Libro de Ejercicios – Tema 13 – Lección 343
La Misericordia y la Paz de Dios son gratuitas. La salvación no cuesta nada. Es un regalo que se debe dar y recibir libremente. Y esto es lo que queremos aprender hoy.
La Misericordia y la Paz de Dios son gratuitas. La salvación no cuesta nada. Es un regalo que se debe dar y recibir libremente. Y esto es lo que queremos aprender hoy.
Hermano, perdóname ahora. Vengo a llevarte a casa conmigo. Y según avanzamos, el mundo se une a nosotros en nuestro camino hacia Dios.
No ataquemos, pues, nuestra impecabilidad, ya que en ella se encuentra la Palabra de Dios para nosotros. Y en su benévolo reflejo nos salvamos.
¡Regocíjate hoy! ¡Regocíjate! Hoy no hay cabida para nada que no sea alegría y agradecimiento. Nuestro Padre ha redimido a Su Hijo en este día. Ni uno solo de nosotros dejará de salvarse hoy. No habrá nadie que no esté a salvo del miedo ni nadie a quien el Padre no acoja en Su Regazo, despierto ahora en el Cielo, en el Corazón del Amor.
Padre, éste es Tu día. Es un día en el que no haré nada por mi cuenta, sino que tan sólo oiré Tu Voz en todo lo que haga. a Y así, Te pediré únicamente lo que Tú me ofreces y aceptaré únicamente los Pensamientos que compartes conmigo.
Padre mío, sólo Tu plan es infalible. Todos los demás fracasarán. Y tendré pensamientos que me asustarán hasta que aprenda que Tú ya me has dado el único Pensamiento que me conduce a la salvación.
Tú que me creaste en la impecabilidad no puedes estar equivocado con respecto a lo que soy. Era yo quien estaba equivocado al pensar que había pecado, pero ahora acepto la Expiación para mí mismo. Padre, mi sueño termina ahora. Amén.
Que en la quietud el perdón elimine mis sueños de separación y de pecado. Y que pueda entonces, Padre, mirar en mi interior y descubrir que Tu promesa de que en mí no hay pecado es verdad; que Tu Palabra permanece inalterada en mi mente y que Tu Amor reside todavía en mi corazón.
¿De qué otro modo podría restituírseme Tu recuerdo, sino viendo la inocencia de mi hermano? Su santidad me recuerda que él fue creado uno conmigo y semejante a mí. En él encuentro mi Ser, y en Tu Hijo encuentro asimismo el recuerdo de Ti.
Hoy quiero contemplar a mi hermano libre de pecado. Eso es lo que Tu Voluntad dispone que yo haga, pues así es como podré ver mi propia impecabilidad.
Padre, el perdón es la luz que Tú elegiste para que desvaneciese todo conflicto y toda duda y para que alumbrase el camino que nos lleva de regreso a Ti.
Hoy no queremos volver a aprisionar al mundo. El miedo lo mantiene aprisionado. Mas Tu Amor nos ha proporcionado los medios para liberarlo. Padre, queremos liberarlo ahora. Pues cuando ofrecemos libertad se nos concede a nosotros. Y no queremos seguir presos cuando Tú nos ofreces la libertad.