeto y el interés mutuo. El mensaje para las mujeres es que las relaciones son única y exclusivamente una cuestión de poder, manipulación y coacción, un intento de imponerse a los demás, incluso en contra de su voluntad. Estas obras enseñan a las mujeres a usar las artes femeninas para jugar el juego del poder, pero no dicen qué se puede hacer para amar y ser amado.

Los libros de autoayuda suelen hablar del sexismo como un hecho natural. En lugar de asociar ciertas maneras de ser a formas inducidas de comportamiento que contribuyen a la preservación del poder masculino, las presentan como diferencias innatas, es decir, inherentes a la naturaleza humana, o místicas, lo cual hace que uno pierda de vista su auténtico valor político. En estos libros, la incapacidad y/o la negativa de los hombres a expresar sinceramente sus sentimientos se suelen presentar como virtudes positivas que las mujeres deberían aprender a respetar, más que como actitudes inducidas que crean indiferencia y aislamiento emocional. John Gray dice que «los hombres se retiran a su guarida», y le parece lógico que una mujer sea castigada si molesta a su pareja cuando quiere aislarse. Gray cree que son los comportamientos femeninos lo que es preciso cambiar. A menudo los ensayos de autoayuda que se declaran contrarios a la igualdad de género describen la exagerada inversión de las mujeres en la tarea del cuidado como una cualidad intrínseca y «natural», más que como una actitud aprendida. En los escritos New Age se presentan teorías fantasiosas para dar una pátina nueva a las evocaciones místicas del yin y el yang, la androginia masculina y femenina, y cosas por el estilo. Es, evidentemente, un intento de traer de vuelta los viejos estereotipos sexistas, empaquetándolos de manera más atractiva y seductora.

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