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Capítulo 4 – Parte 1

Todo sobre el Amor

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Capítulo 4 – Parte 1

Capítulo 4 - Parte 1

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Compromiso: para amar es preciso amarse a uno mismo

El compromiso es parte integral de las relaciones amorosas auténticas. Los que realmente se preocupan por el crecimiento espiritual de su ser querido saben, de forma consciente o por instinto, que solo pueden fomentarlo mediante un compromiso constante.

SCOTT PECK

 

El compromiso con la sinceridad es la base de la claridad y la honestidad, que son la sangre vital del amor. Cuando somos capaces de vernos tal como realmente somos y nos aceptamos, estamos creando las premisas necesarias para amarnos a nosotros mismos. A menudo se dice que «si no te quieres a ti mismo no puedes querer a nadie». Es una frase que parece muy convincente, pero cuando uno la oye se queda perplejo. Muchos terminan convenciéndose de que, si su existencia está desprovista de amor, es porque, en cierto momento de la vida, fuerzas sobre las que no tenían ningún control los han llevado a creer que no lo merecen. No venimos al mundo conociendo de antemano el arte de amarnos y de amar a los demás; sin embargo, desde el primer día de vida, somos capaces de responder al cuidado de quienes nos atienden. A medida que nos desarrollamos aprendemos a dar y recibir atención, afecto y alegría. La posibilidad de aprender a amarnos y a amar en general depende del entorno en que nos criamos y del amor que lo caracterice.

La capacidad de amarse a uno mismo no puede desarrollarse de forma aislada. Aunque muchos sostengan lo contrario, aprender a amarse a uno mismo no es nada fácil. Quien asegura que es algo sencillo no hace más que expresar una afirmación superficial que solo puede empeorar las cosas. Muchos se preguntarán por qué, si es tan fácil amarse a uno mismo, siguen sintiéndose prisioneros de sentimientos de baja autoestima o de odio hacia sí mismos. Volvamos ahora a la definición según la cual el amor sería una actividad destinada a fomentar el crecimiento espiritual en nosotros mismos y en los demás, porque nos será muy útil como punto de partida para trabajar el tema del amor propio. Si consideramos el amor como una combinación de confianza, compromiso, cuidado, respeto, conocimiento y responsabilidad, podemos dedicarnos a desarrollar estas cualidades o, si ya forman parte de nosotros, podemos intentar ponerlas en práctica por nosotros mismos.

A muchas personas les resulta útil examinar críticamente su pasado, sobre todo su infancia, para detectar los momentos en que interiorizaron mensajes negativos, por ejemplo, que no valían nada o que no estaban a la altura, que eran estúpidos, estrafalarios, horrorosos, etc. Ahora bien, comprender cómo se creó en nosotros la sensación de nuestro escaso valor no suele bastar para cambiar las cosas; digamos que es más bien un paso en un largo proceso. A mí, como a tantos otros, me resultó útil examinar los comportamientos y formas de pensar negativos aprendidos en la infancia, especialmente aquellos que formaron mi sentido del yo y mi identidad, pero ese proceso por sí solo no fue suficiente para superar mis problemas. Si hablo de esta experiencia es porque creo que mucha gente se queda atascada en la repetición de su propia historia; una forma como cualquier otra de permanecer anclado en el duelo por el pasado, o de aferrarse a una forma de narración que atribuye toda la culpa a los demás.

Entender el porqué de nuestra baja autoestima es indudablemente importante, pero también es posible saltarse esa etapa (en la que se identifican los momentos y lugares en que recibimos mensajes negativos) y crear la base de la confianza y el amor propio de otra manera. Muchos pasan directamente a la siguiente etapa, en la cual introducen en su vida de forma activa patrones de pensamiento y comportamiento constructivos y positivos. No es importante recordar al detalle los maltratos y abusos sufridos. Cuando la consecuencia de tales abusos es la falta de autoestima, se puede iniciar el proceso de curación buscando una manera de afirmar el propio valor.

El corazón herido aprende a quererse a sí mismo superando primero la baja autoestima. En Los seis pilares de la autoestima, Nathaniel Branden destaca algunas de las dimensiones más importantes de la estima personal: «vivir la vida de forma consciente, la autoaceptación, el sentido de la responsabilidad, la confianza en uno mismo, el tener un propósito en la vida y la práctica de la integridad personal». Vivir conscientemente significa ser crítico con uno mismo y con el mundo en el que vives, atreviéndote a plantearte las preguntas fundamentales: quién, qué, cuándo, dónde y por qué. Generalmente, la respuesta a estas preguntas genera una conciencia iluminadora. Como afirma Branden: «Vivir conscientemente es tratar de ser consciente de todo lo que concierne a nuestras acciones, nuestras metas, valores y objetivos, y hacerlo lo mejor posible, sean cuales sean, tratando de comportarnos de acuerdo con lo que vemos y conocemos». Para vivir conscientemente debemos reflexionar sobre el mundo en el que vivimos y que conocemos más de cerca.

Los que no se aceptan a sí mismos pueden valerse de la reflexión para defenderse de las voces negativas que les llegan del interior y el exterior, y que reiteran el rechazo y la devaluación que ellos mismos sienten. Una herramienta útil en el proceso de aceptación de uno mismo es la técnica de las afirmaciones. Durante años me había interesado en varias formas de terapia y ayuda psicológica, pero esta técnica siempre me pareció bastante insustancial. Mi hermana, que en ese momento trabajaba como terapeuta en el campo de la drogadicción, me convenció para que la probara, con el objetivo explícito de hacerme cambiar de perspectiva. Escribí algunas declaraciones sobre mi vida cotidiana y comencé a repetirlas todas las mañanas, hasta que acabaron formando parte de mis meditaciones diarias. En los primeros puestos de mi lista estaba la declaración: «Quiero romper con los viejos patrones y seguir adelante con mi vida». Descubrí que este tipo de afirmaciones no solo me proporcionaban una carga extraordinaria de energía —eran una forma de empezar el día haciendo hincapié en las cosas positivas—, sino que me resultaba útil repetirlas a lo largo del día cuando me sentía demasiado estresada o creía volver a caer en el abismo de la negatividad. Me ayudaron, por tanto, a recuperar el equilibrio emocional.

A muchos de nosotros nos cuesta aceptarnos. Tenemos una voz en nuestro interior que juzga continuamente, en primer lugar a nosotros mismos y luego a los demás. A esta voz le gusta y le satisface la crítica negativa interminable. Como hemos aprendido a creer que la actitud negativa es signo de un mayor sentido de la realidad, es lógico que la crítica nos parezca más verdadera que cualquier voz positiva. Pero si empezamos a reemplazar la negatividad por una forma de pensar positiva, parece evidente que la actitud negativa no solo es poco realista, sino que también es profundamente inhabilitante. Cuando somos positivos, además de aceptarnos y afirmarnos a nosotros mismos, somos también capaces de aceptar a los demás y de ayudarlos a afirmarse.

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